Por Luis Benítez
La casa editorial argentina Moglia Ediciones (www.mogliaediciones.com) ha incrementado su colección “Ojo Lector”
con un nuevo título. Se trata de una selección de cuentos del escritor local
Aníbal Leserre, volumen que lleva por título “Trece historias desparejas y un
desenlace...” . Un factor común que encontramos en estos relatos es el pasaje
paulatino de situaciones que primeramente identificamos con lo normal, a
instancias signadas por lo demencial, lo desorbitado y aterrador que aflige a
los protagonistas, en un vórtice bien calculado por el autor. De este modo
logra la verosimilitud -o sus apariencias- ante los ojos del lector, venciendo
su incredulidad inicial ante hechos extraordinarios.
En definitiva, lo que Leserre consigue es propiciar en sus lectores esa
“ligera narcosis del arte” enunciada tempranamente por Sigmund Freud en su
conocido ensayo Das Unbehagen in der Kultur (“El malestar en la cultura”),
donde establece que “si bien no origina más que una sustracción efímera de
los sinsabores vitales, no posee la adecuada potencia como para borrar nuestras
penurias objetivas” (de acuerdo, Ziggy, pero hay que tener una pericia muy
concreta para siquiera aproximarse a lograr algo semejante). Poder sustituir
-al menos durante la lectura y luego, mientras esta sostiene todavía su
remanencia en nosotros- el horror real, objetivo y palpable, por el horror
imaginario, o sea aquello que padece alguien que no existe ni existirá, en un
espacio/tiempo carente justamente del más mínimo tiempo y espacio, es cosa que
se hace muy cuesta arriba para un autor contemporáneo, habida cuenta de cómo se
presentan las cosas en nuestro mundo para alguien siquiera medianamente
informado.
Aníbal Leserre lo logra en muchas de sus páginas: suspende primero
nuestra incredulidad, como mencionamos, al estilo Stephen King: es lo conocido
que paso a paso pierde sus características tranquilizadoras y va mostrando su
cara peor, para dejarnos a merced del paisaje de lo francamente espantoso.
Porque como King, Leserre no plantea en general que la realidad se transforma o
es transgredida, alienada, convertida en otra cosa que aquella que era; lo que
sucede es que -por el arte de King o de Leserre- se borra su sereno maquillaje
cotidiano y surge ante nosotros su verdadero, espeluznante semblante: aquel que
tuvo siempre y que antes no advertíamos... ¿o acaso, no queríamos ver?
En uno de los mejores relatos reunidos en este volumen -que contiene
varios de similar alcance-, el titulado justa y premeditadamente “El lector”,
Leserre nos narra lo que le puede pasar a alguien que vaya algunos pasos más
adelante en cuanto a la “ligera narcosis del arte” que mencionaba Freud: puede
terminar con algo más que un inocente perrito hecho pedazos en su conciencia.
Y no digo una sola palabra más, como les conviene a estas historias de
tan buenos desenlaces. Quien lea “Trece historias...” después me lo agradecerá.
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