LA SED DE RECONOCIMIENTO Y DE PIEDAD

 

 

                                







Por  Naudy Henrique Lucena

Richard  Gere el famoso actor de Hollywood tuvo una experiencia de conocimiento  que lo impactó emocionalmente y trastocó  sus sentidos  mientras  filmaba la película: “Time out  of Mind”, disfrazado de mendigo en una calle de New York. De acuerdo con  sus propias palabras su vanidad personal  fue afectada al no ser reconocido por los transeúntes   y  además sintió el frío de la indiferencia cuando evitaban pasar  por su lado  y    nadie  se le acercaba a darle  alguna ayuda, salvo una señora, excepción de la regla,  que le regaló un pedazo de la pizza que se estaba comiendo.  Jamás     pensó  que la realidad  era más cruel, compleja y dinámica que los mejores guiones de cine y además al entrar en sinceridad consigo mismo entendió que cada transeúnte siempre estará ocupado en  escapar  por su propia vida. Los  deseo de reconocimiento  y de  piedad pueden ser contradictorios, no son recíprocos ni progresivos y mucho menos se garantiza que tengan que ser completamente   satisfechos o   que se tenga que creer en sus fines; tampoco son  dogmas religiosos sino  ideas inculcadas, principios, reglas vetusta y revisables como el desarrollo económico universal, el liberalismo, la libertad, confraternidad, la democracia y tantos otros anzuelos ideológicos   tragados con hambre  por los pueblos.   Todos falsos pero imposibles de refutar.   Ese día aquel sobreactuado actor sintió por unos momentos  que no sólo entraba  de una manera abrupta en la profundidad  de un personaje con las  características de un mendigo sino que se salía   de  la  macro-representación social  en la cual estaban  insertadas  todas sus creencias,  conocimientos y valores. Hasta llegó a desconfiar de su éxito personal, su auto engaño sostenido por años.  Un mendigo no es solamente un sujeto  mendicante, que según la real academia española,  pide y recibe limosnas, un desvalido, indigente, pordiosero, menesteroso, miserable, pobre, vagabundo  y demás juicios del soberano sino que es como un deshecho del sistema social pero es a su vez su contradicción mayor, el engranaje del mismo sistema y su motor  es  la mendicidad, su acto esencial, su función. (Por razones de espacio este término no será aclarado).

A manera de resumen: El   leve trastorno de la personalidad del actor  le desprendió de sus anclajes y referencias; aquel mendigo  por él representado y vivido  en su acto de mendicidad  para el  cine, le dio a conocer como una revelación mística, que tenía un corazón materialista  duro, cultivado por años y que aquel  soplo fresco  de piedad lo había quebrado  prácticamente.  Cuenta que ese mismo  día ordenó  repartir  pizzas a los mendigos que por ahí estaban  y hasta le dio a algunos de ellos, cien dólares, algo así como  quinientos millones de bolívares a todos aquellos que encontraba tendido por inanición en las calles entre pipotes de basura. Por supuesto que si hubiera representado a un rico con mayor razón nadie tendría  piedad con él ni le daría algún trozo de pizza ensalivada y sería una estupidez peligrosa de su parte  el  exponerse en las calles de una ciudad tan turbulenta  llena de mendigos.  La piedad despertada en aquel actor de cine le  hizo entender que era un elegido oculto de Dios y que  mediante su representación auto-asumida de mendigo; podía ser ahora una especie de minero  social de esos que habló Víctor Hugo en “Los Miserables”  que asumen el oficio de escarbar  cada vez más profundo para poder  comprender  los grados descendentes  de la miseria tratando de  hallar su fuente original ; la  mina social de donde vienen o se producen.  Lo que aún no sabía pero  era inminente que si seguía con ese deseo,  iba rumbo a la locura porque toda su fortuna acumulada y ganada no sería suficiente para cubrir un mínimo del porcentaje  poblacional que permanece en esa dimensión infernal del  pobre pobre,  salido ya de cualquier escala de clasificación sociológica.    Los mendigos son en cierto modo moléculas sociales/asociales que se mueven y recrean permanentemente en su propia  veta  y actúan conforme a las leyes implícitas de todo el sistema  como una contradicción interna;  son huecos, piedritas  o ruido en la perfección del mismo; de allí que algunos  sean  considerados, Dios perdone las  comparaciones, como desechos de ella; aunque también forman  amontonamientos  sin identidad, grumos anónimos poco reflexivos aunque si reflejos  como los espejos y   no se aprecia su peligrosidad sino cuando ya no hay escape; salvo un personaje  excepcional   como  el lazarillo de Tormes ninguno descubre su inmenso anti-poder sistémico sino que permanece  como en acecho  y esto porque  el tal Lazarillo provenía de una época  crítica  similar  a la actual y en la cual  se requiere, para no morir de mengua   una sobre-dosis de pícaro para poder sobrevivir.  

                               

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