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de Estudios Literarios, Lingüísticos, Visuales y Culturales © Derechos
Reservados 2004-2018 RedNEL Colombia
Fútbol en dosis ilustradas con Ricardo Piglia [Adrogué,
Argentina, 24 de noviembre de 1941–Buenos Aires, 6 de enero de 2017]
Fotografía:
Pablo Piovano | Montaje: Esquizosemia
“Estoy siempre más atento a los jugadores
que a los equipos, a las individualidades más que a la disposición táctica. En
el fútbol, como en la literatura, lo que interesa es la creatividad y el
estilo. Empecé a ir a la cancha en 1954 [ese año con mi padre seguimos
toda la campaña de Boca Juniors, donde jugaba de enganche —o número
10— el uruguayo Roselló y en el medio de la cancha —con el número 5— el
gran Eliseo Mouriño] y en estos sesenta años he visto muchísimos jugadores y
muchísimos cambios en el modo de defender o de atacar y de parar a un equipo,
pero si tuviera que sintetizar la tradición del fútbol argentino nombraría tres
jugadores: Enrique Omar Sívori, Diego Maradona y Lionel Messi.
Son muy parecidos,
jugaban igual, entendían el fútbol del mismo modo; son chiquitos nada
atléticos, muy individualistas y realizan de memoria y al toque todas las
figuras poéticas del fútbol: el arranque, el amague, la apilada, el cambio de
ritmo, el chanfle, la gambeta corta, la pisadita, [“la llevan atada”, dicen los
muchachos en la popular]; no corren, son rápidos, muy inteligentes, están
siempre una milésima de segundo adelante, como si jugaran en el futuro del
partido. Aprenden a jugar a la pelota en el potrero, el campito de tierra con
el pasto al ras. Juegan con las medias caídas, debutan en Primera a los
dieciséis años pero la gente madruga para verlos jugar en la Tercera y se pasan
el dato en secreto, como cuando uno lee el primer libro de un joven destinado a
cambiar el lenguaje de la poesía. [...]
—Ricardo
Piglia, Los jugadores son como los poetas, 2014
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República Federal de Macondo, Selección Países Nobles &
Sacro Imperio de Eurasia | Selecciones de Escritores en la Copa del Mundo de
Marca Página
«La del juego más
vistoso y alegre, la que pone la fiesta desde el pitazo inicial y arranca
suspiros con cada pase. Aunque despierta antipatía en las selecciones rivales,
su fanaticada es tan grande que siempre juega de local. Sin embargo, carente de
una generación de relevo, su resultado en esta competición es una incógnita.»
República
Federal de Macondo
[arriba;
izq–der] • Juan Rulfo [1917] Director técnico; Gabriel García
Márquez [1927] Centrodelantero; Carlos Fuentes [1928] Volante izquierdo; Mario
Vargas Llosa [1936] Centrodelantero; Guillermo Cabrera Infante [1929]
Centrocampista; José Lezama Lima [1910] Centrocampista, y Arturo Uslar Pietri
[1906] Defensa central.
[abajo;
izq–der] • Felisberto Hernández [1902] Defensa central; Alfredo
Armas Alfonzo [1921] Defensa lateral izquierdo; Alejo Carpentier [1904] Defensa
lateral derecho; Julio Cortázar [1914] Volante derecho, y José Donoso [1924]
Portero | Esquema: 4-2-4
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Revista Marca Página. Idea original y
textos: Hazael Valecillos; Dibujos: Hugo Rodríguez.
Fútbol en dosis ilustradas con Jorge Luis Borges [Buenos
Aires, 24 de agosto de 1899–Ginebra, 14 de junio de 1986]
Foto-ilustración
de Daniel García | AFP
“¿Fue alguna vez a ver
un partido de fútbol Borges?
–Sí, fui una vez y fue suficiente, me
bastó para siempre. Fuimos con Enrique Amorim. Jugaban Uruguay y Argentina.
Bueno, entramos a la cancha, Amorim tampoco se interesaba por el fútbol y como
yo tampoco tenía la menor idea, nos sentamos; empezó el partido y nosotros
hablamos de otra cosa, seguramente de literatura. Luego pensábamos que se había
terminado, nos levantamos y nos fuimos. Cuando estábamos saliendo alguien me
dijo que no, que no había terminado todo el partido, sino el primer tiempo,
pero nosotros igual nos fuimos. Ya en la calle yo le dije a Amorim: “Bueno, le
voy a hacer una confidencia. Yo esperaba que ganara Uruguay –Amorim era
uruguayo– para quedar bien con usted, para que usted se sintiera feliz”. Y
Amorim me dijo: “Bueno, yo esperaba que ganara Argentina para quedar, también,
bien con usted”. De manera que nunca nos enteramos del resultado de aquello, y
los dos nos revelamos como excelentes caballeros. La amistad y el respeto que
ambos nos profesábamos estaba por encima de esa pobre circunstancia que era un
partido de fútbol. […]
—Borges.
Biografía verbal [1988] Roberto Alfiano en
entrevista con J.L. Borges [Fragmento].
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Fútbol en dosis ilustradas con Antonio Gramsci [Ales,
Cerdeña, 22 de enero de 1891–Roma, 27 de abril de 1937]
“El fútbol es el reino
de la lealtad al aire libre.”
—Antonio
Gramsci
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“El juramento” Por Gabriel García Márquez [1950]
Y entonces
resolví asistir al estadio. Como era un encuentro más sonado que todos los
anteriores, tuve que irme temprano. Confieso que nunca en mi vida he llegado
tan temprano a ninguna parte y que de ninguna tampoco he salido tan agotado.
Alfonso y Germán no tomaron nunca la iniciativa de convertirme a esa religión
dominical del fútbol, con todo y que ellos debieron sospechar que alguna vez me
iba a convertir en ese energúmeno, limpio de cualquier barniz que pueda ser
considerado como el último rastro de civilización, que fui ayer en las
graderías del municipal. El primer instante de lucidez en que caí en la cuenta
de que estaba convertido en un hincha intempestivo, fue cuando advertí que
durante toda mi vida había tenido algo de que muchas veces me había ufanado y
que ayer me estorbaba de una manera inaceptable: el sentido del ridículo. Ahora
me explico por qué esos caballeros habitualmente tan almidonados, se sienten
como un calamar en su tinta cuando se colocan, con todas las de la ley, su
gorrita a varios colores.
El
legendario Grupo de Barranquilla —o ‘La Cueva: Tertuliadero Fútbol
Club’—,
por
la izquierda, Gabriel García Márquez, Pepe Dominguín y Alejandro Obregón,
en
el centro con la pelota, Álvaro Cepeda Samudio [1971].
Es que con ese solo gesto, quedan automáticamente convertidos en otras personas, como si la gorrita no fuera sino el uniforme de una nueva personalidad. No sé si mi matrícula de hincha esté todavía demasiado fresca para permitirme ciertas observaciones personales acerca del partido de ayer, pero como ya hemos quedado de acuerdo en que una de las condiciones esenciales del hinchaje es la pérdida absoluta y aceptada del sentido del ridículo, voy a decir lo que vi –o lo que creí ver ayer tarde– para darme el lujo de empezar bien temprano a meter esas patas deportivas que bien guardadas me tenía. En primer término, me pareció que el Junior dominó a Millonarios desde el primer momento. Si la línea blanca que divide la cancha en dos mitades significa algo, mi afirmación anterior es cierta, puesto que muy pocas veces pudo estar la bola, en el primer tiempo, dentro de la mitad correspondiente a la portería del Junior. (¿Qué tal va mi debut como comentarista de fútbol?). [...]
—Gabriel
García Márquez, 1950.
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“El fútbol es un lenguaje con sus prosistas y sus poetas”
Por Pier Paolo Pasolini [1971] Diario Il Giorno
“Un amable periodista
del Europeo me hizo algunas preguntas relativas al debate sobre los problemas
lingüísticos que separan artificialmente a los literatos de los periodistas y a
los periodistas de los futbolistas. Sin embargo, mis preguntas han sido
recortadas en la rotativa (¡debido a las exigencias periodísticas!) y han
perdido sustancia. Como el tema me interesa, me gustaría retomarlo con un poco
de calma y con plena responsabilidad sobre mis palabras. ¿Qué es una lengua?
‘Un sistema de signos’, responde hoy, con toda exactitud, el semiólogo. Pero
ese ‘sistema de signos’ no es sólo ni necesariamente una lengua escrita-hablada
(ésta que usamos aquí y ahora, yo escribiendo y tú, lector, leyendo) […] Otro
sistema de signos no verbal es el de la pintura; o el del cine; o el de la moda
(objeto de estudio de un maestro en este campo, Roland Barthes), etc. El juego
del fútbol es un ‘sistema de signos’, una lengua no verbal.”
Controlando
con la pierna izquierda, Pier Paolo Pasolini [Bolonia, Italia, 5 de marzo de
1922–Ostia, 2 de noviembre de 1975]
“En el fútbol hay
momentos que son exclusivamente poéticos: los momentos del ‘gol’. Cada gol es
siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es
‘ineluctabilidad’, fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente como la
palabra poética. El máximo goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta
del año.”
“[…] Un fútbol de prosa:
se basa en la sintaxis, en el juego colectivo y organizado, esto es, en la
ejecución razonada del código. Su único momento poético es el contraataque que
culmina en un gol (que, como hemos visto, no puede más que ser poético). En
definitiva, el momento poético del fútbol parece ser (como siempre) el momento
individualista (regate y gol; o pase inspirado). [...]
—Pier
Paolo Pasolini, “Il calcio ‘è’ un linguaggio con i suoi poeti e prosatori”,
Periódico Il Giorno, 3 de enero de 1971.
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Fútbol en dosis ilustradas con Vladimir Nabokov [San
Petersburgo, Rusia, 22 de abril de 1899–Montreux, Suiza, 2 de julio de 1977]
“De todos los deportes que practiqué en Cambridge, el fútbol ha seguido siendo un viento claro en mitad de un período notablemente confuso. Me apasionaba jugar de portero. En Rusia y los países latinos ese intrépido arte ha estado rodeado siempre de un aura de singular luminosidad. Distante, solitario, impasible, el portero famoso es perseguido por las calles por niños en éxtasis. Está a la misma altura que el torero y el as de la aviación en lo que se refiere a la emocionada adulación que suscita. Su jersey, su gorra de visera, sus rodilleras, los guantes que asoman por el bolsillo trasero de sus pantalones cortos, lo colocan en un lugar aparte del resto. Es el águila solitaria, el hombre misterioso, el último defensor.
Nabokov,
el #1, el portero, ‘el águila solitaria’ del equipo de fútbol de la
Universidad de Cambridge.
Oh, desde luego tuve mis días brillantes
y vigorosos: el magnífico olor del césped, aquel famoso delantero del campeonato
universitario que se me aproximaba cada vez más sorteando defensas, empujando
el leonado balón con la punta de su centelleante bota, y después el disparo
envenenado, la afortunada parada, la prolongada comezón… Pero hubo otras
jornadas, más memorables, más esotéricas, bajo tristes cielos, con las
inmediaciones de la meta convertidas en una masa de barro negro, el balón tan
resbaladizo como un budín de ciruela, y mi cabeza despistada por la neuralgia,
tras una noche insomne de versificación. En esos días apenas si daba malos
manotazos y acababa recogiendo el balón junto a la red. Compasivamente el juego
pasaba a desarrollarse en el otro extremo del encharcado terreno. Comenzaba a
caer una llovizna cansina, vacilaba, y volvía a empezar. Con una ternura casi
arrulladora en su asordinado graznar, unos grajos en baja forma aleteaban en
torno a un olmo deshojado. Se iba espesando la neblina. [...]
—Vladimir
Nabokov, Habla, memoria. Una autobiografía revisitada, [Fragmento]
Editorial Anagrama, 1986.
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“La alienación del 1. FC Nürnberg” Por Peter Handke [1968]
‘Die
Aufstellung des 1. FC Nürnberg’ Poema concreto de
Peter Handke [1968]
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“Lo que debo al fútbol” Por Albert Camus [1957] Revista
France Football
Sí,
lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero
cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había
sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos
perros con los que la gente se cruza a las dos de la tarde en Tizi-Ouzou. Fue,
entonces, hace bastante tiempo, en 1928 para adelante, supongo. Hice mi debut
con el club deportivo Montpensier. Sólo Dios sabe por qué, dado que yo vivía en
Belcourt y el equipo de Belcourt-Mustapha era el Gallia.
Pero tenía un amigo, un tipo velludo, que nadaba en el puerto conmigo y jugaba waterpolo para Montpensier. Así es como a veces la vida de una persona queda determinada. Montpensier jugaba a menudo en los jardines de Manoeuvre, aparentemente por ninguna razón especial. El césped tenía en su haber más porrazos que la canilla de un centro forward visitante del estadio de Alenda, Orán. Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice ‘derecha’.
Albert
Camus: ‘golero de la juvenil’ [Mondovi, Argelia, 7 de noviembre de
1913–Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960]
Pero al cabo de un año de porrazos y
Montpensier en el “Lycée” me hicieron sentir avergonzado de mí mismo: un
“universitario” debe jugar con la Universidad de Argel, RUA. En ese periodo, el
tipo velludo ya había salido de mi vida. No nos habíamos peleado, sólo que
ahora él prefería irse a nadar a Padovani donde el agua no era tan “pura”. Ni
tampoco, para ser sincero, eran “puros” sus motivos. Personalmente, encontré
que su motivo era “adorable”, aunque ella bailaba muy mal, lo que me parecía
insoportable en una mujer. ¿Es el hombre, o no es, quien debe pisarle los dedos
de los pies? El tipo velludo y yo prometimos volver a vernos. Pero los años
fueron pasando. Mucho después comencé a frecuentar el restaurante de Padovani
(por motivos “puros”) pero el tipo velludo se había casado con su paralítica,
quien seguramente le prohibía bañarse, como suele ocurrir. ¿Pero qué es lo que
estaba diciendo? Ah sí, el RUA. Estaba encantado, lo importante para mí era
jugar. Me devoraba la impaciencia del domingo al jueves, día de práctica, y del
jueves al domingo, día del partido. Así fue como me uní a los universitarios. Y
allí estaba yo, golero del equipo juvenil. Sí, todo parecía muy fácil. Pero no
sabía que se acababa de establecer un vínculo de años, que abarcaría cada estadio
de la provincia, y que nunca tendría fin. [...]
—Albert
Camus, 1957.
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“El balón y la cabeza” Por Juan Villoro [2002] Revista
Letras Libres
“El oficio de chutar
balones está plagado de lacras. Levantemos veloz inventario de lo que no se
alivia con el botiquín del masajista: el nacionalismo, la violencia en los
estadios, la comercialización de la especie y lo mal que nos vemos con la cara
pintada. Todo esto merece un obvio voto de censura. Pero no se puede luchar
contra el gusto de figurarnos cosas. Cada aficionado encuentra en el partido un
placer o una perversión a su medida. En un mundo donde el erotismo va de la
poesía cátara a los calzones comestibles, no es casual que se diversifiquen las
reacciones. Los irlandeses aceptan el bajo rendimiento de su selección como un
estupendo motivo para beber cerveza, los mexicanos nos celebramos a nosotros
para no tener que celebrar a nuestro equipo, los brasileños enjugan sus
lágrimas en banderas king-size cuando sólo consiguen el subcampeonato y los
italianos lanzan el televisor por la ventana si Baggio falla un penal.” [La
mente da en el poste]
“El crack sólo existe
rodeado de cierto dramatismo. Aunque las biografías de los futbolistas nunca
son tan tristes como las de las patinadoras en hielo, hay que haber sufrido lo
suficiente para tener ganas de patear al ángulo. En 1998, durante el Mundial de
Francia, asistí a un entrenamiento de Brasil. De pronto, Giovanni y Rivaldo se
apartaron del conjunto y jugaron a dispararle al larguero. Giovanni acertó 12
veces seguidas y Rivaldo 11. Ningún humano nace con tal capacidad de
teledirección. Se requiere de un pasado roto o necesitado o muy extraño para
alcanzar tan obsesivo virtuosismo. Como la caminata o el ballet, el futbol
permite sublimar el sufrimiento con molestias físicas. Quienes tienen poca
habilidad para convertir sus traumas en toques acaban de defensas; quienes
tienen más problemas que talento, se especializan en la variante futbolística
del performance: romper el juego y los tobillos.” [El
sentido de la tragedia]
—Juan
Villoro, 2002.
RedNEL
Colombia
Fútbol en dosis ilustradas con Roberto Bolaño [Santiago de
Chile, 28 de abril de 1953–Barcelona, 15 de julio de 2003]
Ilustración
de Juan Pablo Gaviria Bedoya
“Mi experiencia como
jugador de fútbol nunca fue del todo comprendida ni por los espectadores ni por
mis compañeros de equipo. A mí siempre me pareció más interesante marcar un
autogol que un gol. Un gol salvo si uno se llama Pelé o Didí o Garrincha, es algo
eminentemente vulgar y muy descortés con el arquero contrario, a quien no
conoces y que no te ha hecho nada, mientras que un autogol es un gesto de
independencia.
Aclaras
ante tus compañeros y ante el público, que tu juego es otro.”
—Roberto
Bolaño, Bolaño por sí mismo [Entrevistas escogidas]. Santiago de
Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2006.
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