por Isabel Saco
(EFE)
La Iglesia Reformada celebra el 10 de julio, los 500 años del nacimiento de Juan Calvino, pensador y líder de una de las corrientes más importantes del protestantismo, cuya huella perdura en la sociedad occidental del siglo XXI.
Calvino (Noyon, Francia) nació en 1509 y aunque su vida fue corta (murió a los cincuenta años) su figura y su prédica se impusieron en Ginebra, donde desarrolló lo esencial de su doctrina y que fue la ciudad-laboratorio en la que puso en práctica sus ideas.
Personaje poco popular y hasta antipático en ciertos círculos por la rigidez de su carácter, su extrema austeridad y la severidad con la que buscaba imponer sus ideas, fue un pensador que marcó de manera decisiva la historia de Occidente.
Aparte de la manera de entender y aproximarse a Dios, Calvino influyó en la relación de la sociedad con el dinero, en la separación de la Iglesia y el Estado, en el acceso a la educación y en la democracia.
Así, el impacto de su pensamiento se reflejó particularmente en la concepción y organización de las instituciones políticas suizas, basadas en el principio de que los representantes de los poderes públicos deben permanecer al margen de cualquier posición de poder en la Iglesia.
Otra innovación fue la defensa del derecho del ciudadano de a pie a participar en las decisiones políticas a todos los niveles, desde el local hasta el nacional.
Varios estudiosos suizos del legado del líder protestante han coincidido en señalar que Suiza, y particularmente Ginebra, serían muy diferentes a lo que son hoy si no se hubiesen impregnado y adoptado el pensamiento "calvinista".
"Sin esa emancipación del pueblo lograda por Calvino, creo que simplemente no tendríamos democracia directa", opina a ese respecto el intelectual Xavier Comtesse.
Suiza es, efectivamente, un país muy único a nivel político: los ciudadanos votan para refrendar u oponerse a decisiones de sus ayuntamientos, cantones y del gobierno central, que se caracteriza por que sus decisiones son tomadas por sus siete miembros.
Ellos, además, se turnan cada año la presidencia del país, de modo que el apego al poder y la ambición política se atenuan sensiblemente.
Pero la influencia de Calvino no se limitó en absoluto a Suiza y fue también importante en países como Alemania, Francia, Holanda y hasta en Estados Unidos, donde unos 15 millones de personas se consideran calvinistas, aunque se les conozca como presbiterianos, según Comtesse.
Calvino luchó contra la usura y logró un acuerdo para establecer una tasa de interés general del 7,6 por ciento al año, impulsó la creación de la Universidad de Ginebra y promovió un mayor acceso a la educación, de modo que la población -mayoritariamente analfabeta- pudiese leer la Biblia.
Estos son apenas algunos de los aportes perdurables del reformador y que son muy bien reflejados en "Calvin, Genève en Flammes", una obra de teatro recientemente estrenada sobre la vida de Calvino como parte de los actos de conmemoración por los 500 años de su nacimiento.
El escenario tiene como telón de fondo el "Muro de los Reformadores", donde están esculpidas cuatro estatuas de gran tamaño de quienes fueron los pioneros y defensores de la Reforma religiosa: Guillaume Farel, Teodoro de Beza y John Knox y el propio Calvino.
En ese emplazamiento, que permite que la pieza termine con un diálogo entre el actor que representa a Calvino y su estatua, transcurre la obra, de gran valor pedagógico y que busca aclarar ciertos malentendidos históricos sobre el personaje, pero que no esconde su lado arisco, severo y en ocasiones implacable.
Sin embargo, ha sido probablemente el paralelo que puede hacerse entre la degeneración social que se vivía en tiempos de Calvino, y a la cual él quería poner coto, y los excesos que han conducido a la actual crisis económica mundial lo que más actualidad ha dado a los 500 años de su nacimiento.
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