Revista Agulha: Poetas hispanoamericanos del siglo XX

 







01 | Entre las diversas funciones del lenguaje, es probablemente en la creación poética donde presenta mayores singularidades, alejándose del universo utilitario. No es nuevo que se intente explicar la especificidad del lenguaje poético, pero es precisamente a partir de principios del siglo XX cuando se concreta esta preocupación con las teorías de los formalistas rusos y la renovación del metalenguaje crítico, desarrollando una teoría de la literatura como ciencia del texto.

La construcción de un lenguaje que ejerza una función poética implica prácticas discursivas con diferentes relaciones entre los subsistemas lingüísticos (fonológico, sintáctico, semántico), con el fin de valorar el texto. Se puede pensar en el uso de diferentes figuras retóricas para lograr tal función poética (metáfora, hipérbole, antítesis, aliteración etc.), cabe recordar que el lenguaje cotidiano en ocasiones acaba también aportando estos recursos, pero se queda estancado en el nivel denotativo, sin fuerza significativa porque no supera la previsibilidad (Ricoeur).

Entonces, ¿cuándo el lenguaje realmente juega un papel poético? Cuando lo común se supera con lo inédito, cuando el mensaje se elabora de manera innovadora. En el poema, la forma y el contenido se conciben a través de nuevos arreglos para demostrar el placer estético en el lector (Jakobson).

Pensemos, por ejemplo, en el caso específico de la poesía surrealista, donde tenemos la celebración múltiple, que reúne, al mismo tiempo, la chispa –que destruye el lenguaje estereotipado–, que provoca el juego de asociaciones contrastadas, y la chispa –que crea un nuevo lenguaje– que desencadena el choque de símbolos subjetivos. Los dos movimientos forman uno, a la luz de lo maravilloso, en la convulsión de la belleza. (Dupuis) Así, el Surrealismo lleva su lenguaje más allá del lenguaje condicionado de la vida cotidiana. Resalto aquí el deseo del Surrealismo por la emancipación del sujeto a través de la liberación del lenguaje.

Así, el lenguaje poético presenta un aspecto único que lo ubica en el universo de la libertad, un gesto de reescritura del mundo.

 

02 | El pasado 17 de agosto, Floriano Martins participó en otra valiosa edición del Salão do Livro do Piauí (SALIPI), donde habló con el público sobre algunos detalles preciosos de la tradición lírica en Hispanoamérica. Le sugerimos que nos recordara un poco sus reflexiones sobre la percepción de la literatura de Hispanoamérica en nuestro país.

 

FLORIANO MARTINS | Brasil y América Latina: baile de máscaras

El mercado editorial (limitémonos a Brasil, donde ya tenemos bastantes problemas) se divide en dos estimaciones referentes a prosa y verso. Este simplemente no funciona, mientras que la otra se adapta a todo. Siempre ha sido así, por lo que no hay motivo para asombrarse. El mismo comportamiento existe tanto en relación con la producción nacional como con la entrada de autores extranjeros. Incluso podría decir que no se trata de falta de criterio, sino de un criterio estrictamente financiero, de retorno inmediato, si no fuera por la forma confusa en que se ofrecen los valores en venta. La misma ausencia de colecciones dedicadas a una u otra vena de la literatura ya es un reflejo de la falta total de un objetivo literario. Tampoco es un retrato actual de Brasil, ya que ese ha sido siempre el escenario de nuestras librerías, mucho antes de que se convirtieran en simulacros de tiendas de conveniencia, hasta su casi total desaparición. Podríamos evocar una relación intrascendente entre el Estado y el mercado privado. En este caso, el Estado cometería un doble error: por no ser un Estado editor y por ofrecer exención de impuestos a los libros que en nada contribuyen a las necesidades culturales del país. Es decir, la ausencia de reglas legítimas por parte del Estado, incluida su acción indispensable como principal responsable de la recuperación de los acervos literarios, deja libre el mercado privado para abastecer estantes con un enjambre de sub-literatura, sea brasileña o extranjera. Pero insisto. No hay nada nuevo acerca de esto.

Estrictamente hablando, no mejoramos ni empeoramos. Es un proceso estancado, intocable, cuya impresión de mejora o deterioro está directamente relacionada con aspectos como la demografía, la tecnología y la amabilidad. Un país con un abismo social muy profundo, una insuficiencia educativa temeraria y un sentido oportunista resultante y suicida de nuestra élite intelectual, nada podría ser diferente. La disparidad entre el poder adquisitivo y la mínima calificación cultural explica una parte sustancial del problema. Y ante la ausencia absoluta y criminal del Estado, el mercado privado se comporta como un gigoló. No hay otro término y tampoco sorprende.

 

En este escenario, lo que tenemos que hacer aquí es evaluar qué tipo de comportamiento tendría el mercado editorial en relación con la literatura latinoamericana. A menos que nos guiáramos por una ingenuidad beatífica  la ingenuidad, sin embargo, es un talento que el clero nunca tuvo  diría que sería la misma relación. Es decir, el mercado no se comporta diferente a lo que es estimulado por el Estado. No sólo la literatura, sino la cultura artística latinoamericana en su conjunto siempre ha sido un caso menor, si no del todo inexistente, a los ojos del Estado en Brasil. No tenemos programas de integración cultural a nivel continental (desde el fomento de la investigación hasta la realización sistemática de simposios y otros eventos etc.). El programa de apoyo a la traducción de la Fundación Biblioteca Nacional, por ejemplo, tiene reglas elásticas en cuanto al contenido y ínfimas en cuanto al valor irrisorio que ofrece una práctica profesional injustamente descalificada.

Las revistas literarias o culturales que se podrían evocar aquí y que, de alguna manera, contribuyen a este papel integrador, dos de ellas, una institucional y otra de carácter privado, respectivamente Poesia Sempre –que ya no existe– y Agulha Revista de Cultura, son insuficientes si pensamos en la extensión del escenario que deben lograr. Las dos plataformas, la impresa y la virtual, se pierden casi por completo, especialmente la primera, en el pantano voraz de las apuestas del mercado inmediato. Diría que la Universidad brasileña desconoce o al menos no parece conocer el papel que debe jugar, ampliando el escenario de una sociedad preocupantemente desorganizada. Pero tampoco hay nada nuevo aquí. Siempre jugamos con fuego, aunque me niego a aceptar esto como nuestra característica y que sea incorregible.

Como no reconocemos nuestro papel en una cultura local, es impensable exigir que sepamos imponernos en un entorno internacional. No lo hacemos en política ni en economía, eso ya lo sabemos, pero siempre es bueno recordar que la precariedad que determina tales inacciones tiene raíces en la formación cultural, empezando, inevitablemente, por la educación. Vieja clave política, utilizada como jerga de campaña, represaliada de las formas más criminales. Volvamos entonces al punto de partida sugerido por este encuentro. Nuestra relación con América Latina, de la que somos parte, así como con la mitad de Canadá y gran parte del Caribe. Comenté el distinto comportamiento del mercado editorial en relación con la prosa y el verso. Incluso creo que es natural, desde la perspectiva de un entorno cultural que reconoce el potencial de grandes ventas en la oferta de prosa que involucra narrativa, ensayo, entrevistas, biografías, guiones cinematográficos etc., en contraposición a la oferta de verso, que se reduce al poema y la dramaturgia. Lo que no suena natural es el enfoque en el contenido, las elecciones del mercado, guiadas por una decisión inmediata de reposición de costos, cuando se confunden bienes de mercado con patrimonio cultural.

De todos modos, en algún momento debería mencionar algunos nombres. Empiezo por la prosa, cuyos valores capitales del llamado boom de la literatura hispanoamericana fueron publicados casi todos aquí por la Editora Civilização Brasileira, por iniciativa pionera de Ênio da Silveira, vena mágica que dejó fuera algunos nombres. Aquí me gustaría referirme a la fascinante novela Isla Mágica, del panameño Rogelio Sinán, una de las grandes piezas del ciclo del realismo fantástico que no hemos tenido la oportunidad de conocer. La prosa ensayística latinoamericana nos es casi totalmente desconocida, lo que podría llevar a la falsa idea de que, además del mexicano Octavio Paz, el argentino Jorge Luis Borges o el peruano José Carlos Mariátegui, no hay pensadores en la extensión francesa y española de nuestro continente. Evidentemente que se me escapa un nombre u otro, yo mismo traduje libros fundamentales de ensayo del nicaragüense Pablo Antonio Cuadra y del argentino Aldo Pellegrini, así como traduje dos volúmenes que recopilan entrevistas concedidas por Borges a la prensa local en los países que visitó para dar conferencias.

Pero no se trata de particularidades, sino de un plan general agravante. La narrativa más contemporánea que ingresa al país ya es fruto de otra táctica, el binomio entre novela y cine. En cuanto al pensamiento latinoamericano, en la medida en que esta generalización pueda resultar algo inteligible, desconocemos particularidades de lo que sucede en cada uno de los más de 20 países que conforman esta supuesta identidad cultural, en gran medida por nuestra presunción histórica, que nos ha llevado, de alguna manera en una celda idéntica, a despreciar la cultura de los países de habla portuguesa, empezando por Portugal.

Tengo que volver al asombro al que me refería inicialmente. Esta no fue una actitud consciente de alguien que quiere conquistar un lugar propio. Era, sobre todo, la manifestación de cierta vergüenza por no pertenecer a un mundo mejor. E históricamente, el mundo mejor, al menos en la raíz del problema identificado aquí, estuvo determinado, no por el idioma, sino por la fuerza operativa de estaciones como Francia y, poco después, Estados Unidos. Todavía hoy soñamos con la representación de la literatura francesa, sin considerar el importante declive de su calidad en los últimos 50 años. Y es que no sabemos tanto de la literatura en lengua inglesa (cuya extensión alcanza a países de todos los continentes) que incluso en el caso de Estados Unidos nos perdemos en un sinfín de carencias. El cine tampoco ha funcionado como un diplomático eficaz, pues las citas destacadas de la obra del venezolano Eugenio Montejo y la sudafricana Ingrid Jonker nunca fueron revertidas en la publicación de sus libros entre nosotros.

Así que ya hemos pasado a la poesía, donde la escasez es mayor. Como el Estado se abstiene de conservar la obra completa de nuestros autores clásicos, y el único párrafo legal que constituye su defensa es la inclusión del autor en el dominio público, los raros casos en que encontramos la totalidad de una obra a disposición del público proviene del sector privado. El Estado brasileño, se entiende, no tiene cultura para ofrecer al mundo. No tenemos un patrimonio cultural que coincida con nuestra posición en un mapa internacional de consecuencias estéticas. Por supuesto, sabemos la importancia  y el reconocimiento internacional  de nombres como Carlos Drummond de Andrade, Maria Martins, Vicente do Rego Monteiro, João Guimarães Rosa etc. , pero sabemos que esos destaques nunca fueron triunfos de una iniciativa institucional. Hace poco, vimos cerrar sus puertas a una editorial brasileña, Cosac Naify, que jugó un papel de riesgo extraordinario en nuestro mercado. Cumplía una doble función, la de acoger títulos fundamentales tanto locales como foráneos. Comprendió, sobre todo, la necesidad del diálogo entre culturas, como forma de descubrirlas y fortalecerlas. Creo que esta editorial, en la misma proporción que, en otra plataforma, vemos en Agulha Revista de Cultura, estimula, al menos, la creencia de que es posible avanzar en la recuperación, mejor dicho, en la fundación de una cultura ambiente que nos permita a los brasileños identificar el mundo real que tenemos, dentro y fuera de nosotros.

 

Hubo un tiempo en que la injerencia ideológica hizo que nos llegaran algunos nombres erráticos. Nos dio la falsa idea de una América comunista. Ninguna fuerza ideológica opera al 100% y, menos aún, intercepta la actuación del entorno estético, sea favorable o no en relación con la ideología vigente. Es una tontería creer esto. Incluso los estados revolucionarios en su magnitud dieron al mundo un arte contrario a sus postulados. La poesía en América Latina tiene parámetros tan intensos, como las incursiones teatrales de Claude Gauvreau (Canadá), la épica variada según la visión de Aimé Césaire (Martinica) o Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua), la lírica desbordante de César Moro (Perú) y Enrique Molina (Argentina), los efectos dramatúrgicos de Eunice Odio (Costa Rica) y Marosa di Giorgio (Uruguay). Otros nombres que no sabemos: la pasión cruda de la poética del chileno Enrique Lihn, el laberinto verbal de un argentino fascinante: Roberto Juarroz. Puedo mencionar al menos un nombre fundamental para la tradición literaria, ya sea en prosa o en verso, en cada uno de estos países, sin olvidar títulos de ensayo esenciales para comprender su cultura literaria. Este no es el caso. No estamos aquí para reparar un edredón mal puesto.

Me parece que la idea es resaltar lo posible y lo imposible en esta relación entre Brasil y América Latina. Una síntesis diría que es lo posible hecho imposible. Esto no nos ayuda en nada. El daño ya está hecho. La pregunta es, si el tema despierta interés, qué podemos hacer a partir de ahora.

Son dos, entonces, los desafíos que tenemos en Brasil en este tema: la audacia de realizar acciones que apunten en esa dirección y la firmeza de descubrir mecanismos que garanticen su mantenimiento, su permanencia. Vamos a ejemplificar una buena ayuda:

Cuando fui curador de la 8ª edición de la Bienal Internacional del Libro de Ceará, en 2008, trajimos a decenas de editoriales hispanoamericanas a su ambiente comercial y hubo una acogida de mercado para todas ellas. Como destacó en su momento el informe general del evento, El tema de la 8ª Bienal Internacional del Libro de Ceará es La aventura cultural del mestizaje, que abarca dos comunidades lingüísticas: la portuguesa y la española, y también sus manifestaciones artísticas y culturales, totalizando 30 países ubicados en cuatro continentes: África, América, Asia y Europa. La osadía de tal alcance desplaza el foco habitual de la programación literaria de otros eventos similares, concentrándose aquí en evocar la multiplicidad de culturas y la condición mestiza de sus raíces. […] El área de expositores de la 8ª Bienal Internacional del Libro de Ceará, considerando el alcance de su tema central, contará con un número significativo de expositores también de los países involucrados, incidiendo así en una mayor integración entre la literatura en lengua portuguesa y española. Un diferencial significativo en este caso es la creación de un espacio denominado “Ilha dos Continentes”, cuya área de 234 m² está destinada a recibir editoriales extranjeras que, en general, no tienen las condiciones para participar de eventos internacionales. Sin embargo, no hubo determinación institucional para avanzar con dicho plan de integración.

Otra acción a sugerir tiene que ver con estimular la creación y la investigación, así como planificar el mantenimiento sistemático de las colecciones y la creación y renovación de espacios culturales. Tomemos, por ejemplo, FONCA – Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en México. Creado en 1989, este Fondo tenía las siguientes funciones: apoyar la creación y producción artística y cultural de calidad; promover y difundir la cultura; aumentar el patrimonio cultural y preservar y conservar el patrimonio cultural de la nación. Le corresponde, por tanto, invertir en proyectos culturales profesionales que surjan en la comunidad artística; así como ofrecer fondos para que los creadores puedan desarrollar sus obras sin restricciones, afirmando el ejercicio de la libertad de expresión y creación, según el portal de la Secretaría de Cultura de México.

Otro aspecto a destacar es la condición de Estado editor. Y aquí sería útil el ejemplo venezolano de la creación de su monumental Fundación Biblioteca Ayacucho. Justo en el primer párrafo del reportaje con el que abre su sitio web, encontramos la clara afirmación: La Biblioteca Ayacucho es uno de los éxitos editoriales más significativos en el campo cultural latinoamericano. Desde su creación en 1974 ha fortalecido su propósito fundamental: mantener permanentemente actualizadas las obras clásicas de la producción intelectual en el continente, desde la época prehispánica hasta las más destacadas expresiones del presente. Actuando con un atrevido proyecto editorial que abarca siete colecciones, destaco dos de ellas, que ilustran muy bien el tema de nuestra conversación. La “Colección de Expresión Americana”, que toma prestado el título de una obra fundamental de José Lezama Lima, tiene como objetivo ampliar los temas e intereses de las obras editadas por la Biblioteca Ayacucho a través de la publicación de libros de carácter memorialista, biográfico, autobiográfico y otros de carácter personal, así como obras de carácter ensayístico, tratando de encontrar, en los distintos registros prosísticos, una discusión sostenida y una meditación estética a lo largo de la historia de la cultura escrita en nuestro continente. Otra de ellas, la “Colección Futuro”, a su vez, está dedicada a la contemporaneidad innovadora de la literatura venezolana, incluyendo, preferentemente, antologías regionales de autores ya reconocidos y valorados por la crítica alerta, pero que requieren mayor atención y difusión. Busca, por tanto, editar escritos que configuren la obra literaria actual y que se proyecten con fuerza creadora en el horizonte de lo nuevo, donde se gestan las tendencias de la escritura continental.

Otra sugerencia sería la creación de un fondo editorial que garantizara la publicación de revistas de creación y reflexión, con una agenda sustanciosa, que informaran al entorno cultural y artístico de América Latina.

El Memorial da América Latina, ubicado en São Paulo, dio un valioso paso para estimular el conocimiento del entorno cultural de nuestro continente, a través de la creación de su Biblioteca Virtual de América Latina. Allí podemos enterarnos de lo que está pasando en diferentes países hispanoamericanos, lo que a veces es frustrante descubrir que nos falta un mínimo de seriedad y determinación para llevar a cabo acciones en varios de estos países ya existentes. Temas que van desde la profusión de revistas literarias editadas en México hasta el desempeño de REIC – Red de Editores Independientes de Colombia, así como el catálogo de ediciones impresas y su colección virtual en el caso de la Biblioteca Nacional de Chile etc. Cabe destacar que hay un mundo que bordea el infinito por delante y todos estamos de acuerdo (creo) en que la primera piedra que hay que poner es de carácter institucional.

Qué papel debe jugar el Estado, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, por ejemplo, a través de los Centros de Estudios Brasileños existentes en todas las capitales de los países latinoamericanos. Qué cuentas ha cobrado el Estado a la población en relación con tales cuestiones. Cómo los artistas e intelectuales se relacionan con este entorno. Es desde esta honda que empezamos a entender que el dilema no es solo institucional. Los horizontes de Brasil siguen cerrados con respecto a América Latina. El Estado debe fomentar la integración cultural y no lo hace. La clase intelectual debería denunciar tal ineficacia y no lo hace. Imposible, por tanto, separar el trigo de la paja, si ambos no aceptan lo que son. Concluiría parafraseando a Rubén Darío cuando afirmaba que conocer otras literaturas es lo mejor que podemos hacer para librarnos de la tiranía de algunas de ellas.

 

 

03 | Estamos muy contentos de contar, en este número de Agulha Revista de Cultura, la presencia de Celina Portella (Brasil, 1977) como artista invitada. La obra de Celina Portella impregna el universo de las artes visuales y la danza. La artista establece diálogos entre la arquitectura, el cine, la performance y últimamente la escultura, caracterizando su investigación en los campos de la representación del cuerpo y su relación con el espacio. Usando frecuentemente su propio cuerpo como objeto de experimentación, Celina combina prácticas casi artesanales en videos, fotografías o foto-objetos que desafían las características de cada soporte y la percepción del observador. Como bailarina y co-creadora, trabajó con las coreógrafas Lia Rodrigues y Joao Saldanha. Celina es de Río de Janeiro y actualmente vive en São Paulo. Estudió Diseño en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro y se graduó en Bellas Artes en la Université Paris VIII.

 

Elys Regina Zils

 

 

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