Por Mauricio Botero Montoya
La civilización empieza con el
lenguaje. Y en esa milenaria cultura oriental la sutileza permite que hasta las
maldiciones parezcan cumplidos. La primera, tan antigua como su astrología
dice: “Que tus deseos se realicen.” En nuestra tradición, Quevedo, afirma algo
similar: “Quien no teme alcanzar lo que desea da prisa a su cansancio y a su
hartura.” Y la maldición gitana agregaba: “que tus hijos se críen como hijos de
ricos”.
La segunda maldición china: “Que
tu nombre sea bien conocido por los funcionarios en el poder.” Se entiende que
el notorio en demasía sería utilizado por el engranaje del Estado, lo cual casi
invariablemente atraía la desdicha. Y para el sabio convenía más vivir una vida
discreta en la penumbra. Algo similar al ideal griego de mantenerse en el
dorado sendero del medio. El Anónimo Sevillano de nuestra tradición lo
expresaba así “Un ángulo me basta entre mis lares, un libro, un amigo, un breve
sueño que no perturben deudas ni pesares.”
La experiencia de ser usado por el poder se manifestó de modo intenso en
la vida del gran Duque de Alba, quien decía que los reyes usan a los hombres
como si fuesen naranjas, primero exprimen el jugo y luego tiran la cáscara.
Tras ser el mejor general del emperador Carlos
V, sufrió el exilio en el gobierno de Felipe II. Quien luego hubo de buscar al anciano para que le dirigiera
sus guerras. Éste aceptó diciendo “Sois el único monarca de la tierra que
sacáis de la prisión a un general para daros otra corona.”
A pesar de su nombradía no todos sus consejos fueron
oídos. El Rey de Portugal, por ejemplo, codiciaba conquistar Marruecos y le
consultó. El Duque intentó en vano disuadirlo. Y el exaltado monarca le replicó
airado ante los cortesanos “¿De qué color es el miedo?
El Duque sin inmutarse, con la
serenidad del guerrero, respondió “Del color de la prudencia.” No sobra decir
que el rey invadió a Marruecos, fue derrotado y murió en la batalla.
El arte de la palabra en la
diplomacia, llegó a su cumbre en Europa con Talleyrand, canciller del mal
hablado de Napoleón quien en una visita del zar Alejandro a Paris, tuvo una
rabieta. Talleyrand ignorándolo le explicó al zar: “Usted majestad es un
civilizado gentilhombre que gobierna a
un país semibárbaro, pues verá en Francia es al revés.”
Y la tercera maldición china dice
“Que te toque vivir tiempos interesantes.” Y en ellos estamos.
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