Poemas de Crhistiane Dimitriades (más un texto)





De El eterno retorno
                  
Afuera el tiempo loco 
hurta y devasta incluso
lo imperceptible

Podría abrir la puerta
y abandonar esta circularidad
                               que nada modifica
lanzarme a las calles
                                exponerme
sin temor de errar el doble seis
_____________

Mis ojos
solitarios  pasillos que esperan  
                                            una imagen
atravesará la escala fatal del claroscuro
______________
El tiempo se detiene
                                          derrama una gota
y yo me quedo navegando

De Encuentros del poeta con el psicoanalista

Monodia

Mi voz
perdida y recobrada
Mi voz
a solas
Mi voz
juego de voces
Mi voz
olvido y alegoría
Mi voz
sin grafía ni escritura
Mi voz
ante el hombre que ha nacido de mi voz
Mi voz
tejido, membrana, hendidura
Mi voz
defensa y abandono
Mi voz
corpórea y difusa
Mi voz
la que finge y oculta las voces
Mi voz
paraje de sombras

Mi voz
ocasión de la ausencia
Mi voz
riesgo y aventura
Mi voz
puente y muro
Mi voz
hilo en tu oído laberinto
Mi voz
se contiene, desea
Mi voz
regresa, desmiente y acusa
Mi voz
ritmo y agonía
Mi voz
no evoca, ejecuta
Mi voz
atraviesa el tiempo
y el tiempo es sólo un argumento de mi voz
Mi voz
frontera, palabra

Crónica de un desencuentro

Algunos encuentros, una vez consumados, permanecen difusos e inacabados en la memoria  frente a otros que han tenido un final concluyente y revelan una forma dramática, diríase casi clásica. Su desenlace es comprensible en nuestra conciencia. Los primeros adolecen de estructura y, por supuesto, de toda justicia poética. Tienen la cualidad de lo atmosférico. Su trama es inasible, y su singularidad y belleza están envueltas por el misterio de las obras inconclusas como “La piedad” de Tiziano; “El arte de la fuga” de Bach; “El último magnate” de Scott Fitzgerald; “El otro lado del viento” de Orson Welles o “Los primeros rayos del sol naciente” de Jimmy Hendrix; por citar algunos ejemplos conocidos. Pero ellos han sido truncados debido a un elemento externo e inexorable  como la enfermedad y la muerte, y no por la voluntad propia del artista. En cambio existen otros que han sido concebidos deliberadamente a partir de lo non finito, expresión italiana acogida por las teorías del arte para señalar  algunas creaciones cuyos autores voluntariamente eligen la imperfección, los rasgos indefinidos, imprecisos, o el mismo vacío, frente a los cánones  del clasicismo, a saber: la integridad, la simetría y el orden. Aunque algunos gestos manieristas ya responden a l’esthétique de l’inachevé,  esta tendencia se afianza con mayor ímpetu durante del romanticismo, pasando después al impresionismo y luego a las vanguardias y al arte contemporáneo.

Regresando a la cuestión inicial, la de los encuentros non finitos o inacabados, ellos nos recuerdan algunos elementos propios de la arquitectura como las escaleras que no conducen a ninguna parte o  las ventanas ciegas, que en la literatura hallan su figura en el oxímoron, porque todo encuentro inacabado resulta ser una paradoja y constituye, finalmente, un desencuentro. Si nos remitimos a una de las obras más relevantes del impresionismo, "Impression, soleil levant" de Claude Monet, lo que nos perturba es no saber con certeza si la realidad del cuadro tiene mayor peso en el mismo reflejo del agua o en lo que acontece en la superficie. Y también los brumosos mares de Turner, cargados de una luz que disuelve los contornos,  cuya imprecisión los torna enigmáticos y arcanos. O bien,  el vacío inmerso en la solidez de una piedra esculpida, el blanco ante la información del universo cromático,  o el silencio, como pausa en un mundo saturado de palabras.  La ausencia de bordes, lo híbrido de las fronteras, la ingravidez, son, en definitiva, consustanciales al cruce azaroso entre dos individuos, del que solamente quedan rastros de lo vivido en el recuerdo, duplicándose en una suerte de fragmentos dispersos, episodios incongruentes, bocetos fallidos, incapaces de construir un tema, una historia.


*Christiane Dimitriades, es venezolana, de origen griego, nace en Egipto, El Cairo. Llega a Venezuela a los tres años de edad tras el conflicto de Suez. Es Licenciada en Filosofía  y luego profesora de Estética en la Escuela de Artes -fue su directora entre 1993 y 1996-  de la Universidad Central de Venezuela.

Ha publicado poesía y ensayos sobre arte y filosofía en diversos periódicos y revistas especializadas del país. Es autora de los poemarios Del eterno retorno   (La draga y el dragón, 1987) y de Encuentros del poeta con el psicoanalista  (Fundarte, 1991).  En 1997 publica una novela Sabath (Grijalbo) y, en el 2001, Mínima antología de estética  (Fondo Editorial de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela).

En proceso de publicación, por Oscar Todtmann Editores, el poemario Voz de fondo que reúne textos escritos desde comienzos del año 2003 hasta nuestros días.

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