Adios a Jorje Alejandro Lagos Nilsson





Por Ernesto Carmona





Nota: Este que acaba de morir era un amigo entrañable. Preferimos quedarnos en silencio. Publicamos esta sentida nota de Ernesto Carmona. Cuando nos recuperemos del golpe lo invitaremos a ir a buscar vino de a pesito, como acostumbrábamos decir en Buenos Aires. En Caracas lo lloramos.

En una larga agonía larga –cruelmente prolongada– comenzó a abandonar lentamente este mundo Jorje Alejandro Lagos Nilsson (Jaln), gran poeta, amigo entrañable y, además, ensayista, novelista e, incluso, un notable periodista y analista político.

Nacido en Punta Arenas (1941), y siendo hijo de un juez de la República era casi natural que Jorje llegara a Santiago a estudiar derecho en el relativamente nuevo edificio de mal gusto que diseñó el arquitecto Juan Martínez Gutiérrez  para la enseñanza de las leyes en el incipiente capitalismo de un país que transitaba de la agricultura medieval a la gran minería metalífera dependiente del gran capital foráneo y criollo, igualito que hoy.

La escuela más apetecida de la Universidad de Chile, en la calle Pío Nono, a orillas del Mapocho y a la entrada de lo que hoy es el barrio bohemio Bellavista, quizás lo único bueno que tenía para el joven poeta rebelde era el bar para uso de los alumnos, que en esos tiempos usaban el uniforme clásico chileno de traje gris marengo, o negro de frentón, camisa blanca y corbata.

Doris Jiménez, quien lo conoce desde los 17 años y fue compañera suya de aula en 1960-61, recuerda que la apariencia de Jorje desentonaba con el promedio del alumnado de la escuela de leyes, tanto que un día el estirado profesor Alberto Baltra le preguntó si se dirigía al estadio a ver el clásico universitario, el popular partido de fútbol en que se medían las dos universidades, la Chile y la Católica, pero acompañado del montaje escenográfico de hechos actuales que se abandonó hace décadas. El clásico era la suma de los dos espectáculos, el fútbol y el teatro en grande, como un circo romano chilensis. Pero a Jorje no le interesaba el fútbol, sino la política, la poesía, la novela, el ensayo y el periodismo de opinión.

Jorje se esta yendo tras los pasos de su amigo José Bózic Laboric, otro colega puntarenense que como él también vivió el exilio en Venezuela, pero se le adelantó en 7 años. El lunes 20 de marzo de 2006, Jorje escribió una suerte de epitafio para Pepe que hoy resulta absolutamente válido para él mismo: “Hoy supimos que el Bózic partió. Por mucho tiempo el vino no sabrá a nada. Nunca haremos ese viaje que nos prometimos a Magallanes. Habíamos comprendido el valor del silencio de la amistad, pero nada me preparó para su callar definitivo. Nos conocimos cuando niños en Punta Arenas una tarde de otoño en un sitio baldío en la esquina de las calles Chiloé y Fagnano. Allí se jugaban largos partidos de fútbol, ¿que solían terminar con aparatosas reyertas? No teníamos más de ocho o nueve años. Participábamos poco, casi nunca, en las “pichangas”: ninguno de los dos tenía habilidades con la pelota, ni entre las piedras que solían marcar los arcos. Charlábamos. Pepe es el último de los amigos de infancia que me queda. Que me quedaba. Nunca terminó sus estudios de periodismo en la Universidad de Chile. No lo necesitó. Esta actividad que le come a uno la piel y los ojos le ardía: fue su única vocación y, de algún modo misterioso, me empujó también a ella.

“Jamás pretendió nada, lo suyo era dar. Beber una larga cerveza, comer a cualquier hora, oír lo que podían querer decirle. Respetar al prójimo. No mereció, desde luego, que lo embarcaran, en las condiciones en que todos fueron embarcados, y lo depositaran en esa isla en medio del Estrecho para cumplir la pena de ser peligroso en tiempos de golpe, tortura y negación de la persona humana. Pepe fue socialista toda su vida. Dawson no lo aniquiló”.

A Jorje tampoco lo aniquiló el golpe, la perdida de su hermana Gloria Esther –detenida desaparecida que trabajaba en La Moneda–, ni el exilio en México, Venezuela y Argentina, junto a su esposa Luisa Werth, sus hijas Alejandra y Selene, quienes lo están acompañando en su tránsito a la muerte. Y su sobrina, Marcela Mesa Lagos, hija de Gloria Esther, victima de la dictadura y de la desidia del poder judicial que la secundó. Al igual que Pepe Bózic, Jorje  también fue socialista, pero de los antiguos, los izquierdistas como Salvador Allende, aquellos que nunca se “renovaron” para abandonar sus compromisos con el trabajo para ponerse al servicio del (gran) capital.

Pronto Jorje Lagos abandonó la escuela de derecho y se dedicó a la poesía y al periodismo, rubros que parecen incompatibles pero no lo son. Jorje-escritor dejó ,ás de una decena de libros. El primero data de 1959, un texto de relatos con Patricio Guzmán, quien incursionó en la literatura antes de convertirse en documentalista. Jorje-periodista dejó miles de artículos en decenas de medios latinoamericanos: los más recientes pueden hallarse en el portal Surysur.net, que comenzó a animar hace casi una década.

En el gobierno de Allende trabajó en la radio El Loa de Calama, cerca del mineral de cobre de Chuquicamata. El exilio 1974-2003 lo vivió en tres países latinoamericanos:
México, 1976-1983; Venezuela, 1976-1983; y Argentina, 1984-2003.

En 2001 su poemario “Altamar/bajamar” fue publicado en la revista Fronteras, del Instituto Tecnológico de Costa Rica. En Argentina fundó la revista de papel e Internet “Piel de Leopardo” y en Chile, “Ediciones del Leopardo”, que publicó varios títulos. Después, se asoció con su hija Alejandra Lagos Werth para sacar adelante Ediciones Pájaro Negro. Se vino a Chile a fines de 2003 para trabar hasta 2004 como jefe de redacción del diario electrónico ElMostrador.cl, de donde lo echaron.

Dejó numerosos libros inéditos, la mayoría ensayos o ficción como la “Novela de la lluvia”. Entre sus libros figuran “Breve historia del pensamiento social” (Editorial Claridad, 1988, Argentina); “Contracultura y provocación” (Editorial Al frente, 1989, Argentina); con Sylvia Vergara, también de Magallanes, hizo el “Breve diccionario del habla popular” (Ediciones del Leopardo, 2002), y “Corazón de la alquimia” (publicación conjunta de Ediciones Nueva Generación y Ediciones del Leopardo, 2003).

“Pasaje de salida”, poesía, fue publicado en México, a fines de los ’70; “Percepción del tránsito”, poemas, aparecieron en Caracas, también a fines de los ’70; “Contracultura y provocación”, ensayos publicados en Argentina; “Arca de la Alianza”, poesía, Chile; y “Zaga”, poesía, Chile;

En Argentina también hizo periodismo en publicaciones de Editorial Perfil y en el periódico del mismo nombre. Cuando lo fui a ver anoche me acordé de una visita que le hiciera hace dos años, cuando me mostró a un anciano muy encorvado, a quien me costó reconocer. Era Camilo Taufic, con dos grandes maletas a cuestas, quien ya había recibido el placement para asilarse en su casa por un tiempo ante el infortunio tan frecuente de los periodistas y escritores viejos y pobres. En ese momento, mientras saboreaba una copa de cabernet sauvignon, la mayor preocupación de Camilo era decidir en cuál maleta comenzar a buscar su teléfono celular extraviado, pero no se decidía a iniciar la tarea en ninguna de las dos. “Está listo p’a la foto”, me susurró Jorje mientras me servía un café de verdad. En efecto, lo despedimos en junio 2012 en el mausoleo del Círculo de Periodistas. Y recordando que fui a visitarlo entre el verano y el otoño, nunca me pareció que la foto de Jaln sería tomada tan pronto…

Ojalá que esta semblanza sea del agrado de Jorje, que siempre se escribió con jota.

*Periodista y escritor chileno.

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