Desde
hace años, el escritor y psicólogo Rolando
Revagliatti viene llevando a cabo una vasta serie de entrevistas a
escritores argentinos.* Recientemente salió a la luz su sexto documental, donde
recopila respuestas de treinta y una personalidades literarias, de variadas
generaciones y diferentes posturas frente al arte de escribir, las
problemáticas del mundo actual y el acontecer de la vida misma.
“En
cuestión: un cuestionario”, es el disparador que concentra
la intención del entrevistador de incorporar todas las voces reunidas bajo una
misma rutina de preguntas que, encadenadas en una suerte de laberinto
conceptual, registrará para su gusto -y el gusto de todos- una diversidad de
respuestas que nos invitan a reflexionar y, a la vez, avivan el deseo de
conciliar la obra con la postura existencial de cada uno.
Leer
cada cuestionario en forma correlativa es una tarea ardua, pero enriquecedora.
Cada palabra es dicha a su medida, concordante con lo que se quiere responder
de cada pregunta. Es un juego de alta precisión, con la probabilidad de mostrar
algo más de lo que se requiere. Es por eso que las entrevistas -realizadas en
un formato visual- adquieren en su lectura la característica de un encuentro cara
a cara, animoso, con un café o un vino de por medio. Así todo se vuelve más
llevadero, más insinuante, y en esta especie de ping pong uno alcanza a palpar
con cierta nitidez los rasgos literarios, filosóficos y humanos que cada
escritor deja entrever en las respuestas.
Aclaro,
además, que me entusiasmó la oportunidad de encontrar entre los entrevistados
viejos y estimados amigos de distintos rincones del país (y fuera del país),
como así también nuevos nombres que, incentivado por sus divagaciones, me han
dejado la estimulante sensación de conocer, en un futuro inmediato, no a
destiempo, la obra literaria de cada uno.
Y
en este juego dialogal que propone Revagliatti es donde intento participar, a
mi manera, rescatando algunos conceptos relevantes que me llamaron la atención
y produjeron la sensación de introducirme en una enigmática aventura desde la
perspectiva de los entrevistados. Considero que el escritor
conoce muy bien el juego que se desarrolla entre quien dice y quien lo lee.
Intuye que su palabra se diversificará y quien la recoja lo re-significará. Y esta
dialéctica entre creador/recreador es lo constituyente
de todo texto literario.
Ingreso
a la senda de la lectura y la revelación. De pronto se plantea el significado
del silencio, donde José Muchnik recuerda un proverbio árabe: “Si no conoces algo más bello que el
silencio, entonces calla”. Y agrega que el ejercicio del silencio y la
soledad le parecen fundamentales en la creación artística. Es cierto,
difícilmente podamos negar que esas son las premisas necesarias para enfrentar una
hoja en blanco. Jorge Castañeda va más allá; nos dice que el silencio no
siempre es absoluto, que a veces hasta él habla. Pero también, “el silencio puede ser una larga
conversación, o seco como un golpe en la mandíbula”, reflexiona Claudia
Schvartz, como quien concede una sutil alerta. Y Horacio Pérez del Cerro
construye una elocuente declaración: “A
la gravitación de los gestos, sobreviene el silencio, interrumpido por la
sorpresa del estúpido fervor, cayendo en la intemperancia. Luego la desolación
me sumerge en la oscuridad.” El silencio cautiva y nos trasciende.
Indudablemente,
el deseo de generar nuevas ideas, imágenes, metáforas o historias, es una parte
irreductible de la pasión que moviliza al creador y lo induce al sacrificio de
escribir. Bibi Albert resalta con énfasis “Soy mis pasiones. Mejor dicho: soy mi pasión. La misma”. Y
finaliza su divagación con un bello verso que, presumo, pertenece a uno de sus
poemas “… la intemperancia de lo que
nunca será.” Fernando Delgado también advierte que, como obstáculo
de la pasión, “la intemperancia es una
falta grave de comprensión”, pero, de pronto, Carlos Dariel nos
regresa al ámbito emocional y admite que la pasión va con él a todas partes y
desde siempre. “Lo que no alcanzo a
distinguir es si ella es mi sombra o yo de ella”, remarca con felicidad.
Entre
tantas aperturas al diálogo que propone Revagliatti, con sus atractivas
interrogaciones, surge el tema elemental del amor. Aquí me detengo en Jorge
Luis López Aguilar, quien cree en este sentimiento como “la fuerza que mueve al mundo y empuja la
vida”. Desde otra mirada, Rogelio Ramos Signes asume el amor por lo
fantástico y la incertidumbre que le provoca el devenir. Dice: “A veces siento que la posteridad es un
componente de la ficción, otras veces la siento como lo opuesto, como una
realidad que llega a destiempo, que se ha convertido en una nueva metáfora de
la tristeza. En el mejor de los casos la posteridad es pariente cercana del
azar”. Pero la sutileza de Rodolfo A. Álvarez conmueve con una
romántica confesión: “La lluvia es la
estación de la vida. Es la estación que amo. La sangre está. No se niega. Todo
lo demás es demás”.
Casi
siempre los escritores están solos y dudan. Es una condición esencial para
iniciar un proceso creativo. Por lo menos, eso creo. Y muchas respuestas me
llevaron a indagar ese estado de soledad e incertumbre. Por ejemplo, Rita
Kratsman considera que “la ensoñación
adopta lo que le ofrece la realidad”; Mónica Angelino cree que “todo es ‘sufrible’, aun desde el placer,
por eso nos gusta o nos disgusta”. Luisa Peluffo acota que “la imprecisión me transmite duda. Y
prefiero la duda a la sentencia”. Tres frases disímiles, pero que sirven
como ventanas abiertas de vidas atravesadas por la escritura.
“Lo estético
cubre todo. El arte contribuye a que pensemos con diferencias, que no seamos
tan singulares” expresa Guillermo Fernández para aproximarse
a uno de los temas más trascedentales del artista, mientras que Leonor
Mauvecin recuerda a Borges explicando algo así como que encontrar un estilo
es como encontrar un destino. Añade: “el
estilo, como todo en la vida, es una forma de expresarse que va cambiando según
pasa el tiempo o las circunstancias”. Siguiendo esta línea argumental, Rubén
Sacchi se aferra a creer en la predisposición, en la voluntad de crear el
texto, en una ardua labor cuando el cerebro estalla en ideas. “El hecho creativo no es permanente y hay
que prepararse para los tiempos en blanco” acota. Liliana Díaz Mindurry
aborda el campo poético, esgrimiendo que “lo
polisémico del poema deriva de una imprecisión o ambigüedad que, a su vez,
paradojalmente es lo preciso y lo lúcido del poema: sus abismos de sentido”.
Entonces aparece el sereno y esplendente análisis de Rafael Felipe Oteriño
acerca de la modalidad de escribir y las limitaciones que podrían ocasionar en
la trayectoria del escritor. Dice Oteriño que “esto ocurre cuando se apaga la inventiva y el escritor persevera en
una retórica que ya no aporta sorpresa ni novedad ni mérito. Esto produce obras
que no son otra cosa que un calco de lo ya hecho. Desde otro orden más valioso,
el estilo (de stilus, punzón para escribir y, por derivación, marca, señal) es
un código de identificación y, para el escritor, una conquista: la posibilidad
de ser destacado por su peculiar uso del lenguaje, de entronizar un horizonte
comunicativo propio, de darle oportunidad al lector de saber a qué atenerse al
tiempo de elegir sus lecturas”.
Ahora
busco centrarme en la realidad de todos los días, en los pesares y
padecimientos del creador frente a un mundo aturdido, lleno de complejos, de
vanidades, de violencia, de hipocresía. Y encuentro sugestivas apreciaciones
por parte de los entrevistados. Por ejemplo, Liliana Aguilar percibe con
cierta angustia que la invade la desolación “cuando
observo el énfasis de algunos adultos en desanimar a las jóvenes generaciones”.
Roberto Malatesta afirma que, para él, “la indignación es ver
ese exhibicionismo que esgrime la absoluta certeza, el engreimiento, la
autosuficiencia, en un ser, en una sociedad”. Luis Benítez sospecha
que “la contradicción casi permanente es
una de las características que nos define como humanos. Eso generalmente me
perturba, en ocasiones me entristece y siempre me asombra. No lo resuelvo nunca”.
Gloria Arcuschin reniega de los sucesos que la hartan instantáneamente,
que “son aquéllos alrededor de la
incomprensión, cuando te discuten mezclando todos los niveles, y repiten como
mensajes grabados frases sacadas de los medios de comunicación, para dirigir y
digerir la opinión pública”. Alejandro Méndez Casariego intuye que
no aprecia “las verdades de perogrullo,
el falso sentido común, que suele ser el superficial, el poco reflexivo” y
prefiere “las imprecisiones que derivan a
veces de la libertad creativa”. Carmen Iriondo ha vivido siempre en
Argentina y plantea que “es un lugar en
donde las promesas no se cumplen con frecuencia. Me acostumbré a no
decepcionarme mediante un sistema defensivo que pone en marcha de inmediato la
actitud de no esperar nada”. Lucas Margarit sostiene: “No soy idealista. Creo que cualquier
trascendencia se construye en nuestra relación con el mundo. Pero no es una
trascendencia que implique un ideal. Es más modesto”. Y, por último,
destaco el criterioso hallazgo racional de Santiago Sylvester: “Si una ideología nos limita la
inteligencia, quiere decir que estamos usando mal las dos cosas: la ideología y
la inteligencia”. Inobjetable definición, sobre todo en estos tiempos de
brutal fanatismo y vulgares administradores de poder.
Quedan
en el tintero otras elucubraciones, otros estremecimientos. Me encantó el
sentido de identidad y pertenencia de este párrafo de Laura Calvo, hablando
de su lugar de origen en la localidad bonaerense de Laprida y el reflejo de la
infancia en la memoria: “La casa, situada
frente a la plaza de Salamone, tenía un banco en la vereda y en las noches de
verano, cuando la gente salía a tomar fresco, se paraba a charlar. Allí
estábamos todos: mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis primos” … Emotivo
decir: estar todos… La esperanza de sentirnos más unidos y desear algo mejor,
sin falsas promesas. Proguiendo el rumbo de la lectura recojo frases esenciales
que se vuelven axiomas, como la que esgrime David Antonio Sorbille: “La vida nos sorprende en varios aspectos y
de todos ellos extraemos la sabiduría para seguir el camino”; o la de María
Amelia Díaz: “La literatura es una
forma de vencer a la muerte”; y la de Cristina Mendiry: “Las palabras viven hasta en el silencio y
en el olvido”.
Finalmente,
ante la estocada verbal de Revagliatti, desafiando al supuesto oponente en un
juego de ajedrez para que confiese qué partida está jugado ahora, Carlos
Norberto Carbone le responde con sagacidad: “La que jugué siempre: pretender dar jaque mate con los peones”.
Una filosofía de vida que resume la búsqueda y los avatares del creador.
Alguna vez escribí que la vida nos enseña que no existen escritores inocentes, como tampoco
acciones violentas que aniquilen el pensamiento humano. Desde un
dramatismo que flota por encima de todos los gustos y sueños, imagino (y deseo)
que las instituciones aún pergeñan la idea de alcanzar el bienestar de los
pueblos. Mientras tanto, entre traiciones y cobardías, entre intereses corporativos y
experimentos mesiánicos, seguirá ardiendo la hoguera del mundo. Por encima de
las llamas, para suerte o desgracia del escritor, el texto semeja un pájaro
cielo que nos señala el irrevocable camino hacia la belleza. Tan impresionante
el sentido de la escritura, más allá de las certezas e incertezas propias de
cada escritor.
Como
la rueda de una noria he rescatado en improvisados cangilones las voces
presentes en este documental. Fueron treinta y uno los entrevistados, que
asumieron su compromiso con la vida y con la escritura. Mujeres y hombres que
trabajan con esmero en una sociedad confusa, ambigua, fragmentada. Y creen
fervientemente que la palabra los rescatará de la incertidumbre cotidiana.
Ojalá el lector se anime a interpretar los diferentes testimonios expuestos y
descubra a través de ellos nuevos universos conceptuales. Vale la pena
intentarlo.
César
Bisso
Buenos Aires, septiembre 2021
*159
entrevistas realizadas por Rolando
Revagliatti son las que conforman los seis tomos, editados
electrónicamente, del libro ‘Documentales. Entrevistas a escritores
argentinos’. El tomo VI se halla disponible gratuitamente en https://issuu.com/estquil/docs/documentales_vi y http://revagliatti.com/richeliu-ediciones.htm
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