Por
Luis Benítez
El sello argentino Salta el Pez publicó esta nouvelle del autor nacido en la provincia de Santa
Fe, dividida en historias unitarias hábilmente concatenadas.
La atracción que ejerce el mal sobre el lado oscuro de
nosotros, consciente o inconscientemente, es negada hasta la náusea misma, pero
no por esa invisibilidad buscada deja de ser una realidad.
Como en todos los órdenes, las interacciones entre los
miembros de nuestra especie están signadas y determinadas por el poder. ¿Y qué
poder es mayor que la potestad sobre la vida de nuestros congéneres? El mayor
de todos los crímenes, no casualmente, es el asesinato, el más severamente
castigado -inclusive con la pena capital- en todos los regímenes jurídicos.
Salvo cuando el poder del individuo o del colectivo que lo perpetra es mayor
que el del código penal o bien cuando se vale de ese mismo código modificado
según su conveniencia para matar -tales los casos de las dictaduras más
sangrientas- son las facultades del Estado las encargadas de castigar
ejemplificadoramente al homicida, quien, por supuesto, ejerció un poder que no
debería de poseer pero que potencialmente todos podemos poner en acto.
La mayor ofensa que se le puede hacer a la sociedad es
punida exclusivamente cuando quien la comete carece del poder reconocido o
fácticamente tolerado por la comunidad para hacerla efectiva: el hombre común y
corriente. Estos calificativos son los primordiales para definir las
características de El Mudo, como es apodado el protagonista de Todo igual y
tranquilo como siempre (1), de Yamil Dora, al menos tal es su apariencia.
Pobre, joven, despreciado, inclusive considerado como víctima de un retraso
mental por parte de los pobladores de la ciudad del interior de Argentina donde
vive, El Mudo es todo un infeliz que tiene por sueño mayor comprarse una moto
acuática e irse a vivir a Brasil. El disfraz perfecto para un asesino. ¿qué
sujeto en toda la demografía provinciana, más desprovisto de poder que él?
De día provee de café y medialunas por cuenta de su
empleador a los pequeños y medianos funcionarios de la municipalidad y por las
noches da en deambular por bares donde observa a otros desheredados charlar y
tomar cervezas; escenas que, como otras, aprovecha el autor para erigir la
escenografía urbana y humana de su nouvelle, sin abusar nunca de un
pintoresquismo innecesario.
Sin embargo, sabemos que todo delito o crimen implica una
ratificación del yo individual ante el poder omnímodo de la sociedad a la que
pertenece: quien roba o mata, está demostrándose a sí mismo que efectivamente
él puede, aunque esté sujeto al castigo consecuente, burlar el poderío
social siquiera brevemente.
Sin entenderlo del todo, al menos en el inicio de sus
andanzas, El Mudo decide ejercer esa prerrogativa de modo anónimo, aunque “Creo
que las fuerzas del mal son mucho más potentes que las fuerzas del bien” (pág.
23) afirma el protagonista, y en la misma página cierra la sección 19 Yamil
Dora haciéndole manifestar “Yo no soy una fuerza del bien porque en esta ciudad
las fuerzas del bien sufren y yo no quiero sufrir”.
A diferencia del periodista, crítico y escritor escocés
Thomas de Quincey (1785-1859), quien postuló en su ensayo Murder Considered
as One of the Fine Arts (2) que el homicidio podía tener una faceta
estética y era factible de ser técnicamente perfeccionado a través de su extenso
desarrollo histórico, El Mudo reduce el cometido de sus envenenamientos del
café que convida a sus víctimas al ejercicio de su anónimo poder personal, y es
un segundo detalle, no menos importante, que la mayoría de sus homicidios los
comete sin mediar entre él y los occisos reyerta mayor ni previo motivo
valedero.
Es definitivamente un tema de poder el que lo anima, pero
ejercido sobre meros representantes de su entorno casi tan carentes de poder
como él mismo, lo que acerca a El Mudo a lo planteado por la filósofa,
historiadora, politóloga, socióloga, profesora universitaria, escritora y
teórica política alemana Hannah Arendt (1906-1975) en su célebre Eichmann in
Jerusalem. Ein Bericht von der Banalität des Bösen (3). Aunque la obra de
Arendt está referida a un criminal de guerra hecho y derecho como lo fue Adolf
Eichmann, personalidad radicalmente diferente de la de El Mudo de Dora, sí le
caben a este carácter literario consideraciones de la autora germana en el
volumen citado, como “Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann]
resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección
de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se
sienten impotentes”.
Lo perturbador de Todo igual y tranquilo como siempre
es justamente lo fútil de los crímenes cometidos por El Mudo, que nada
modifican de ese entorno al que le quitan uno tras otro personajes secundarios
y terciarios, mientras todo sigue, justamente, igual que antes, y El Mudo se
vuelve un ser cada vez más monstruoso, pero siguiendo los razonamientos de la
pensadora germana, conservando su condición de mero representante de la compleja
condición humana, no especialmente dotado de crueldad, básicamente “normal”
pese a los crímenes del grado más alto que comete: con los mayores agravantes
que contempla la justicia, la premeditación y la alevosía.
Inquietante trabajo el de Dora, cuyo estilo discursivo
liso y llano, tal cual lo dicta el decoro (4) de su protagonista, no hace más
que subrayar la efectividad de todo el relato. Estremece que en la ciudad
provinciana todo siga igual y como siempre, que el poder siga en las mismas
manos, aunque las de El Mudo hayan decidido actuar por cuenta propia, mientras
que lo único perturbado -provechosamente para quien se anime a reflexionar
sobre el sentido implícito que tiene la nouvelle- es el ánimo del
lector.
El
autor
Yamil
Dora nació en 1971 en Casilda, provincia argentina
de Santa Fe. Ha publicado anteriormente: El ángel solo (2005) Los
barcos olvidados (2007). Poemas de Casilda para chicos de todas partes (2007)
Una plaza, un niño y un poeta (2009) Como playa que se puebla (2009)
Un mar que existe (2012), Un hombre encima del mar (2015), El
olor de las hormigas (2017), Los Lindos (2017), Diez mil
kilómetros de distancia (2019), Por la vereda con sombra (2020) y Once
(2022).
NOTAS
(1)Salta el Pez Ediciones, Colección Manguruyú, ISBN
978-987-8374-44-4, 118 pp., Buenos Aires, 2024.
(2)Habitualmente llevado este título al español como Del
asesinato considerado como una de las bellas artes, Blackwood's Magazine,
Edimburgo, 1827.
(3)Traducido a nuestra lengua como Eichmann en Jerusalén.
Un estudio sobre la banalidad del mal, Piper
Verlag, Múnich, 1964.
(4)Decoro en el sentido teatral y literario del término, por el cual
un rey no puede expresarse como un campesino, una persona analfabeta como un
hombre ilustrado, etcétera.
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