El volumen reúne 13 historias de variada
extensión y fue publicado por Editorial Palabrava, de Santa Fe, Argentina, en
2023 (1).
Por Luis Benítez
Yo admiro la prosa de Verdín, pero particularmente los finales de cada una de sus narraciones breves, la parte más difícil (al menos para mí) del esquema narrativo aristotélico: comienzo, desarrollo y final, porque ella sabe darle un cierre exacto a todo lo que nos dijo antes y, en el mismo párrafo, brindarnos un giro inesperado que resume toda la historia. En un esquema tan rígido y preciso como el que implica un cuento, prácticamente un mecanismo de relojería, sin las digresiones que posibilita emplear una novela de trescientas páginas, es algo ciertamente muy arduo de concretar. Y doy dos ejemplos del libro en cuestión.
Dos
dientes plateados
Narra
la nieta la obsesión del abuelo por hacerse extraer los dos únicos dientes
naturales que le quedan y que sostienen su dentadura postiza. El dentista se
niega a hacerlo y al volver acongojado el anciano en el taxi por su fracaso al
hogar, la nieta recuerda cuando siendo una beba se cayó de la silla de comer y
su abuelo de 50 años no alcanzó a evitarlo: ella perdió dos dientes en el
accidente y cierra Verolín: “Me puse a llorar a los gritos sin sospechar que
más allá me esperaban los dentistas, los taxis, la vejez, la lluvia, el mundo”.
Un remate perfecto que cierra el círculo
temporal.
El
cumpleaños de una muchacha
Una
jovencita a punto de cumplir sus quince años solo desea morirse, porque tiene
la cara cubierta de acné y usa ortodoncia, mientras que toda su familia gira en
tomo de la fiesta con el mayor entusiasmo. En el momento culminante de la
celebración, la del cumpleaños engulle la muñequita de mazapán que corona la
torta: se engulle a sí misma.
Las
mujeres que animan estas historias de Irma Verolín son criaturas que oscilan
entre la callada desesperación, la frustración constante y la opresión
patriarcal que les cierra la boca, aunque desde luego, la procesión va por
dentro. Son personajes fuertemente existencialistas; los conflictos y situaciones
que deben afrontar no hacen más que poner en mayor relieve este factor común.
Por otra parte, se destaca, como en otras obras de la autora, el logro perfecto
de los climas sostenidos en cada una de las piezas, generalmente opresivos,
densos, impregnados de aquello que no se hace explícito pero está palpablemente
allí. Todo nos habla de soledad, de pérdida, de retroceso. Todo está sembrado
por la melancolía. El hecho de que la diégesis se desarrolle habitualmente en
lugares cerrados, como el seno del hogar, potencia notablemente el efecto buscado.
Y un detalle a subrayar es el peso del protagonista presente en todas las
historias: el tiempo. Sea porque varias de las mujeres son ya de edad, sea
porque se marca ajustadamente el transcurrir, el tiempo, entidad impalpable
pero omnipresente, atraviesa Cuentos de mujeres leves desde la primera
página hasta la última.
Un Cronos
que, como el antiguo dios de la mitología griega, efectivamente devora
a sus hijas e hijos, pero que en estas historias, fruto del talento narrativo
de Irma Verolín, lo hace lentamente, masticando vidas muy despacio, mientras
ellas, las protagonistas de cada pieza, sufren esa deglución en silencio,
guardándose para sí sus quejas, sus incertidumbres, sus desdichas y
melancolías, aunque medianamente conscientes, algunas, de que efectivamente
están siendo engullidas por ese algo inapresable que todo lo domina y todo lo
vence.
Como se desprende de lo anterior, de las
nombradas características de estas prosas, hay otro invitado inevitable en Cuentos
de mujeres leves y es lo ominoso, el Unheimlich que menciona Sigmund Freud en
su texto de 1913, titulado en español como Lo Siniestro.
Freud, que
para la citada obra se apoya justamente en la estética y la literatura referida
a lo siniestro y toma como ejemplo el conocido cuento El hombre de arena,
de Ernst Theodor
Amadeus Hoffmann, pero se afirma sobre la base de la definición
brindada por el filósofo idealista alemán Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling, señalando
que este: ““enuncia acerca del concepto de lo Unheimlich algo
enteramente nuevo e imprevisto. Nos dice que
Unheimlich es todo lo que, estando destinado a permanecerán secreto, en lo
oculto, ha salido a la luz”.
Algo escondido que aparece, lo ya conocido que
vuelve, sería entonces lo siniestro, lo ominoso. Es lo que les sucede a las
protagonistas de Cuentos de mujeres leves, gracias a la magia escritural
de Irma Verolín, capaz de producir el efecto de la irrupción de lo siniestro,
levemente atenuado para que resulte a doblemente siniestro. ¿Qué más ominoso
que comprar tres velas, como le sucede a la protagonista del cuento homónimo,
para conmemorar en secreto el fallecimiento de su único hijo, y terminar con
ellas en el cumpleaños del hijo viviente de una vecina, incluso aplaudiendo junto
con todos los presentes mientras el rozagante chiquillo de ocho años sopla
sobre esas mismas velas y las apaga?
O en otra de las historias de Verolín, titulada La
cremación, cuando la protagonista acude a la incineración de los restos de
su abuelo, acompañada por su hermano y su tío y, una vez culminada la ceremonia,
el trío termina hablando de asuntos
livianos, para ponerle nuevamente un velo a lo ominoso que acaba de hacerse
presente y les ha evocado lo bien conocido: que los tres también van morir.
La presencia de lo ominoso, muy difícil de
asentar en una narración, la maneja Verolín con la misma efectividad que el ya
citado Hoffmann,
sin necesidad de emplear “efectos especiales" al estilo de las
peores películas estadounidenses, esos que cambian inmediatamente de nivel a un
cuento o un relato. Lo concreta la autora mediante diálogos breves, situaciones
apenas sugeridas, el juego de indicios que a la inteligencia del lector no
escaparán porque son exactamente los precisos y aparecen donde deben hacerlo,
no en cualquier otra parte.
Mujeres
que saben o intuyen -en mayor o menor medida- qué es lo que les sucede y qué
acontece a su alrededor y que sin embargo se abandonan a ello, sin oposición,
sin lucha, como si el conflicto entre la conciencia de sí y su circunstancia
fuera más temible que la circunstancia en sí; leves, definitivamente leves.
Este
es el gran logro de esta colección de cuentos, de la pluma de una de las
mayores narradoras argentinas contemporáneas, Irma Verolín, y estas mis
modestas palabras sobre su obra más recientemente publicada.
Acerca de la autora
Irma Verolín nació en
la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en 1953. Publicó anteriormente los libros
de poesía De madrugada, Los días (Primer
Premio Fundación Victoria Ocampo) y Árbol
de mis ancestros (Palabrava), y los libros de cuentos Hay una nena que gira, La escalera del patio
gris, Una luz que encandila, Una foto de Einstein tocando el violín y Fervorosas historias de mujeres y hombres.
Asimismo las novelas El puño del
tiempo, El camino de los viajeros y La mujer invisible y títulos de literatura infantil. Obtuvo
diversas distinciones, entre las que se destacan el Premio Emecé, el Primer
Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, el Primer Premio Internacional
de Puerto Rico y el Primer Premio Internacional de Novela Mercosur. Tres de
sus novelas fueron finalistas en los premios Clarín, Fortabat, La Nación de
Novela y Planeta de Argentina. Ha sido traducida al inglés, al alemán, al
italiano, al ruso y al portugués.
Nota
(1)Verolín,
Irma, Cuentos de mujeres leves,
Editorial Palabrava, ISBN 978-987-4156-62-4, 122 pp., Santa Fe, Argentina,
2023.
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