JUANA DE ASBAJE y EL DELIRIO DE INTERPRETACIÓN



Por NAUDY HENRIQUE LUCENA

Así, cuando yo mía

Te llamo, no pretendo

Que juzguen que eres mía,

Sino sólo que yo ser tuya quiero.

Sor Juana Inés de la Cruz

Existe una gran variedad de interpretaciones sobre el concepto del delirio literario como una “agitación intensa del alma”, entre ellas, aquellas que se construyeron a expensas de la vida y obra de la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz(1651-1695), llamada también por el gran poeta Amado Nervo(1910), Juana de Asbaje, escritora, nacida en San Miguel de Nepantla, México, quién según cuentan sus historiadores mantuvo desde muy niña una afición o apetito vehemente por conocer el arte y las letras y tantas otras cosas del saber que la impulsaron a saltar por encima de las reprensiones (censuras) dentro de su Orden Monacal y a superar el temor a la misma sociedad colonial de la Nueva España, México, donde vivió durante los tiempos del Virreinato Católico de España y bajo la atmósfera de terror de la Santa Inquisición. Este delirio fue para ella el oxígeno de su vida, su gratificación y su placer, como se infiere, si no estamos equivocados, de sus escritos, sus textos poéticos y sus mensajes directos o implícitos hallados detrás de sus respuestas a la ilustre Sor Filotea de la Cruz , un personaje que podría interpretarse a simple vista que era otra monja escritora con quien mantenía correspondencia y que sería similar a la portuguesa Mariana Alcoforado(1640) , resulta que no se trataba de una mujer sino un pseudónimo del obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz; claro perfil de un misógino recriminador impune, cargado de pecadillos ocultos, quien junto a un tal obispo Núñez de Miranda su confesor y otros clérigos le recriminaban por su afición a las letras profanas, porque incursionaba en el saber y siendo mujer, pensaba ; es decir, mantenía una puerta abierta a la tentación, el pecado de la fama y el escándalo social y un convento no era para estos propósitos vanos, y para continuar allí, tenía que dedicarse más a sus obligaciones religiosas y sepultar su alma inquieta; bajo esas condiciones forzadas y como tenían suficiente poder y autoridad sobre ella y el resto de las monjas del convento, lograron finalmente que aquella poetisa tuviera que abjurar, vieja palabra del Derecho Canónico mediante la cual se obligaba bajo juramento firmado a algunas personas a retractarse o a renunciar a algo; en este caso, hasta obligarla a renunciar a su pasión por la literatura y a su merecida fama que ya trascendía el continente; tuvo que quemar sus libros, botar sus colecciones y dedicarse plenamente a su clausura hasta que desapareció literalmente en una celda oscura del convento de San Jerónimo tlacochahuava. Un episodio simple y triste que habla mucho del encuentro de la fe y la política y de la forma como el alma que es la esencia de la inteligencia, se cansa y abandona poco a poco al cuerpo, atrapado entre esas dos aguas turbias. De allí que su obediencia y sometimiento a los rígidos rituales, el ayuno, la autoflagelación, el silicio y demás recursos patéticos, vistos como aparentes decisiones propias de arrepentimiento y autocastigo (masoquismo en la actualidad) no eran otra cosa que la aceptación a las ordenes veladas de auto-aniquilación a las que se entregaba como una oveja al matadero; ordenes sugeridas a través de consejos ,exhortos, insinuaciones, prédicas de sus confesores y quizá uno de los modos de persecución y tortura más eficaces, feroces y enconados, aún vigentes, porque se trata de reducir la rebeldía de la inteligencia. ¿Quién sabe?, Si su manso comportamiento, su adaptabilidad extrema sin aparentes fingimientos, y la entrega del cuerpo al sacrificio la convirtió más bien en un icono o símbolo de la rebeldía intelectual femenina; algo así como el Che pero en otro grado; Ella, sin embargo seguía y sigue siendo una imagen sospechosa y por lo tanto, aquellas autoridades se hicieron más severos y mantenían sobre ella una estricta vigilancia; sólo esperaban ver sus escupitajos de sangre manchando las paredes de piedra y cal para estar seguros de su sacrificio. Su historiografía presenta vacíos; tiene algunos agujeros, se cree que su petición para salir a las calles a curar la peste que asolaba en ese entonces la ciudad, sin importarle contagiarse, pudo haber sido su oportunidad para escapar y dejar en la celda como bien lo decía en sus versos: “una dulce ficción por quien penosa vivo”. Un cuerpo puede cambiarse por otro de tal forma que una mujer hasta podría salir de alguna celda convertida en hombre. El pensamiento y el alma son libres y su inteligencia poética era imprevisible; Juana de Asbaje logró escaparse por la literatura; transfigurada, convertida en letras de poesía, canciones rancheras, pajarillos, dejando a su paso una seducción inolvidable sobre sus lectores. Así que nada tiene de extraño que sus actos sean imitados, porque la mecánica de la represión y el formato de la inquisición como componente de la fe y del poder político no han cambiado en siglos sino que han tomado variaciones; no sería un absurdo pensar que todo encarcelado, aunque se encuentre sometido a una vigilancia extrema siempre tendrá un plan de escape igual al que tuvo el Conde De Montecristo como seguramente lo habrá pensado Julián Assange, Carlos Ramírez, el Chacal y uno de los más reciente encarcelados del Imperio cambiante.

Puesto que estamos hablando de un tipo de interpretación hermenéutica sería interesante concebir a ésta desde una perspectiva metodológica inversa como un juego de retruque, en el sentido de fases expansivas y puesto que toda interpretación tiene que ser de algo, tener su objeto fijo, digamos que sea una interpretación casual y atrevida del “delirio literario” observado y manifiesto en la monja escritora; un delirio que es a su vez un continuum; siempre será el mismo, que busca preservarse aunque tenga que tomar cualquier cuerpo y pasearse a través de éste; como lo está haciendo ahora mismo el espantoso virus de las nuevas pestes, además poder pasar la puerta del tiempo, por diversas épocas y sociedades; en realidad es todo un fenómeno cuasi material inexplicable que se despliega y expande, esparce y evapora en forma de espiral en y sobre las experiencias psíquicas y mentales de cualquier sujeto(a) o sociedad de conocimiento que lo invoque. En cuanto un lector “auténtico” se acerca a la poesía de Sor Juana siente su hechizo inmortal; se sospecha que muchos intérpretes en diferente tiempos han perdido su objetividad mental cuando lo hacen porque sienten que algo de ellos se trasvasa, transfiere y subsume en un interés grato , entran en una obsesión indetenible como de enamorados de aquellas palabras, pero paralelamente hay otros lectores con el mismo espíritu del inquisidor y de todos aquellos que rodearon a la escritora y sus “observaciones de lectura” dejan de ser literarios para convertirse en juicios severo, acusaciones, psicoanálisis y demás elaboraciones de pensamientos malevos, malos, malignos y es que no soportan el encuentro con aquella seducción fantasmal; no los deja dormir, ni les da tregua, provocándolos con los encantos de su belleza antigua y su sabiduría añejada y conservada durante siglos en sus escritos, que los puya y delata; hasta llegan a ver que la imagen de ella en el retrato pintado por un tal Juan de Miranda les hace muecas y le saca la lengua, y es tal la obsesión o paranoia, no se sabe hasta dónde llega la semántica de estos términos, que el alma de aquellos neo- intérpretes entra en un vacío tal que hasta sienten que los quema aquel delirio literario ajeno; de allí que el contenido de sus apreciaciones, por más científicas que sean o hayan sido , lucen afantasmadas, porque se pierden y dejan de ser para tornarse en lo que critican, se hacen una sola cosa con ella;

Hombres necios que acusáis

A la mujer sin razón,

Sin ver que sois la ocasión

De lo mismo que culpáis.

Y eso fue lo que pasó con el Profesor Alemán Ludwig Pfandl (1910) quien dedicó una gran parte de su tiempo de vida a estudiar aquella monja misteriosa, Dejó múltiples apreciaciones, borradores, notas, insinuaciones y sugerencias comprometedoras y malevas en su vasto volumen de análisis: Sor Juana Inés de la Cruz, La décima Musa de México.1963. En su obsesión interpretativa llegó a la conclusión que ésta sufría de trastornos neuróticos y de esquizofrenia y que se masculinizaba; es decir, había un hombre hablando en sus poesías porque tenía una fijación morbosa con la imagen del padre. Se supo después, a causa del efecto de retruque, que las acusaciones de aquel investigador de raza Aria al final de existencia no dejaba de pensar en el hombre que veía en ella, es decir en su letra y eso fue el núcleo de su obsesión por el cual tuvo que ser internado a causa de la esquizofrenia. Pero sus interpretaciones no quedaron impunes y provocaron, como era de esperar, una respuesta defensiva de la inteligencia nacional Mexicana, nada menos que de Octavio paz2, el premio Nobel de Literatura. Finaliza por razones de espacio este intento de interpretación de interpretaciones un poco difusas porque llegan como una partecita del espejismo del reconocimiento a la grandeza de la poetisa y a ese admirado escritor Mexicano.

1. Sor Juana Inés de la Cruz. Obras Escogidas. Austral. Espasa calpe.Mexico.1969

2. Octavio Paz. Sor Juana Ines de la Cruz. Las Trampas de la fe. Fondo de Culura Económica. México.1982

nhlucena@hotmail.com

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