Por Eugenia Cabral
Se discute a
menudo sobre si la poesía, por ejemplo, debe ser escrita así o asá, qué es
poema y qué no, si cumple o debe cumplir una función social o si ello no es
preciso… cuestiones difíciles de responder con carácter concluyente. Por mi
parte, solo puedo exponer esta idea: tengo la sensación de que el poema
comienza cuando, al traspasar la misma puerta por la que salimos y entramos
cotidianamente advertimos que, en el marco, la hoja o el dintel algo ha
cambiado, o descubrimos algún detalle que nunca antes habíamos observado. Ese
instante de extrañeza concita la atención y desencadena el asombro. Me parece
que escribir poemas es un proceso como ese, pero donde la puerta es la palabra.
Federico García Lorca llegó al extremo de extrañarse de su propio nombre: “Entre
los juncos y la baja tarde, / ¡qué raro que me llame Federico!” A partir de ahí, aunque nombremos lo cotidiano, aunque
el tema sea narrativo, o así el lenguaje sea tomado del habla popular, o el
tono sea de filosofía, de mitología, de historia, el texto entrará en el poema.
Entrará libro a libro de los que componen su antología con la desnudez, la
lucidez, la conmoción que implica acercarse a un arte. Y así se leen los poemas
de Alberto Boco, porque estoy segura de que es consciente de esa experiencia y titula
a este libro como Enigmática gracia de las cosas. Antología personal
& La prehistoria, historia, el presente (esa ilusión). Las cosas. Qué
inmenso depósito de conceptos es ese “las cosas”. Qué trayectoria minuciosa tendrá
que seguir el poeta hasta alcanzar a unas y a otras de esas cosas.
Esta antología cubre 23 años de
recorridas entre las cosas del querer y las cosas del saber. Entre las simples
cosas y las cosas complejas. Y no nos vengan con que 20 o 23 años no son nada,
si transcurren durante el primer cuarto de siglo de un milenio que venía
precedido de grandes esperanzas para la humanidad. Boco se ha tomado con calma
la esperanza y el desastre, esos vecinos ineludibles que trajinan por la misma
vereda que los demás transeúntes. Boco patea las calles y explora los cielos.
Entre los <Emblemas> encuentra
que hay quienes ‘levantan artefactos y cosas/ para después del derrumbe’ (“La
ciudad en su siglo”, de 2002). Es como una imagen de literatura posnuclear. Luego,
contempla que con las “Palomas en el cable de la luz” se cruzan la cultura
grecorromana con el ‘sonido de los celulares’ y que todo ello deja ‘Señales en
el gran cementerio del oeste’.
Entre 2007 y 2008 se interna en el <Paisaje
fronterizo>. Como sabemos, toda frontera es potencialmente peligrosa u
hostil. Quizá por eso lo primero que explora son los “Olfatos”. La comprobación
de que ‘los tigres no huelen un concepto’ no es una afirmación etológica acerca
del comportamiento de los tigres, sino que ‘el miedo a ellos es la cuestión’.
Sigue avanzando y se topa con el poema que da título a ese libro (“Paisaje
fronterizo”), o con el paisaje mismo: ‘algo después dos paredes alambradas y
una tierra/ de nadie’. Esos versos exponen la metonimia misma del desastre
humanitario de las migraciones forzosas desde distintos países hacia otros, en
busca de refugio o de mejores condiciones de vida. Pero ¿cómo? ¿No era que
vivíamos en un mundo “globalizado”? No obstante, la gente sigue trabajando para
ganarse el sustento y la capta en medio de un “Ruido blanco”: ‘detrás de la
reja de hierro unos hombres destapan/ caños y escuchan música en la radio’. Prosigue
transitando por reflexivos poemas y se acerca a “Esa vieja magia”: ‘…y ahora
por estos días/ la palabra cuántica y su brillo’. Es un anacronismo perfecto.
Porteño que ama a su barrio, que ama
los barrios y la gente que los habita, Boco se fija en personajes particulares.
Ahí, en 2011 describe a los humildes <Perros “cueteros” y otros
abandonos>, donde alguno hasta quizá tiene nombre propio (‘Rubén, decís,
este es Rubén’), y Boco lo hace partiendo de la premisa ‘Hay que salir de
ciertas líricas por una cuestión de respeto’. Ese verso recuerda al ‘Hablad más
bajo’ que les espeta León Felipe a los grandes poetas del pasado, posteriormente
a la tragedia de Auschwitz.
Entre 2017 y 2019, flácido periodo
en la Argentina, Boco vislumbra en el horizonte la irrupción de los “Βαρβαροσ”, es
decir, los bárbaros, denominados así por los griegos dada -según estos- su
condición balbuciente. Pero, ¿quiénes son los bárbaros ahora?: ‘Βαρβαροσ es
la ilusión de hacer ver/ con ojos ajenos/ una realidad que no es la propia’ y
‘el extraño querido es Βαρβαροσ’.
En los <Pestémidas>, de 2020-2021, la pandemia de Covid-19 ha
puesto a la humanidad frente a una alternativa fatídica. Entonces, así como en
los poemas homéricos se nombra a los atridas, Boco instituye la genealogía de
los pestémidas en esa épica y ve una “Lluvia de líridas”, o sea,
una estirpe de poetas líricos. Mientras tanto, como resultado del “Efecto
siesta”, ‘hay diferencias que hacen su trabajo’.
En 2021 se ocupa de las <Pequeñas cacerías> y, dándole ese mismo
título, observa en el primer poema que ‘el animalito (…) levantó la rana con un
golpe/ que remeda la zarpa felina’. En esa escena rescata a otra Enigmática
gracia de las cosas.
Durante 2022 y 2023 se concentra en un sujeto inusual de la enunciación,
la <Segunda persona>, que es desdoblamiento o espejo o multiplicación de
la primera, de ese yo que en lengua castellana casi nunca no es obligatorio
emplear. A esta la subtitula con el epíteto (Un intervalo entre relámpago y
trueno) y lo hace ‘Después de recorrer todos los museos de la mente’. El tú, o
el vos de los argentinos y de otros hablantes sudamericanos, a quien le dice o
con quien dialoga, resulta así una pausa, un intervalo propicio a la
construcción del lenguaje.
Los <Mudlark> que invoca en 2024 retratan a un componente social
que pese a su origen lejano en idioma y en tiempo (siglo 19) no ha perdido
actualidad. Se llamó así en Londres a los pobres que buscaban objetos de valor
en el lodo del río, algo como nuestros compatriotas revolviendo en los
contenedores de deshechos urbanos, o en los mismísimos basurales de los
conurbanos, su alimento. Pero quizá todos, todas, poetas y filósofos inclusive,
seamos mudlark de la vida y Boco señala unos posibles “Pasajes” hacia
otra condición humana: ‘saber/ pensar/ los cotos de la soberbia/ cruzar adonde
no sabemos y abrir/ los ojos a una mirada de la noche’. Otra vez, la imagen de
la puerta que se traspasa.
Para cerrar, da unos pasos atrás en el tiempo y desde 2021 nos revela al
fin esa <Enigmática gracia de las cosas>. Y esa gracia, que es enigmática
porque es suprema, solo podía hallarse en uno de los genios del arte, a quien
le dedica el poemario: Leonardo Da Vinci, aquel que ‘Trazaba con la misma
gracia el estudio sobre el vuelo/ de los pájaros/ las venas del Arno/ y los
vasos sanguíneos del brazo/ izquierdo’. La imagen tiene resonancias de las
“Correspondencias” advertidas (o intuidas) por Charles Baudelaire.
Yo tendría que haber anticipado que este comentario no podía ser o no me
sentía con capacidad para hacerlo breve, pero cierro el círculo que implica el
traspaso cotidiano de la puerta, o la puerta que de cotidiano se traspasa,
citando otros versos de esta antología de Alberto Boco, en la sección
<Segunda persona>, que transmiten la delicadeza y la extrañeza de la
experiencia poética:
‘en la
espuma de la tarde la mariposa se planta delante
tuyo
en la
flor
con el
mismo silencio con que sigues línea tras línea
una lectura’.
Enigmática
gracia de las cosas.
Antología personal & La prehistoria, historia, el presente (esa ilusión)
Poesía de Alberto Boco
Prólogo de Osvaldo
Galllone. Ilustraciones de Ida O.
Buenos Aires,
Editorial Pinap, 2025
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