"La Muertita", de Susana Szwarc: Un libro que no es difícil, sino asombroso



Por Luis Benítez

¿Nouvelle? ¿Prosas poéticas? Es dificultoso y hasta inútil imponerle una definición al último libro de Susana Szwarc, La muertita o la novela que, publicado recientemente en Buenos Aires por Editorial La Mariposa y la Iguana. Cuando la frontera entre los géneros hace tiempo se ha licuado -del mismo modo que tantas otras cosas- es de señalar que este trabajo de la talentosa autora argentina posee, entre otras virtudes, la de aludir a ese proceso de licuación de las certezas hasta que se convierten en algo líquido, lábil, autodeslizante y actual. ¿Una metáfora de lo contemporáneo? Primariamente, este libro no aspira a tanto o en todo caso, le deja eso al lector. En sí, el texto suscita dudas a cada paso, desde las más ingenuas -”¿está viva la muertita?”- hasta desasosiegos más complejos e interesantes que este.

Si fuera efectivamente una novela esta obra, le cabría el sayo tan socorrido de “novela coral”: múltiples personajes, innumerables situaciones e interacciones, en un discurso donde los caracteres parecen encontrarse en callejones y pasadizos donde se topan o tropiezan el uno con el otro a cada paso: un Marcelo suicidado; un muchacho chino llamado Juan Tsé; chicos que son chinos y otros chicos que parece que no; María Marina, la mujer del lavadero; detectives; cobradores; multitudes bajo la lluvia; un cadáver, este sí genuinamente muerto...

Lo invariable – y lo incrementado a cada página- es la condición de humanidad estanca, separada, de la protagonista, esa muertita que lo observa todo como desde detrás de un vidrio muy grueso, a punto tal de que parece tener una relación más cercana con los objetos que se atraviesan en su camino que con lo animado, tal vez a causa de su misma condición intermedia, a mitad de camino entre un estado y el otro. Mas, fundamentalmente, la  muertita es alguien que va perdiendo sucesivamente, de a jirones, no la carne, sí el Dasein, ese “ser-allí” heideggeriano, ese modo de ser determinado, finito y temporal, posiblemente como intento de relacionarse con el resto de los vivientes: dado que no puede hacerlo por la vía directa y habitual, parece precisar disgregarse en los otros para acceder a alguna suerte de contacto más convincente, al menos para ella, quien -como bien manifiesta este texto y su contexto- tiene por actividad principal el “mirar”: una mirada a mitad de camino entre lo vivo y lo muerto, que ve para no verse desaparecer y está “viviendo”, como lo hace, en un sugestivo espacio subterráneo.

Interesante apuesta de la autora el poner todo esto en unas pocas pero muy densas páginas, empleando un lenguaje engañosamente simple y apelando continuamente a la alusión y la elusión, una de las marcas de pluma de Susana Szwarc.

Sobre la autora

Susana Szwarc nació en Quitilipi, provincia del Chaco, Argentina, en 1954. Obra narrativa:  Trenzas (novela, 1991), El artista del sueño y otros cuentos ( 1981), El azar cruje (006), Una felicidad liviana (2007). Obra poética: En lo separado (1988), Bailen las estepas (1999), Bárbara dice (2004; trad. al francés, París, 2013), Aves de paso (2009); El ojo de Celan (2014). Narrativa infantil: Había una vez una gota, Había una vez un circo, Salirse del camino y otros cuentos (1996, 1997); Tres gatos locos (2010). Antología personal: La mesa roja (2012). Sus piezas teatrales Paisaje después de los trenes, Trenzas, el secreto robado, Justo en lo perdido, fueron representadas entre 1985 y 2003 en Buenos Aires. Cuentos y poemas de su autoría se tradujeron al alemán, inglés, catalán, chino-mandarín, rumano, polaco, portugués y francés. Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía (1987), el Premio Unesco (Buenos Aires, 1984), Premio Antorchas a la Creación Artística (Buenos Aires,1990), Premio Único de Poesía de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1998), Premio de Honor en la categoría Libro para Niños, otorgado por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán (1996). Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes (1995) y recibió el Subsidio Fondo Creadores del Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires por su proyecto de escritura de libro de cuentos (2005). 

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