Manuel Díaz Martínez o el fervor de la poesía


Entrevista


Manuel Díaz Martínez o el fervor de la poesía

Armando Añel(NEOCLUBPRESS.COM, Miami, 7/7/2014) Poeta medular, cronista agudo de la realidad insular y su exilio, Manuel Díaz artínez (Santa Clara, 1936) es una de las figuras cimeras de la cultura cubana contemporánea. Lo conocí en Madrid a principios de la pasada década, esporádicamente pues su residencia estaba y está fijada en Canarias y solo iba de visita, pero siempre me impresionó su humanidad y calidez, su fino sentido del humor, tan distantes de la arrogancia -y hasta el desprecio- con que suelen pavonearse las “personalidades” del gremio cultural cubano. Recientemente, Alejandro Fonseca, Omar Santana y otros escritores y artistas conversamos sobre la posibilidad de que el poeta se trasladara a Miami para protagonizar uno de los Jovenaje que celebramos cada cierto tiempo. Pero hubiese sido un viaje demasiado largo, y lo desaconsejaron sus médicos. A raíz de ese cruce de correos -no voy a esconderme para felicitarme-, tuve la feliz idea de proponerle esta entrevista.
Armando Añel. “Entonces yo ignoraba / que el azar existe / y no sabe esperar”, dice usted en uno de sus poemas. ¿En qué medida cree que ha incidido el azar en su vida?
Manuel Díaz Martínez. El azar está presente en todas las circunstancias de la vida. Constantemente nos incita a tomar decisiones. Y cada decisión desencadena nuevos azares, que son nuevas disyuntivas. Pero el azar no siempre nos permite escoger. Creo que he tenido mejor suerte cuando él, me parece, ha decidido por mí. Dicho esto, confieso que le quedaré eternamente agradecido a quien me explique qué es el azar.
AA. Para la poesía cubana, Lezama Lima es un símbolo de exuberancia verbal. Usted, creo yo, de intimidad o coloquialismo. ¿Es lo mismo seducir que conmover en poesía? ¿Cree que Lezama fue un seductor y usted, opuestamente, un poeta que busca conmover lo íntimo? ¿Estaré generalizando?
MDM. Se puede seducir sin conmover, y a la inversa. Pero, en el terreno del arte, lo que conmueve seduce. Yo empecé escribiendo versos seducido por Gustavo Adolfo Bécquer, un maestro en el arte de conmover, y de conmover de la manera más diáfana y sencilla que permite la gramática de la poesía. Poco después, atraído por los barrocos españoles -a los que también Lezama rindió culto, él más que yo-, me enamoré de los jeroglíficos tropológicos, hasta que descubrí que las mejores metáforas, las que me permitían expresar lo que me interesa, me las daba la vida cotidiana. Desde entonces me he esforzado, no siempre con el éxito apetecido, en hablar de la vida con su propio lenguaje, por decirlo de alguna manera. Aunque disfruto de todo buen poema, sean cuales sean su marca y hechura, agradezco que el poema me conmueva.
AA. ¿Cuál es su opinión sobre la poesía cubana contemporánea? ¿Lee poesía del siglo XXI o se ha quedado con los clásicos?
MDM. Siempre he leído con interés a mis contemporáneos, pero últimamente, quizás por esa nostalgia imperativa que llega con los años, vuelvo con más frecuencia a los clásicos, antiguos y modernos, particularmente a los que reconozco como mis maestros. Casi no salgo de ellos. Le he dedicado poco tiempo a la poesía cubana última y por lo mismo no estoy en condiciones de emitir una opinión sobre ella.
AA. Recientemente, María Elena Cruz Varela expresaba en Miami que, en lugar de perder un país, los exiliados ganamos un mundo. ¿Usted se siente perdedor o ganador en este sentido?
MDM. Ganador, sin duda. El mundo es más que un país, aunque esta obviedad suene a herejía en los oídos del aldeano vanidoso de que hablaba José Martí. Martí, evidentemente, pensaba el mundo como un humanista, no como un aduanero.
De izquierda a derecha: MDM, Egito Gonçalves y José Agustín Goytisolo. (Foto en Turín, Italia, 1990.)
De izquierda a derecha: MDM, Egito Gonçalves y José Agustín Goytisolo. (Foto en Turín, Italia, 1990.)
AA. Usted dirigió la revista Encuentro de la Cultura Cubana siendo miembro del consejo editorial de la Revista Hispano Cubana, ambas editadas en Madrid pero distantes en cuanto afeeling político (a grandes rasgos consideradas la una de “izquierda” y la otra de “derecha”). ¿Cómo lo compaginó? ¿Qué credibilidad le merecen estas figuras retóricas “izquierda” y “derecha”? ¿Es usted lo que algunos llaman un “mediador”?
MDM. Estas publicaciones coincidían en lo medular: la lucha sin concesiones contra el castrismo y por la transición democrática. Anticastristas de todos los matices, cubanos y no cubanos, han hallado en ellas espacio para expresarse a su gusto, y algunos han colaborado en ambas, como yo. Encuentro y la Hispano Cubana tenían, afortunadamente, perfiles editoriales distintos, pero no estaban distanciadas, sino todo lo contrario: constituían una sinergia frente a la dictadura. Esto es fácilmente comprobable si se revisan las colecciones de las dos revistas. Lo demás es anecdótico. A mí no me resultaba incoherente dirigir una de ellas y pertenecer al consejo editorial de la otra porque, además de que no eran antagónicas, desde que empezaron a salirme canas en la barba no soy ni de izquierda ni de derecha, sino militante fervoroso del PSC (Partido del Sentido Común). Por cierto, un partido que en todas las épocas ha tenido escasos miembros y en el que es harto difícil mantener la militancia.
 AA. En 1967, usted obtuvo el Premio de Poesía “Julián del Casal” de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por su poemario Vivir es eso. En la distancia, ¿volvería a concursar en un certamen patrocinado por el régimen, o a participar en un evento en Cuba con el castrismo en el poder? ¿Qué opinión le merece el llamado “intercambio cultural”(*)?
 MDM. Si entonces yo hubiera pensado del gobierno cubano lo que pienso hoy, no habría enviado mi libro a ningún concurso oficial. Ese premio me enorgullece porque me lo otorgó, unánimemente, un jurado compuesto por Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Gabriel Celaya, José Ángel Valente y Enrique Lihn. Rompí con el régimen castrista hace más de veinte años, cuando aún yo vivía en Cuba, y desde entonces él y yo somos incompatibles. Cuando yo estaba en el avión que me trajo al exilio, me prometí no volver a la isla mientras el castrismo la tiranizara. Y no pienso romper mi autopromesa. En cuanto al “intercambio cultural”, lo entenderé cuando vea que deja de ser one way, es decir, cuando la vía tenga dos carriles: uno hacia acá y otro hacia allá. Y sin semáforos.
 AA. ¿Cuáles son sus planes en lo inmediato? ¿Tiene en proceso algún libro?
 MDM. Mis planes son: seguir acompañando a mis hijas todo el tiempo que se me permita; echarle unos cuantos textos más a mi nuevo libro de poemas, en el que ahora trabajo; publicar la segunda edición, ampliada, de mi libro de recuerdos Sólo un leve rasguño en la solapa; y deambular otra vez, si mis piernas lo consienten, por el París que compartí hace medio siglo con mis amigos Nivaria Tejera, Severo Sarduy y Rolando Ferrer.
(*) Se alude al llamado “intercambio cultural” entre Cuba y Estados Unidos, que en la práctica consiste en que los intelectuales cubanos que residen en la isla, incluso los oficialistas, vayan a Estados Unidos y actúen allí en tanto que a los residentes en esta nación la dictadura les impide, con raras excepciones, entrar en la isla.
SOBRE EL AUTOR DE LA ENTREVISTA:
ARMANDO AÑEL (La Habana, 1966). Ghost Writer, fue periodista independiente en Cuba. En 1999 recibió el Primer Premio de Ensayo de la fundación alemana Friedrich Naumann. Ha sido columnista de periódicos como Tiempos del MundoLibertad Digital y Diario las Américas, y editor de revistas como PerfilesEncuentro de la Cultura CubanaIslas y, actualmente, Herencia Cultural Cubana. Ha publicado las novelas ApocalipsisLa resurrecciónErótica, la compilación de relatos Cuentos de camino, el poemario Juegos de rol y las biografías Instituto Edison: Escuela de vida y Jerónimo Esteve Abril, apuntes y testimonios. Vive en Miami.

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