Por
Richard Gere el famoso actor de Hollywood tuvo una
experiencia de conocimiento que lo
impactó emocionalmente y trastocó sus
sentidos mientras filmaba la película: “Time out of Mind”, disfrazado de mendigo en una calle
de New York. De acuerdo con sus propias
palabras su vanidad personal fue
afectada al no ser reconocido por los transeúntes y además sintió el frío de la indiferencia cuando
evitaban pasar por su lado y nadie se le acercaba a darle alguna ayuda, salvo una señora, excepción de
la regla, que le regaló un pedazo de la
pizza que se estaba comiendo. Jamás pensó
que la realidad era más cruel, compleja
y dinámica que los mejores guiones de cine y además al entrar en sinceridad
consigo mismo entendió que cada transeúnte siempre estará ocupado en escapar por su propia vida. Los deseo de reconocimiento y de
piedad pueden ser contradictorios, no son recíprocos ni progresivos y
mucho menos se garantiza que tengan que ser completamente satisfechos o que se tenga que creer en sus fines; tampoco
son dogmas religiosos sino ideas inculcadas, principios, reglas vetusta
y revisables como el desarrollo económico universal, el liberalismo, la
libertad, confraternidad, la democracia y tantos otros anzuelos
ideológicos tragados con hambre por los pueblos. Todos falsos pero imposibles de refutar. Ese día
aquel sobreactuado actor sintió por unos momentos que no sólo entraba de una manera abrupta en la profundidad de un personaje con las características de un mendigo sino que se
salía de la macro-representación
social en la cual estaban insertadas
todas sus creencias,
conocimientos y valores. Hasta llegó a desconfiar de su éxito personal,
su auto engaño sostenido por años. Un
mendigo no es solamente un sujeto mendicante,
que según la real academia española,
pide y recibe limosnas, un desvalido, indigente, pordiosero, menesteroso,
miserable, pobre, vagabundo y demás
juicios del soberano sino que es como un deshecho del sistema social pero es a
su vez su contradicción mayor, el engranaje del mismo sistema y su motor es la mendicidad, su acto esencial, su
función. (Por razones de espacio este término no será aclarado).
A manera de resumen: El leve trastorno de la personalidad del actor le desprendió de sus anclajes y referencias; aquel
mendigo por él representado y vivido en su acto de mendicidad para el
cine, le dio a conocer como una revelación mística, que tenía un corazón
materialista duro, cultivado por años y que
aquel soplo fresco de piedad lo había quebrado prácticamente. Cuenta que ese mismo día ordenó
repartir pizzas a los mendigos que
por ahí estaban y hasta le dio a algunos
de ellos, cien dólares, algo así como
quinientos millones de bolívares a todos aquellos que encontraba tendido
por inanición en las calles entre pipotes de basura. Por supuesto que si
hubiera representado a un rico con mayor razón nadie tendría piedad con él ni le daría algún trozo de pizza
ensalivada y sería una estupidez peligrosa de su parte el exponerse
en las calles de una ciudad tan turbulenta llena de mendigos. La piedad despertada en aquel actor de cine
le hizo entender que era un elegido
oculto de Dios y que mediante su
representación auto-asumida de mendigo; podía ser ahora una especie de
minero social de esos que habló Víctor
Hugo en “Los Miserables” que asumen el
oficio de escarbar cada vez más profundo
para poder comprender los grados descendentes de la miseria tratando de hallar su fuente original ; la mina social de donde vienen o se producen. Lo que aún no sabía pero era inminente que si seguía con ese deseo, iba rumbo a la locura porque toda su fortuna
acumulada y ganada no sería suficiente para cubrir un mínimo del
porcentaje poblacional que permanece en
esa dimensión infernal del pobre pobre, salido ya de cualquier escala de clasificación
sociológica. Los mendigos son en cierto modo moléculas
sociales/asociales que se mueven y recrean permanentemente en su propia veta y
actúan conforme a las leyes implícitas de todo el sistema como una contradicción interna; son huecos, piedritas o ruido en la perfección del mismo; de allí
que algunos sean considerados, Dios perdone las comparaciones, como desechos de ella; aunque también
forman amontonamientos sin identidad, grumos anónimos poco reflexivos
aunque si reflejos como los espejos y no se aprecia su peligrosidad sino cuando ya
no hay escape; salvo un personaje
excepcional como el lazarillo de Tormes ninguno descubre su inmenso
anti-poder sistémico sino que permanece
como en acecho y esto porque el tal Lazarillo provenía de una época crítica similar
a la actual y en la cual se requiere,
para no morir de mengua una sobre-dosis
de pícaro para poder sobrevivir.
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