“El hombre del codo en la ventana”, de Jorge Aulicino
Por
Luis Benítez
Treinta y cinco
piezas de variada extensión, pero significativo peso estilístico y de contenido
conforman este nuevo poemario del consagrado autor porteño.
Tan afecto al diestro
empleo de los iconos culturales impregnantes (con magistral cuidado al evitar
que se adueñen del primer plano en toda la composición) como a facilitar la
injerencia de lo coloquial, invariablemente, en uno y otro caso, atento a ceñir
ambos recursos al sentido general de su expresión, Aulicino vuelve a dar
muestras, en El hombre del codo en la ventana, de su pericia escritural,
ya de sobra demostrada en su vasta obra poética anterior.
Esta capacidad de
dosificación y medida precisa le posibilita salpimentar sus textos de
referencias que, en otra pluma menos hábil, asomarían como incongruencias de
mediano a mayor calibre. Las inserciones que habilita su escritura están
colocadas en el sitio que él ha preparado de antemano, encajando con toda
justeza allí donde van a relevar las acentuaciones y direccionamientos que el
poeta desea sugerir a su lector. Ello, sin erigir en verso alguno el
autoritarismo de lo unívoco, todo lo contrario: Aulicino abre el juego de
billar que le propone a quien lee dando un golpe exacto para derramar palabras
del más diverso colorido con el taco de su escritura. Luego, el lector es quien
elige las troneras más próximas a su sensibilidad.
Como bien se
comprende, la partida sería peligrosa si quien da el golpe inicial no supiera
de antemano el recorrido exacto que seguirán sus inducciones. El abanico que
despliega Aulicino es amplio, amplísimo. En su vastedad, resulta más que
suficiente para incluir referencias a las artes plásticas, la historia y la
literatura universal y las propias de la Argentina; la música, los viajes, el
sesgo político, el universo animal y vegetal, la memoriosa cavilación sobre el
sentido y el sinsentido de cuanto hacemos, pensamos o intuimos; el ámbito
barrial (ausente de él todo pintoresquismo) y … ¡hasta el mundo de la
historieta! La enumeración podría continuar casi sin final, dado que es tanto
lo que contiene, sugiere y silencia (esto último, para que así esté todavía más
presente) El hombre del codo en la ventana.
Hay un clima, siempre
hay un clima en cuanto escribe y nos dedica Jorge Aulicino, sostenido y
constante. Es esa atmósfera de profunda observación de las cosas y los seres la
que nos coloca en los zapatos de ese hombre que escruta lo exterior y asimismo
su interior desde una “ventana” que franquea el paso en una y otra dirección, no
por separado, sino simultáneamente: de ahí el asombro al leer este volumen
breve, pero de impactante densidad.
El humor, sutilmente
inyectado donde mejor conviene a los fines del poeta, refuerza todavía más la
capacidad de Aulicino para penetrar en mayor medida en los entresijos de cuanto
nos quiere sugerir, por complejas que resulten las interacciones que saca a la
luz, en una y otra ocasión, incansablemente y de manera muchas veces inaudita.
Esa originalidad de su factura, que alcanza para alumbrar las esquinas más
oscuras de cuanto expone, asombra porque, además, no desdeña apelar a
claroscuros y medias sombras allí donde sabe muy bien que debe dejarlos hacer
su trabajo, paradojalmente, para evidenciar aún más cuando quiere mostrarnos.
No ante alguna de sus páginas, sino en muchas de ellas, es dable inferir que
aquello que parecía imposible aludir siquiera, está allí, presentado por el
poeta argentino gracias a su juego permanente de alusión y elución, dos
constantes de su poética personalísima. Era posible nombrarlo, y hasta nos
parece ahora fácil, pero solamente después de que Aulicino lo hizo.
El autor
Jorge
Aulicino nació en Buenos Aires, en 1949. Comenzó su trabajo periodístico en
semanarios de izquierda. Se desempeñó luego en agencias, revistas y diarios;
dirigió la "Revista Cultural Ñ”. Se incorporó en los años setenta al
precursor taller literario de Mario Jorge de Lellis. Tradujo a Cesare Pavese,
Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Luciano Erba, Franco Fortini, Antonella
Anedda y Biancamaria Frabotta, entre otros numerosos autores italianos. Integró
el Consejo de Dirección de "Diario de Poesía”. En 2012 reunió sus libros
de poemas en "Estación Finlandia". Ocho años después publicaría de
nuevo su obra poética reunida, corregida y aumentada. En 2015 apareció su
primera versión de la "Divina Comedia". Ese año recibió el Premio
Nacional de Poesía. Publicó dos libros de ensayos: en 2021 "Poesía y política"
y, al año siguiente, breves trabajos sobre la Divina Comedia, bajo el título
"El amor que no perdona".
Nota
(1)Barnacle,
ISBN 978-987-8952-82-6, 48 pp., Buenos Aires, 2025. www.barnacle.com.ar
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