Por Luis
Benítez
La obra
La editorial Deacá
(@editorialdeaca) ha publicado Prendas
(Villa María, Provincia de Córdoba, Argentina, ISBN 978-987-45570-1-2, 72 pp.,
2020), la segunda colección en el género del poeta, narrador, docente y editor
Pablo Dema (1979).
En esta nueva entrega el autor se
despega en mayor medida de influencias anteriores, en particular del influjo de
su compatriota Joaquín Giannuzzi, que habían dejado parte su impronta en su
poemario anterior, Filos (2014).
Dema, quien tiene una definida trayectoria como prosista en Argentina, además
de alcanzar en Prendas el amplio uso
de una voz propia, en mayor medida que en Filos
emplea seguidamente los recursos de la narrativa para dar desarrollo a sus
poemas. Esbozada, escondida entre sus versos o bien explícita, siempre hay una
historia en los poemas de esta segunda entrega y que, en mayor medida de lo que
la lírica pura lograría para la misma propuesta, arriba a resultados por demás
interesantes dentro del género.
Pavesianamente a veces, esas
historias se desprenden de la evocación personal y alcanzan una dimensión
general que lleva al lector a una identificación casi inmediata. Es que Pablo
Dema encontró un modo preciso para trasmitir el “principio de incertidumbre”
que sospechamos anuda la existencia al flujo y reflujo del sistema de causas y
efectos, donde la conciencia individual y la universal se interseccionan y
ensamblan. De esa conjunción emana la potencia de poemas como Conduciendo en medio de la noche (págs.
34-35), Peras (págs. 38-39); Niñeras (pág. 23) o Sol de noche (págs. 53-54), textos muy destacables dentro del
conjunto, donde la intensidad de lo enunciado se contrapone –y se equilibra
convenientemente- con esa mesura discursiva que caracteriza al autor de Río
Cuarto, cuando dicha economía de adjetivos y de énfasis (que resultarían
superfluos y ripiosos en tal contexto), lo que hace justamente es subrayar lo
aludido por Dema: esa soledad, esa angustia, aquel abatimiento tan propio del
sujeto que, siendo consciente de sí, de su entorno y devenir, pese a esa
conciencia nada o muy poco puede hacer para resolver el enigma que le plantea el
honesto discernimiento de su propia condición: cuál es el sentido final de
nuestros actos y de nuestra misma existencia.
Párrafo aparte para remarcar el
empleo que hace Pablo Dema de nuestra lengua. Si Miguel de Cervantes Saavedra
refería que el portugués era “el español sin los huesos”, resulta por demás
aleccionador observar cómo el autor cordobés se las arregla para acercarse
bastante a esos huesos que dan estructura y sostén al idioma, prescindiendo de
figuras retóricas o barroquismos innecesarios. Su castellano es duro y
extractado, de una concisión y exactitud remarcables, precisamente el más
adecuado para expresar esas honduras que busca y que, definitivamente, sabe muy
bien cómo encontrar.
El autor
Pablo Dema nació en General
Cabrera, provincia de Córdoba, Argentina, en 1979. Escritor, docente y editor.
Publicó con anterioridad al presente volumen cuatro libros de cuentos: Fotos (Editorial Cartografías, Río
Cuarto, Córdoba, 2005), Si nada permanece
(Editorial Fundación Octubre, Buenos Aires, 2007), Hoteles (Editorial
Cartografías, 2010) y La canción
de las máquinas (Editorial Recovecos, Córdoba, 2014); la novela De piedra o de fuego (Editorial de
Así escribe Pablo Dema
Conduciendo en
medio de la noche
Ahora
que el coche comienza a hacer un ruido raro
y
el agua está llegando a la altura de las luces que vacilan
dimensiono
la magnitud de mis errores.
No
presté atención al alerta cuando partí por la mañana.
No
le hice caso a ella cuando me dijo
que
no me largara a la ruta con esta tormenta.
(Aunque
ya no quiere saber nada conmigo,
hubiera
preferido que pasara la noche en su sofá).
Odiaría
recibir un llamado a medianoche,
como
esos de las películas,
con
la noticia de que tuviste un accidente, dijo.
Pero
hasta un cobarde como yo es temerario cuando se siente
[despechado.
Ahora
la lluvia arrecia
y
sólo circulan de frente
los
camiones de gran porte.
La
situación empeora
cuando
bajo la cuesta
y
las luces se apagan
después
de un último parpadeo.
Alrededor
todo es oscuridad y agua que golpea.
Pienso:
salir
fue un error,
volver
fue un error,
seguir
fue un error.
Me
pregunto si esta evaluación
no
se aplica al día de ayer
y a
la última semana,
al
mes, al año entero,
al
resto
de mi vida.
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