Por Valeria Badano
(*)
Las obras dramáticas de Cristina Esccofet reunidas en el libro Teatro. Memoria y Subjetividad, que publicó la editorial Nueva Generación en
2015, conecta acontecimientos de la historia argentina con instantes
“dramáticas” de sujetos cuyas vidas se
subrayan como paradigmas de un momento, de un acontecimiento de la historia.
Los personajes se presentan de modo tal que se fortalece la cuestión dramática,
física y subjetiva presentes en el hecho dramático.
Teatro. Memoria y Subjetividad se trata de un libro que
reúne seis piezas breves en las que participan personajes de la historia
argentina.
En estos textos de Escofet coloca en un rol protagónico a personalidades
de la historia argentina generando a partir de ello una subversión ya que la
historia conocida cambia de rumbo cuando quienes la llevan adelante se vuelven
otros. Así es los textos diseñan una diégesis que está cargada con los
elementos dramáticos que postula la historias universales que señalan más que
sujetos, subjetividades; más que seres, sentimientos universales. Entonces, la
historia que es el genotexto articula con los elementos dramáticos que los
vuelven fenotextualidades donde la historia crece, crecen nuevas historias y en
ellas se subraya lo dramático, los efectos de la escritura dramática.
La propuesta escritural de Escofet oscila entre la memoria y la
subjetividad; en esa oscilación la feminidad cobra relevancia ya que ambas –la
memoria y la subjetividad- construyen el concepto de teatro según lo entiende
la autora: la palabra dramática se funda en los cruces del lenguaje, de la
memoria, de los cuerpos, de la escritura. Todos fundantes, todos creadores.
La voz de Escofet es una apuesta dramática que funciona como
bisagra del interdicto entre la palabra y el discurso, entre el teatro y la
historia.
Las obras dramáticas propuestas son obras de ruptura donde la
historia (el-los acontecimiento-s) se cruzan con el discurso y entonces los
discursos se vuelven poderosos más allá de los sujetos que los enuncien. Por
eso, más allá de los nombres propios (Eva, Mugica, Camila, etc.) importan las
circunstancias donde se fundan metáforas que instalan a esos sujetos; así, por
ejemplo, Camila es más que un personaje, es la voz que se enuncia.
Escofet trabaja lo dramático cargando a los personajes y a los
objetos de un matiz metafórico donde es posible reconocer cómo se dice que
aquello que se está diciendo. De este modo, la conocida historia de Camila O´Gorman
y Vladislao Gutiérrez cuestiona los
principios del patriarcado inscriptos en la historia pero, sobre todo
redimensiona las voces que anhelan decir. Los deseos de voz, se plasman en
discursos subversivos donde los que no hablaban, finalmente, puedan hacerlo.
En las historias escritas se desenvuelven personajes que resultan
alejados de la concepción realista, en los textos no hay mujeres y varones en
diálogo. Los textos se construyen a partir de la proliferación de metáforas de
modo que los textos pierden ‘consistencia’, ‘espesor’ ‘dureza’ y desarrollan
una flexibilidad que hace de esos textos un tránsito blando, conducente a los
vericuetos de la historia, haciendo de esta un vaivén de signos donde todo
fluctúa. Ante la expresa ausencia de un significado, ante la ausencia de una
voz instalada en un cuerpo concreto, se enuncian los nombres, se generan las
metáforas.
La voz de Escofet oscila entre los dichos apegados a la historia
(la historia argentina), los personajes que ‘hablan’ más allá de sus palabras
estereotipadas por los discursos de la historia y desde ellos las fisuras que
establece. De esta manera la discursividad dramática que promueve Escofet
genera rupturas reveladoras de metáforas, es decir de sentidos innovadores que
se expresan desde las subjetividades. Tal es la cuestión que la ausencia de
elementos corporales, físicos permiten la acción de discursos metafóricos.
Las historias de los textos se constituyen como signos a partir
del funcionamiento de las metáforas.
Así es como los personajes se constituyen proyectándose más allá
de su vínculo físico como signos, como elementos metafórico, definidoras
–enunciadoras- de esos signos. Así es que el personaje de Camila, por ejemplo,
es una voz que al enunciar-se crea una realidad no solo subjetiva sino sígnica,
ficcional-. De ese modo los textos se hacen complejos en su estructura no solo
lingüística sino sobre todo funcional. Las palabras de los personajes no
solamente refieren las subjetividades de esos personajes sino que son palabras
que actualizan la funcionalidad discursiva de la puesta en escena, esto es que
en tanto palabras expuestas en un texto dramático crean una instancia textual,
sígnica que se muestra como un subtexto dramático. Reconocida esta
subtextualidad se hace fuerte el sentido paratextual que explica la cocina de
la escritura de estos seis textos.
Los títulos de cada obra establece certeramente, denotativamente,
a los sujetos –los cuerpos- implicados en las acciones, sin embargo, en el
desarrollo de cada historia los acontecimientos se hacen espesos porque se
multiplican las emisiones de las voces de modo tal que las subjetividades no
solo espejean sino que se desdoblan- Así es que la voz de la mujer de “¡Ay,
Camila!” es también la voz de la historia de la mitad del siglo XIX en Argentina,
es la voz del patriarcado encarnado en el gobierno rosista, es la voz del amor
fortalecido en la libertad individual y, finalmente, la palabra dramática
creadora de realidades.
Los hechos de la historia logran resignificarse en las historias
presentadas por Escofet porque resultan atravesados por los sujetos y entonces,
Camila O’Gorman deja de ser esa mujer de la historia de la Argentina, por
ejemplo, para ser una voz, palabras femeninas que logran imponer las ficciones
que devienen figuraciones. De ese modo se resquebrajan todas las formas, así el
texto se abre en distintas dimensiones formales, esto inhibe al texto de la
organización entre texto primario y otro secundario donde se integran las voces
de la autora con las voces que esa autora da a los personajes reconocidos en la
historia. En los textos de Escofet se desdibuja la “autoridad” de la voz
autoral para colocar en un rol protagónico a los cuerpos, desde ese lugar del
cuerpo se subrayan las voces subjetivas desde las cuales se afina la potestad
de “la historia” para espesarse el sujeto en cuanto voz propia.
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(*)Nació en Luján, Provincia de
Buenos Aires, República Argentina. Es profesora universitaria en Letras;
licenciada en Letras con orientación en Lingüística por la Universidad de Morón
y especialista en estudios acerca de la mujer y del género. Es escritora. Es
miembro del Consejo Editorial de la revista Alba de América. Trabaja como
docente e investigadora.
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