Por Luis
Benítez (*)
Hace
pocos meses, en Argentina, fue reeditado el poemario “Trinchera” (Ediciones
Culturales de Mendoza, Colección Cactus, provincia de Mendoza, 2019, ISBN
978-987-4432-56-8, 64 páginas) de la poeta Sabrina Barrego. El volumen se hizo
acreedor a una mención especial del Premio Provincial de Poesía Vendimia 2018.
Las
cuatro decenas de poemas que componen este poemario, dividido en 3 secciones,
exhiben una parejo desarrollo de la sensibilidad de la autora, quien utilizando
un discurso aparentemente sencillo se las arregla eficazmente para
introducirnos en un universo signado por la autoindagación, por una parte, y
paralelamente por la comprensión madura de los nexos que la ligan con la realidad
exterior, estableciendo una red de vasos comunicantes donde sus visiones de un
campo y el otro se entrelazan y complementan.
Así,
Barrego va más allá de lo convincente: la verosimilitud de su propuesta tiene
el sabor inequívoco de la genuina experiencia estética, aquella que proviene no
del “proponerse sentir”, sino del empirismo sin obstáculos entre la apreciación
sensible y la elaboración posterior –ya en términos poéticos- para dar por
resultado textos donde la belleza bien entendida (no como máscara) se revela,
casi tan desnuda como es, sin que lo trágico y el pathos de la existencia
contemporánea cedan necesariamente sus espacios ante su presencia.
La
joven poeta ya conoce los mecanismos escriturales que conducen a la elaboración
de una obra sólida y como su colega Denise Levertov, parece apreciar a la
poesía como una variedad de la telepatía: “But
mind and heart continue / their eager conversation” (Pero la mente y el
corazón prosiguen / su charla animada), nos dijo en “Broken pact” la poeta de
Essex, mientras que la de General Alvear, Mendoza, señala a la par: “hoy el lenguaje / me construyó una casa”.
Esa calidad telepática, es posibilidad de comunicación alternativa que con
tanta felicidad Levertov le atribuyó al género, en Barrego se plasma adecuadamente
en imágenes, sensaciones, emociones que contienen ideas y conceptos (esa
capacidad que posee el verso honrado) que de manera casi inmediata capturan la
atención del lector y, más allá de esa operación primera, invaden la
imaginación y nos trasladan a situaciones en apariencia simples, pero que se
revelan por el arte de la autora como recipientes de un sentido poderoso. Aquí
no podemos hablar de lo unívoco, sino de una polifonía del sentido. La poética
de Barrego es develadora de multiplicidades: como en el famoso cuento de Hans
Christian Andersen nos muestra al rey desnudo y también las implicancias de esa
revelación, ya que actúa en varios planos a la vez. En su poema “Las Heras”
(incluido en este volumen que nos ocupa, págs. 14-15) parece estar hablando del
gallinero que tenía su abuelo y efectivamente, también se refiere a eso; pero
al octavo verso ya señala Barrego la “anomalía” que conduce al despliegue de
otros significados para lo mismo: las aves que alberga dicho gallinero: “tenían un corte de tijeras / en las alas /
y yo no sabía por qué.”, refiere como al paso, y remata esa sección del
poema hábilmente: “las manos de mi abuelo
/ eran filosas como las de Dios.” Luego sí da remate efectivo al poema,
ampliando todavía más el radio que abarca el conjunto: “recuerdo el gallinero / con desesperación: / las palomas, / las
gallinas, / juntas como hermanas / en la quinta de mi abuelo.”
Como
el poeta argentino Juan Laurentino Ortiz, Sabrina Barrego no elude mostrarnos
de qué manera tan íntima la belleza del mundo convive íntimamente con el horror,
la precariedad y la injusticia, hora tras hora y en todo lugar y ello no hace
más que acrecentar los alcances de su poética. Elegí estos fragmentos de
“Trinchera” como ejemplos de lo antedicho, porque me pareció el modo más
práctico y directo de intentar siquiera aludir a algunas de las capacidades de
su arte, pero en todo el poemario las imbricaciones –estas y muchas otras más-
entre elementos supuestamente opuestos abundan y ninguna será desperdiciada por
el ojo atento del lector del género. La superposición de lo entendido como
antitético en Barrego no es una mera estrategia literaria, sino otro rasgo de
su honestidad intelectual y sensible: es lo que ella ve y eso que ella ve es lo
que nos muestra.
“Trinchera”,
de Sabrina Barrego, confirma que la poesía argentina está en buenas manos.
La autora
Sabrina
Barrego nació en Luján, Provincia de Buenos Aires, en 1987, y actualmente
reside en General Alvear, provincia de Mendoza, desde donde viene desarrollando
una activa participación en propuestas culturales. En 2016 editó el poemario de
referencia por el sello Mar Adentro, así como textos de su autoría en blogs y
medios virtuales, participando además como editora invitada en la revista “El
Viajero Indeciso”, de la Secretaría de Cultura de Mendoza. Es editora de la
revista “La Intemperie” y del fanzine “El Día de la Vieja” y lo fue de “Estepa”
y “Errante”. Forma parte de la red Feminoise Latinoamérica, con artistas
mujeres no binarias, lesbianas y trans.
Así escribe Sabrina Barrego
2.945
a D.L
el epitafio de un dique
inscripto en una placa de metal.
la tristeza invernal
de las lamas muertas
en la orilla del río
y el río que
llega con los colores de la tarde
cuando mira al cerro.
el otoño
se extingue
en el follaje
con la caducidad
de los juegos de la infancia.
la medida del tiempo
es el chico que
toma agua de la canilla;
ese instante de belleza plena
de su boca bebiendo
y de las gotas golpeando
contra la tierra
—yo lo miro enrojecida
como ocultando un amor—.
y la brisa, viento casi,
y el infinito a su lado.
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(*)Luis Benítez nació el 10 de noviembre de 1956 en
Buenos Aires, ciudad en la que reside, capital de la Argentina. Es miembro de
instituciones de su país, Estados Unidos, Grecia e India, y ha recibido el
título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con
sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Obtuvo, entre otros, el
Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, Uruguay,
1996), el Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996), el Primer
Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003) y el Primer Premio
Internacional para Obra Publicada Macedonio Palomino (México, 2008).
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