**Alberto Hernández**
“Bocas del Orinoco. Puertas, apenas entornadas todavía, de
una región donde imperan tiempos de violencia y de aventura…Una ceja de
manglares flotantes, negros, en el turbio amanecer.
Las aguas del río ensucian el mar y saturan de olores
terrestres el aire yodado”.
**Rómulo Gallegos: ´Canaima´**
1.-
En las primeras líneas del último capítulo de la novela Caroní, polvo de oro, la narradora
afirma:
“¡La novela me está escribiendo desde el principio! Aquí me
encuentro con la profundidad de mi inconsciente. Ella me lee, me escudriña;
estuvo rastreando desde el inicio a esa que yo he buscado y que al final soy yo
misma”.
Quien habla, narradora y personaje en varios puntos de vista,
recurre a la estrategia de decirnos al final de la lectura que estamos frente a
una novela en plena formación, que el lector se mueve en una lectura que se
está elaborando porque quien la escribe es un señuelo. Y el lector, no avisado,
delega la responsabilidad a quien al final se descubre, pese a que en el
transcurso de la historia hay una escritora que aparece y desaparece de la
trama.
Valentina es la voz varia o plural de esta novela que
Marisol Marrero Higuera acaba de poner a la disposición del público.
Todo lo señalado arriba nos conduce a pensar en una técnica
que intenta ordenar todo lo escrito a través de 248 páginas en las que las
metáforas del aire y del agua juegan al ritmo de una geografía inmensa donde se
mueve el universo de una parte de Venezuela: el Escudo Guayanés, donde se
ordena el cosmos de esta historia que nuestra autora cuenta desde la poesía y
un manejo preciso de los narradores que tejen las anécdotas, donde los
distintos personajes destacan como un conjunto de percepciones: la aventura
inicial de un vuelo en avioneta conducida por Valentina sobre el mapa del
estado Bolívar y el Amazonas y un recorrido por el desolado paisaje donde aún
se advierte la tragedia de Vargas, ocurrida en medio de un clima político que
mostró el rostro de lo que sería después el país que hoy se vive.
Caroní, polvo de oro
(Círculo de Escritores de Venezuela, Caracas, 2023) es el encuentro de dos
miradas, la de la realidad y la del mito, que se traduce en el también encuentro
de los ríos que forman parte de la geográfica acuática de esa región de
Venezuela, convertida desde hace algunos años en centro de explotación minera,
donde la ambición es la protagonista de uno de los ecocidios más escandalosos
del mundo.
Pero también es el punto donde arriban los visitantes a esa
tierra ignota: un burdel que lleva por nombre El Polvo de Oro, el coito o los
coitos de quienes trabajan en las minas con las mujeres que allí conviven en
busca de fortuna, en busca de los diferentes polvos de oro que la vida puede
ofrecerles. Polvo aurífero, polvo seminífero.
Polvo de oro es el orgasmo donde la vida y la muerte juegan
con quienes se atreven a surcar las aguas y los cielos de ese mundo siempre por
descubrir, siempre por maltratar.
Pero la novela va mucho más allá. Es ese más allá donde el
mito y la realidad se reúnen para mostrar el poder del misterio y el peligro instalados
en el aire y en el agua. Esta es una escritura que retorna a un tema olvidado:
la fuerza telúrica de la naturaleza y la fuerza hipnótica de los elementos, a
los que se le suma la porfía aventurera del ser humano, quien explora en
procura de descubrir los más escondidos lugares habitados por riquezas
vigiladas por el magma del tiempo, ahora explotadas indiscriminadamente por
quienes son los dueños del poder político.
2.-
Polvo de oro, polvo de río, polvo de aire, polvo de tierra,
polvo de luz, polvo de sangre, polvo de miedo, polvo de selva, polvo de sol, polvo
de malaria, polvo de luna, polvo de estrellas, polvo de semen, oro de Guayana,
oro del Orinoco, oro del Caroní, oro de Macagua, oro de los tepuyes, oro del
miedo, oro de aves, oro de los muertos, oro de la magia, oro del misterio, oro
de huesos, oro de carne, oro de niebla, oro de ojos, oro de tentaciones, oro de
muerte, oro de vida. Oro de nada. Oro.
3.-
El Dorado en los ojos nuevos de quienes son el pasado y el presente,
juntos, domados por el tiempo cósmico. Los personajes que Marrero Higuera
imagina se presentan como un futuro que avanza hacia el pasado. Walter Raleigh
redivivo, fantasma de la invasión y la poesía. Oro de los relámpagos desde un
avión que planea sobre la antigüedad de esa tierra donde pernoctan la aventura
y las desventuras. Valentina pilota un avión pequeño, de carga y pasajeros,
desde donde mapea el mundo aborigen, el mundo de la magia y el mito.
Las primeras palabras que comienzan esta novela:
“Aún dormida pudo sentir las ráfagas de energía que
entrelazaban sus dedos como mano de luz.
Algo más fuerte que la propia vida musitó en sus oídos:
“Valentina, cuando dos espíritus se acercan tanto el uno al otro, se comunican
por el tacto; es como si intercambiaran impulsos eléctricos (…)
Valentina era gente de los cielos. Ese día llegó al Aeroclub
justo a la hora en que se abría el bar. Lucía tranquila, pese a lo reciente de
la tragedia de su vida. Allí se encontraban sus amigos, a los que dirigió
preguntando directamente:
-¿Cómo se hace dinero fácil con un avión? Me pagaron una
deuda con uno, y ando escasa de fondos. La finca está llena de deudas, la mitad
expropiada y la otra invadida; la verdad es que no sé qué hacer. Vamos
directamente a la bancarrota. Ya estoy pensando en tirar la toalla”.
Y la novela empieza a asomar la realidad de un país tomado
por asalto, convertido en una mina, en una selva contaminada. Transformado en
un saco sin fondo.
4.-
Polvo de lágrima, polvo de ensueños, polvo de pesadillas,
polvo de heridas, polvo de dolor, polvo de vientre hinchado, polvo de vulva
hambrienta, polvo de útero, polvo de pelvis rota, polvo de caída, polvo de
cuerpos podridos, polvo de olvido, polvo de cenizas, polvo de tiempo perdido,
polvo de pasos borrados, polvo de altura, polvo sin fondo. Polvo prohibido.
Polvo de oro maldito. Polvo del polvo. Polvo de oro del Caroní.
5.-
Aterrizar una avioneta en una estrecha calle invadida por el
barro, encharcada, es toda una proeza. Venir del aire y desplazarse por la
tierra antigua para dejar constancia de una porfía. Establecerse un tiempo en
un burdel con título cuya metáfora recoge sexo, erotismo y riesgos es igual toda
una proeza. Y desde el mismo instante del aterrizaje se abre el mundo donde
Valentina es la representación de una historia que ha sido recorrida desde hace
siglos, desde los días de la colonización, de la invasión de españoles e
ingleses hasta este ahora donde el llamado Arco Minero es el ojo de un huracán
de ambiciones, crímenes y persecución contra los nativos.
Novela que describe los elementos donde se mueven los
actantes. Novela que se cuenta desde ella. Desde el pasado y desde el presente.
Novela de una poética de la novela:
“Casi todos los personajes de los cuales hablo son seres
excepcionales, gente del aire, del agua, del fuego de la tierra (p. 34) (***)
en los misteriosos caudales de un río que se hará verdad en la pasión de los
personajes” (p. 35).
Y desde esa perspectiva: “Valentina comenzó a narrar la
leyenda de los grandes ríos que la rodeaban, en cuyas proximidades solía
aterrizar”.
Caronicuar, Caroní, y Orinoco, personajes que representan la
unidad: “Orinoco hombre y Caroní mujer”.
El río habla para decir de Cachamay. El río palabrea para
informar que “Caroní llegó a las aguas del Cachamay”. Una llovizna permanente
cobija el paisaje. Polvo de agua, polvo de oro. Polvo eterno.
Y una mujer que cuenta su pasado prostibulario. Sus amores y
su venganza. Tierra de delirio y delitos. De fiebres y malaria. Tierra de
Canaima, de cielo abierto. Tierra de “Gente del río, gente oscura y ningún mar
que recuerde”.
Hombres de ensueños, de marcas en la sombra y en la luz de
los metales, de las piedras que refulgen en los tepuyes y cuevas donde comenzó
el mundo. Y Wenceslao, el de carne y hueso, el de coito y polvo de oro para el
cuerpo. Mientras tanto, la voz de Walter Raleigh relampaguea en sus sobresaltos
verbales.
La voz de Valentina:
“Ahora que estoy en este sitio, me siento el vientre de
Guayana. Por mis venas corre la sangre de Caroní, añoro las caricias de
Orinoco, lo busco desesperada y no me doy tregua en ello. Vuelo en mi avión y
rastreo sus orígenes, sus leyendas, veo el dedo de Dios que lo traza sobre el
macizo duro y pétreo, para aplacar la sed de sus habitantes” (p. 65).
6.-
Fantasmas de la selva. El pasado enclaustrado en el presente
de quien sueña, conversa e interactúa con personajes de tiempos remotos.
Valentina asaltada durante sus sueños por el ruido de los metales de los
conquistadores, por la mirada aguda del pirata y poeta inglés, por los chamanes
que por las noches aparecen y hacen de la selva un mundo de maravillas, de
miedos.
Los tiempos se trastocan, se tocan: el presenta se funda en
el futuro y regresa al pasado. Y así, el Caroní se convierte en un centro de
atención mundial a través de la construcción de las cinco centrales
hidroeléctricas del Guri, en el cañón del Nekuima. Y el lugar, siglos atrás,
toma nombre de los indios Guayanos, cuando Juan González, en 1532, conquistador
español, se llegó a las boca del Caroní. Y más tarde Antonio de Berrío funda
Santo Tomé de Guayana. Tiempos enlazados, ambiciones que el tiempo no ha borrado:
el Dorado del engaño y el Dorado de la realidad. El Arco Minero, el Dorado de
este hoy donde la corrupción y el asalto nacional e internacional es el legado
de una demencia. Pemones y naturaleza vegetal, las serpientes acuáticas, el
Roraima: víctimas de esta intromisión de personajes que han hecho de la selva
un caos. Y todo porque “el río Winocapora, que es el Caroní arrastrando mucho
oro en el arrebato de sus saltos…”. La voz de Raleigh en la conciencia de
Valentina. Polvo de oro, polvo de sueños.
Y del mito esta declaración: “En el lugar de su nacimiento
reina Canaima, el dios malo, el tenebroso, el que se esconde en los saltos de
agua, el dios de la muerte”. (p. 88).
La diosa Malawi, la mujer sombría, vigilada por las
tinieblas de los tepuyes. Y Kukenan, el hermano perverso de Roraima. El
principio del mundo, la edad remota de la tierra: el oro escondido, el polvo de
la ilusión. Y los Makunaimas, los ancestros pemones. La desviación del río
Macagua para poder empozar el agua y fundar un lago que sirva de acopio para
poder construir la presa. Y los duendes, fantasmas y las sombras a la
expectativa. El eterno sueño: “el futuro estaba en el presente”.
El relato es muy rico en anécdotas: Marisol Marreo Higuera
cuenta con todos los detalles, no deja cabo suelto. Valentina la guía. Ella
podría ser Valentina. Antonio de Berrío, otro acompañante. Escritores de la
selva, porque no la olvidan, la dejan escrita en los mismos petroglifos que sus
ojos advierten en la maraña de los arbustos, en las piedras desnudas bajo el
sol y bajo el agua.
Un referente/ abuelo de Antonio aparece como novelista,
quien trabajó la magia, los mitos y la realidad de la selva. A este cronista se
le atraviesa la mirada de Gallegos, quien se adentró en Canaima y la compuso
como un gran cuadro en el que se precipita una gran cosmovisión.
Pero todo comenzó en un burdel, en esa metáfora que recoge
la entrepiernas de unas putas y la elegancia de unos visitantes venidos de
Europa, también prostitutas, chulos y aventureros que llegaron a buscar el oro,
a pulverizar cuerpos a través de orgasmos repentinos y a sufragar con la vida
la porfía de andarse entre tepuyes, cuevas, alturas y bajíos de la Guayana.
Valentina soñaba. Es también un sueño, una mujer que ha
dormido con “un hombre antiguo a su lado”, con el eco viril del pasado, ese
pasado que produjo “la encarnadura al comer el merey” (p. 155), suerte de símil
que alude la manzana del Edén bíblico. Don creencias, dos génesis, dos
primigenias. El merey es el fruto de la creación, “pepita de ají picante, esa
cosita que hace disfrutar a las mujeres”. El erotismo está encerrado en esta
tesis de la creación del mundo. Hombre y mujer. Orinoco y Caroní. Dos sexos
para el relato de Kukenan. El árbol de la vida de esta otra tierra.
Y así, para más iluminación:
“Yo solo escribo de fantasmas. Me doy cuenta en este sitio,
donde escucho el lejano rumor de los ríos subterráneos, esos ríos de los cuales
él me hablaba”. (p. 167).
La poesía es un legado oral:
“Los indios dicen que lo verde nació en una noche, y que al
despertar todo había cambiado. Al rocío de la mañana lo llamaron saliva de la
estrellas; a las lágrimas que corrían por mis mejillas guarapo de los ojos, y
al corazón que me dolía, semilla del viento. Para consolarme, me decían que el
alma es el sol del pecho, y que ella, lamiendo mis recuerdos, sería la
encargada de curarme” (p. 167). “La lengua del caos original, del gran
estallido; mágicas palabras que parecen pedazos de cielo pegados a la boca, en
los senderos, en las monstruosas grietas que te tragan si te acercas mucho o si
el viento te empuja…” (p. 169).
Se define la voz, la voz plural de Valentina o de los
fantasmas que la habitan:
“Y yo era eso, aire. Y venía de los cielos” (p. 179).
Poesía que narra y poesía del silencio. Poesía aérea. Y
poesía del agua. Un mapa acuático que se refleja en el cielo.
7.-
Cada capítulo es un registro de la geografía, tanto de la de
abajo como la de arriba. Valentina vuela sobre las minas. Y Antonio Baamonde,
un vuelo onírico, amoroso, corporal, ventral, aéreo, en la vida de esta mujer
que acciona y narra, que cuenta y ordena una escritura que al final se vierte
declaración de una poética vital. Es decir, el personaje, los personajes,
llegan a formar parte del “acto cosmogónico de la creación del mundo” a través
de la memoria de los habitantes de la región, delos fantasmas que ambulan por
las cuevas de los tepuyes y por las aguas misteriosas de los tantísimos ríos de
la región.
La voz del personaje narra:
“En todas las culturas, meditaba yo, el simbolismo del vuelo
siempre expresa la abolición de la condición humana, la trascendencia y la
libertad. Lo que más sorprende del “vuelo mágico” es su arcaísmo y su difusión
universal. Es uno de los temas más antiguos, y se encuentra en todas partes.
Estrictamente hablando, nos e trata de un vuelo, sino de una trayectoria
vertiginosa, mayormente horizontal…” (p. 211).
Alucinante, el río continúa su curso en el mismo curso de
los personajes, de allí que “el agua tiene memoria”, guía, conduce: “el río
hacia otro río” (p. 233).
La selva, esa mole memoriosa por estar surcada por tantos
ríos, es también un complejo sistema arterial por donde circulan los tantos
mitos que el hombre de hoy no ha terminado de descubrir. Y del misterio, la voz
y el eco de los fantasmas del sueño, la voz de los muertos, la del dolor que
Valentina y sus pasajeros llevan siempre como valijas. Oro cochano en los ojos.
Polvo de oro en la mirada.
Y para dejar constancia de la realidad, el nombre de Raiza
Ruiz, aquella médica que se perdió en la selva producto de un accidente aéreo.
Y la piedra Kueka, tan nombrada hoy, que regresó al predio de los pemones desde
Alemania, país al que fue llevada y que produjo un revuelo local porque la
separaron de su pareja ancestral.
Tanta profanación, tanto vuelo rasante, tanto
desquiciamiento. Así se vierte el destino, el que se desplazó al centro del
país, a la costa del estado Vargas: la tragedia que dejó una herida que aún no
se cierra, y que mostró el lado perverso de un supuesto proceso revolucionario
que no admitió la ayuda internacional para salvar vidas y propiedades.
Esta novela no termina de cerrar sus páginas. Polvo de oro,
polvo de tiempo, polvo de cielo, polvo del polvo, polvo de nada, polvo de todo.
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