Juan Guerrero (*)
Por años he imaginado a Cubagua.
La veo de lejos. La he soñado en blanco y negro.
Iluminada en sus orillas por la
ardentía. Y entonces destellan brillos que apenas iluminan
la calle principal, empedrada,
mientras en lo alto las casas de “cal y canto” mantienen
encendidos sus faroles. La
ranchería de estacas y techos de paja que fue en sus inicios, ha
dado lugar a edificios con
paredes de ladrillos y techos con tejas.
Es alta noche y los poetas,
abrazados, caminan alborotando los perros mientras la
ventisca aumenta. Miro esa escena
en blanco y negro. Esa semi oscuridad de la inmensa
noche de la historia.
Es la primera ciudad con escudo y pendón.
Nueva Cádiz de Cubagua se la llamó. Un
embarcadero donde han llegado
libros, vino e instrumentos musicales. Acaso vinieron en
las bodegas de la carabela San
Lázaro.
Pero ahora los poetas celebran,
sentados en la mesa de madera, en el palacete de Jorge
de Herrera, la llegada de los
libros de San Gregorio, los cuatro textos de Cartujano, dos
más de caballerías. Tres hermosos
libros de Lucio Apuleyo, las Fábulas de Esopo, y
también las novedades de libros
de Erasmo. Y ríen cuando se enteran de las picardías en
las historias que comparten, de
las novelas de Juan Bocaccio.
En cada esquina de la mesa los veo. Bartolomé
Fernández de Virués, alto y fornido. El
“bien quisto” Jorge de Herrera.
Fernán Mateos y Diego de Miranda. Este último de
misterioso nombre que “tal vez”
esté emparentado con el personaje del Quijote, como el
Caballero del Verde Gabán, con
quien Alonso Quijano se topó en una de sus salidas.
Son estos cuatro, los
poetas-soldados que aparecen mencionados en el largo poema de
Juan de Castellanos y de quienes
apenas quedan sus nombres y una mala estrofa, de
Herrera, en español antiguo, en
el horcón que soportaba la entrada a su elegante morada:
“Aquí fue pueblo plantado / Cuyo
próspero partido, / Voló por lo más subido; / Mas
apenas levantado / Cuando del
todo caído. / Quien examinar procura / Varios casos de
ventura / en humana casta, /
Aquesto solo le basta / Si tiene seso y cordura.
Esa imagen como una antigua
fotografía en blanco y negro se ve borrosa y apenas se
distinguen pequeños puntos
luminosos. Apenas uno que otro rostro. Una mano que
sostiene una copa. Otro rostro
que susurra al oído de un compañero. Y a lo lejos la
luminosidad de la mar. Esa mar
que va anunciando la primera catástrofe. La ventisca que
aumenta y trae lo ciclónico.
Quizá primero un movimiento sísmico y después el
maremoto.
Fueron ellos la ilusión que
iluminó de poesía los terribles días de una isla que inauguró
el comerció perlífero en el Nuevo
Mundo. Fueron ellos nuestros primeros poetas que
iniciaron en Cubagua la historia
de la poesía venezolana. Fueron esos cuatro nombres,
cuatro ángeles armados con
espadas, escudos y libros, quienes fundaron la historia de una
cultura que después continuó con
el misterioso Fernán de Ulloa, de quien jamás ha podido
ubicarse su oda a la fundación de
Caracas.
También he de mencionar a Pedro
de la Cadena, quien, con su épico poema Los Actos
y Hazañas Valerosas del Capitán
Diego Hernández de Serpa escribe, hacia 1563, el primer
poema de tema venezolano y el más
extenso de la literatura en lengua española,
conformado por 145.000 versos.
Después siguieron los bardos que
transitaron las aguas del río Apure, desde los llanos
occidentales hasta la
desembocadura del Orinoco, llegando hasta Angosturaña, en voz
indígena. Fueron Miguel de
Ochagavia, Alonso de Padilla, Juan Pacheco Quiñones y
Viloria, Pedro Padilla, Cristóbal
de Vera, Juan Jaraquemada, junto con fray Jacinto de
Carvajal, hacia 1647, en la larga
travesía, desde Barinas hasta la hoy Ciudad Bolívar, y
entre cuentos, recitales, cantos
y música, descubren el extenso territorio llanero hasta la
Guayana.
De estos juglares apenas quedan
sus nombres. Una estrofa, acaso un verso. Ellos han
sido nuestra referencia para
acercarnos a esa noche enselvada, primaria y telúrica.
Sea este un brevísimo resumen para recordar a
nuestros primeros poetas. Bardos,
juglares, seres de la eternidad
que viven entrelazados a nuestra memoria y engrandecen
el alma de nuestra cultura
venezolana.
(*) camilodeasis@hotmail.com TW
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