Por Luis Benítez
Editorial
Vinciguerra, de Buenos Aires, acaba de distribuir Maldades, una
colección de narraciones cortas de la autora argentina Paula Winkler.
Dieciocho
historias de buena cepa y extensión variable, más dos poemas cortos, conforman
esta colección que ofrece, en su entramado, varios hilos conductores bien
visibles.
El
más notorio de ellos y el primero que advierte el lector al recorrer las 160
páginas de Maldades es una condición
común al 100% de los diversos caracteres delineados por Winkler en esta, su
nueva entrega. Consiste el factor compartido en la índole general de los
personajes, inducidos al accionar maligno (de una gama variopinta según cada
secuencia), sin que dicha operación se efectivice bajo la intención previa,
consciente y buscada del protagonista. Este aparece inducido a proceder
malévolamente no por convicción unívoca, sino regido interna y externamente por
particularidades formativas, propias de sus características medioambientales o
derivadas del proceso constitutivo del individuo, quien se convierte así, en
mayor medida, en otro efecto más del conflicto inicial que derivó en una praxis
negativa, física o moralmente perjudicial para terceros, perversa, delictiva o
crudamente criminal, según el caso.
Se
trata de prácticas que, si bien tienen al personaje principal como mano
ejecutora o inductiva, reducen su responsabilidad a un grado asimilable a la
idiosincrasia propia del sujeto principal de la tragedia clásica,
invariablemente llevado a actuar de modo funesto arrastrado por la fatalidad,
una pasión incontrolable (lo que en principio lo exime de culpa) que
desencadena el infortunio o bien está regido completamente por “la caprichosa
voluntad de los dioses” (otro recurso que lo dispensa), mandato divino que era
el modo en
Este
“defecto trágico” del que adolecen todos y cada uno de los caracteres que nos
presenta Paula Winkler, si bien no es suficiente para equilibrar el peso de sus
acciones derivadas, sí abre la posibilidad de comprenderlos bajo una visión más
profunda de sus peculiaridades y hasta volvernos capaces de experimentar hacia
ellos algo similar a la empatía o la conmiseración. Ello, aunque se trate de personalidades
feroces como las muy bien retratadas en Buenas,
Olegario, una de las historias mejor concretadas de todo el conjunto y
donde Winkler alcanza una maestría muy notable en el arte de la mímesis
discursiva, haciendo hablar y narrar a su protagonista, Alberto, del modo más
convincente dada su condición marginalísima. Esta es una cualidad de la autora
presente también en todas las demás historias que arman Maldades: simplemente es en el relato señalado donde toca su cenit.
A
las virtudes de Winkler como creadora de historias singulares –ya muy bien
demostradas en sus obras anteriores- se une su capacidad evidente para manejar
una variada paleta de recursos, donde predomina su habilidad para plasmar, en
pocos y certeros trazos, la vasta gama de grises que caracteriza a la condición
humana, inclusive cuando elige el área de los tonos más bajos, detalle que
presenta muy acabadamente en el intenso recorrido que propone esta colección.
La autora
Paula
Winkler nació en Buenos Aires, Argentina. Doctora en Derecho y Ciencias
Sociales, fue declarada Jurista Notable en su especialidad por el Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de
Poeta,
narradora y ensayista, publicó, entre otros títulos, Los muros (cuentos, editorial Botella al Mar, Buenos Aires,
Argentina, 1999); Cuentos perversos y
poemas desesperados (Editorial Libris para Longseller, Buenos Aires, 2003);
El vuelo de Clara (novela, editorial
Nueva Generación, Buenos Aires, 2008); las nouvelles
tituladas La avenida del poder (editorial
Nueva Generación, Buenos Aires, 2009); El
marido americano (editorial Simurg, Buenos Aires, 2012)y Fantasmas en la balanza de la justicia (editorial
Moglia, Corrientes, Argentina, 2017), así como Viaje a Escandinavia. Mis nietos de invierno (novela, Editorial Vinciguerra,
2020).
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