Enrique Moya
(Esta entrevista realizada por el poeta Enrique Moya a Oswaldo Soriano
nunca fue publicada completa. La reproducimos ahora, visto que Soriano nació en
un enero y murió en un enero)
I
"La hora sin sombra"
Ser una especie de amanuense de los personajes, a los
que hay que seguir con papel y lápiz tomando notas de lo que dicen o hacen es,
según Camilo José Cela, narrar. En esta primera parte de la entrevista me
gustaría acceder a la fórmula que tiene Soriano para narrar una historia y que
ésta sea efectiva y saber, además, qué la diferencia de los demás:
No quisiera que me asocien nunca con Camilo José Cela.
No por razones de escritura sino por razones históricas...Pero acepto que amanuense
es una buena palabra.
Ahora, yo creo que un escritor, al menos eso es lo que
yo siento, se piensa, se entiende muy a mal a sí mismo. Cuando una persona que
no leyó mi última novela, me pregunta de qué trata, no sé qué contestar. Porque
es muy difícil para un escritor decir: "mi novela trata de...". Salvo
un tipo de escritor político que haya escrito manifiestos políticos donde
precisa bien la dirección de sus argumentos, puede afirmar que se trata de una
novela contra la intolerancia o anticomunista, etc. En cambio un escritor, un
narrador como yo no tiene una respuesta precisa.
En esta última novela, "La hora sin sombra"
uno percibe claramente una diferencia fundamental en su patrón narrativo. Es la
primera vez que veo que usted encara el problema de tomar muchas historias en tiempos
divergentes, conectarlos y resolverlos, desde el punto de vista técnico, sin
perder la sencillez del relato. Logra, felicitaciones, entusiasmar al lector
Cuando comencé ésta mi séptima novela -después de tres
años, libro de cuentos de por medio- me planteé soltarme más en mi relato.
Generalmente mis novelas anteriores contenían una sola historia. Me gustaba ser
lineal, es decir, comenzar, desarrollar y terminarla de una manera natural a la
historia misma. Esta fue una apuesta, y la hice con mucho miedo. Miedo en el
sentido de que yo nunca había jugado con tiempos; esto es, pasar del año 43 al
52 y de allí al 54 y pasar luego al 95. Como yo soy muy mal lector, así como
soy muy mal espectador, tenía el temor de que no se entendiera nada, que un personaje
de la página 4 luego apareciera en la página 30. Lo que es hoy el segundo
capítulo, antes era el final; el cuarto capítulo lo puse después del veinte y
seis. Desde luego que requirió de un
trabajo enorme articularla...corté mucho, reescribí tanto. La novela es
como una suerte de rompecabezas...
Leí que usted decía que "La hora sin sombra"
en realidad terminaba en la página 60, sin embargo la novela tienen 231
páginas. En la escena de la página 60 el protagonista se desprende de su parte
intelectual y se bate a tiros como cualquier delincuente. ¿Se trata de un final
anunciado o de una trampa para lectores?
"El tiroteo", como yo le llamo a esa parte,
estaba escrito al final, cuando ya la novela estaba terminada. Estaba
trabajando en ese momento en Francia y tenía escasos interlocutores. Pero le di
a leer la novela a un joven escritor colombiano muy interesante, Santiago
Gamboa. El me observo que faltaba algo que definiera mejor al personaje, que le
diera a la novela un poco más de accionar. Y me quedó esa intriga. Y convine,
luego de releerla, que era cierto. Hacía falta conocer un poco más de lo
errático del personaje. Me permitió, desde el punto de vista técnico, resolver
tres cosas: hablar un poco más del narrador -el que cuenta la historia en la novela-
darle un poco más de acción y explicar algo que se me había pasado por alto: el
origen del arma. Es decir, si lleva arma, alguien - un escritor, un
intelectual- que se supone no debería llevar armas, me sirvió para remitirme al
pasado argentino. En argentina alguien que lleva armas, salvo los fascistas, la
lleva un medio avergonzado. Y yo no conozco a nadie que sepa usar un arma.
Excepto mis amigos ex-guerrilleros que si deben saber disparar muy bien. Pero
quiero decir con esto, que el origen del arma, a la medida que la novela
avanza, contiene elementos de la historia reciente; un arma no es gratuita.
En la historia de nuestros países, está demostrado que
un arma no es gratuita. No se lleva sólo para defenderse de los ladrones.
Entonces de allí, que este hombre compra el arma aun ex-comando de la guerra de
Malvinas (Comando de Malvinas son aquellos, salvo honrosas excepciones, que se
rindieron vergonzosamente ante los británicos). Pero todos ellos tienen detrás
de la guerra de Malvinas, y esto es lo que la novela plantea subyacentemente,
el peso de la dictadura. Y la dictadura es el paradigma del asesino. Esto le
daba cierta profundidad moral dentro de la inmoralidad que significa declarar
guerra y muerte. Muy contrapuesto a nuestra época en la cual no somos nada. Una
época lineal, posmoderna. Tan difícil, sobre todo para los jóvenes, preguntarse
qué soy, quién soy...un consumidor. La epopeya de nuestro tiempo es ser
consumidor...
Leyendo esta novela y otras anteriores uno infiere que
usted está a la búsqueda de la identidad argentina a través de los principios
que le inculco su padre.
Sí, en efecto, la novela plantea una de mis
inquietudes: la búsqueda de la identidad perdida. Creo que hoy día en ninguno
de nuestros países sabe nada del otro. Por eso le decía que yo no sé nada de
literatura latinoamericana. Se ha roto el hilo aquel de la década de los 70,
que hacía que todos conociéramos, por ejemplo, media docena de cada uno de los
países de América; que fuéramos al Perú, a Colombia a Venezuela y nos
recibieran nuestros colegas que ya nos habíamos leído. Y hoy esto se terminó,
no sé explicar por qué, pero esto se acabó. Hay una suerte de frontera, de muro
que hace que no nos conozcamos. Si usted no me la cuenta yo no sé qué es de la
vida literaria de Venezuela, con excepción de los escritores tradicionales que
pertenecen a otra generación. Yo creo que la globalización ha tendido a
disolver las aldeas que en este caso las vivimos como países. Creo
seriamente que hay una tendencia hacia la disolución...
La globalización en vez de unir lo que hace es
dispersar, fragmentar...
En efecto, la discusión actual tendría que ser la
defensa de la identidad. Porque nosotros no somos franceses, porque más que
usted y yo hagamos nunca vamos a poder parecernos a un británico, mucho menos a
un alemán. Por más comercio e intercambio financiero que realicemos (los
empresarios y los gobiernos, quiero decir) eso no va a cambiar nuestra historia
e idiosincrasia; nuestra identidad. Bolívar y San Martín pasaron apenas
anteayer, no hace cinco siglos, con una moral con una ética, con una utopía;
pero sobre todo con una utopía que no podemos olvidarnos de la noche a la
mañana. Yo no puedo olvidar el sueño de Artigas, la patria de Bolívar, las
utopías de San Martín o los sueños de Santa Cruz, cualquiera de los grandes.
Lamentablemente estos sueños e ideales han sido
utilizados por las dictaduras, más que por las democracias. Se han realizado
grandes masacres en nombre de Bolívar, de San Martín, de O´Higgins, como
justificación al significado de patria. Y esto ha tenido como consecuencia que
todas las ideas generosas, como patria, justicia, el bien común, nos fueran
arrebatadas por las fascistas, por los ejércitos iluminados. No se trata de
hacer historia como si fuésemos escolares, pero son ideas que las democracias
deben rescatar. Yo tengo cincuenta y dos años, y se pensaría que esto no
debería importarme (en un mundo de egoísta como en el que vivimos), pero si me
importa para mi hijo, para pueda sentirse orgulloso; no rico, pero si
orgulloso. Esto es algo que la novela plantea de una forma más o menos velada.
Ahora somos un continente pobre y con un extraño
orgullo, que es lo que está pasando...
No, no lo creo. Ahora somos más pobres sin un mínimo
orgullo. Al menos yo no percibo ningún orgullo por sus utopías, por sus
tradiciones, por su historia como lo tendría un francés, un británico, incluso
un norteamericano. Se ha perdido el interés por nuestras culturas con
diferencias y unidades y a mí me parece que cada vez somos más pobres y menos
orgullosos. Por ejemplo, que queda del Che Guevara: una remera -una camiseta-.
En algunas encuestas hechas siempre hay un 12% que piensa que el Che Guevara
fue un famoso cantante de rock.
Pero esta pérdida de valores se hizo notar de una
manera muy enfática y contundente en un país como México, tan orgulloso de sus
tradiciones y tan específico en el continente. La manera en que se ha ido
vaciando ese país a través de la políticas neoliberales de apertura total y
desculturización, termina en un subcomandante Marcos atrincherado en algún
lugar tratando a los gritos: acá hay miseria, acá indios, acá hay una
tradición.
Según el subcomandante Marcos "Yo no quería tener
un rifle. Pero así es el siglo XX, tienes que disparar para que te
escuchen"
En ciertos momentos yo creo que en México y como está
sucediendo ahora en la Argentina y en otras partes del continente, se llega a
tales extremos de insensibilidad que presionan para que ocurran cosas
indeseables. Yo soy contrario a la violencia no en general, porque sino no
hubiésemos tenido independencia. Sería absurdo aceptar que Bolívar hubiese sido
como
Gandhi. Hay ciertos momentos en los que inclusive la iglesia justifica
modos de violencia. Marcos ha sido todo lo prudente que se puede ser hoy.
Combatieron muy poquito tiempo y empezaron a negociar. Algo así como lanzar
unos fuegos artificiales para llamar la atención. Unas largas conversaciones
que corren el riesgo de no llegar a nada.
Una investigación hecha por Thomas Benjamin para la
Universidad de Michigan, deja constancia en un libro de reciente publicación al
español: "Chiapas tierra rica, pueblo, pobre". Dice, además que, es
verdad que por las ramas, nada debería exigirse; pero señala que el obstáculo
es con quién hay que sentarse a conversar si la democracia mexicana está tan
corrompida. ¿Es posible establecer el diálogo en las actuales democracias
latinoamericanas?
Uno de los grandes logros obtenidos en este continente
es la instauración del espacio democrático. El asunto es saber quién conspira
contra ese espacio. ¿Los pobres o los pocos ricos? ¿Los ricos cada vez más pocos,
cada vez más ricos? en una etapa en la cual ya no se le puede echar la culpa al
imperialismo, al capitalismo internacional, porque eso ya no es posible. La
actual situación se ha convertido en una mezcla de intereses que ya no se sabe
a quién responsabilizar. Por ejemplo, usted y yo podemos comprar deuda
venezolana o argentina y...
Y somos dueños de un pedacito de país el cual no
conocemos.
Claro. Y además dueños de nuestra propia deuda. Es
decir, que por un lado venezolano, debe una cantidad de dólares per capita, y
al mismo tiempo tiene documentos de los cuales es acreedor de sí mismo. Es una
paradoja extraordinaria. Entonces, es verdad que ante eso el discurso y la
mirada cambian. Hace veinte años cuando cayó Allende le echamos la culpa a la
ITT, pero ahora es todavía más complejo: también es la ITT más los accionistas
de Paquistán, Francia, Australia...
En el fondo la globalización ha hecho de que todos
seamos culpables o responsables sin siquiera saberlo. Es decir lo que podríamos
llamar "la globalización de las culpas". Tal cual lo plantea en
"la hora sin sombra", participamos en una historia en la cual no
tenemos capacidad de incidir.
Exacto. En nuestra historia hoy es muy difícil
incidir. Por eso he mencionado la importancia del reconocimiento cultural;
reconocerse en los elementos que hacen nuestra identidad. Si nos reconocemos
nada más que en eso, no creo que sea mucho pretender. Si nosotros sabemos que
esos los elementos comunes acercan a nuestros países países...Reconozco, que
hablar de "nuestros países", dado el contundente fracaso, es una
verdadera desgracia; pero al menos, pensar en que si somos países realmente
ricos no es posible que tengamos tantos pobres.
Vayamos un poco más allá: ¿somos realmente países?
Esa sería la pregunta central. Pero avancemos un poco
más en nuestra pretensión. Dejemos las geografías ricas del norte. Somos un
continente que tiene la mayor reserva de oxigeno del planeta, somos dueños del
aire que respira el mundo. Tenemos petróleo, minerales de todo
tipo, que no son artículos suntuarios. En fin, tenemos todo aquello que
hace aún más inexplicable la situación de miseria y pobreza por la que pasan
nuestros países.
Hay que buscar también otras explicaciones. Yo nunca
fui amigo de los empresarios ni de las burguesías nacionales. Pero la gran
trampa ha sido siempre derivarle la culpa al de afuera. Sin saber quién es más
ladrón si el que hace Coca cola o el empresario nuestro, el local. A mí me da
la sensación de que al menos la Coca cola está bien hecha y es confiable; pero
sobre el producto de nuestro empresario local, tengo serias dudas. Quizás mi
padre haya tenido razón cuando siempre me decía: "Si te ofrecen francés y
alemán al mismo precio, escoge alemán. Si te ofrecen alemán y japonés, aún más
caro, japonés".
Percibo en su narración dos paradigmas, tanto de la
realidad como de la literatura contemporánea: uno la soledad, el desamparo y la
muerte. Su novela toca el aspecto de lo que yo llamaría "la última
soledad", esa cuando de la que nos enteramos gradualmente a través de los
obituarios de los que fueron o son nuestros amigos. Yo lo veo así, la soledad
del autor, que se diferencia de la soledad del narrador, y esta a su vez de la
soledad del personaje. Hablamos a veces de la soledad borgiana (la soledad del
otro) o de la soledad kafkiana (la soledad de sí mismo) ¿cuál es la soledad
soriana, si me permite este término. Y en qué se diferencia la soledad de un
argentino a la de un danés, un japonés o un venezolano.
Yo soy lo que clínicamente llaman melancólico
depresivo, o algo así. Me es más fácil apenarme que ponerme contento. Primero
hay una soledad única y universal que por, más acompañados que estemos, nos
sentimos solos. En primer lugar porque somos mortales. Sentimos infinita
impotencia que nos hace (que nos lleva a) estar solos, y sobre las que se
fundan todas las religiones. Los obituarios de los otros no hacen otra cosa que
preceder al nuestro.
Confirmar que nos vamos quedando solos. Una anciana
amiga solo compraba la prensa para revisar los obituarios. Los funerales eran
la única reunión social que se permitía...
Sí, es muy usual en los pueblos del interior que los
viejos miran cómo sus amigos van dejándolo solo a través de los obituarios. El
velatorio es la glorificación de lo inevitable. En Latinoamérica es una fuente
de humor inagotable, como defensa al horror del que va a estar metido mañana en
ese cajón.
Pero en esta novela a mí me interesaba hacer un
homenaje a los grandes escritores como Melville, Conrad, Kafka.
Kafka cuando escribe a su novia y le dice "qué
hermoso debe ser morir dentro del texto de uno mismo". No caer el
manuscrito ni el escritorio, sino dentro del texto, es algo genial de Kafka, y
al mismo tiempo bien kafkiano eso de caer dentro de la profundidad misma del
relato.
A mí me interesa siempre la idea de definir, de intuir
qué cosa es un relato. Por momentos en la narración en la década pasada ha sido
de pésimo gusto narrar, relatar. De pronto algunas vanguardias se habían
impuesto que rompían con el lenguaje de la narración; gesto típico de toda
vanguardia eso de romper con todo y que surge cada veinte años. Creo es un poco
una
burla sin mayores propuestas eso de eso de destruir algo para no ofrecer
nada. Empezar una novela, por ejemplo, con la páginas en blanco y terminarla
tal cual, y que alguien diga que eso es genial. ¿Qué es un novelista sino no
tiene nada que ofrecerle al lector?
Cuando comencé a escribir La hora sin sombra me dije:
"me gustaría hacer algo que fuese una infinidad de relatos muy breves, y
fragmentarios e inconclusos, entrelazados unos con otros, de modo de conseguir
una suerte de largo relato que fuese a la vez muchos relatos, que al mismo
tiempo todos tuvieran su propia autonomía.
Y eso es lo que me atemorizaba, que no saliera bien.
Pienso que las pequeñas historias, sobre todo de la
primera parte, nunca terminan. De pronto empieza a hablar de su madre y luego
se desvía y no sabemos qué fue lo que hizo. Me proponía profundizar en la
tradición de los grandes narradores orales.
Yo soy un hombre del campo, mi adolescencia la pasé en
el campo. Y en el campo siempre hay un hombre en la barra del pueblo que tomaba
la palabra.
Remplazaba "El había una vez..." con alguna
otra cosa atrapante, y que paralizaba la audiencia con algo así: "Entonces
don Casimiro se levantó, se quitó la camisa y dijo..."; entonces todo el
mundo se callaba y lo miraba. Es decir, es algo que va más allá de tomar el
relato oral y escribirlo.
Se me ocurre a mí, y en la novela se dice en algún
momento, que en el fondo no es que narramos, sino que nosotros mismos somos el
relato. Somos un relato. Lo que pasa es que no sabemos de quién somos relato.
Entonces, convencionalmente, en esta novela, aparece la figura del pastor con
la idea que somos un relato de Dios. Que Dios se ha puesto a relatar un cuento
oral y usted y yo estamos en un momento del relato de ese dios, cualquiera sea,
que está contando una vasta novela. Y que por extensión el relato del Comando
de Malvinas, la pistola del Pastor etc. Las narraciones son un relato, nuestras
culturas son un relato. Y si el relato es malo... En alguna parte dije "La
Argentina es un mal relato". De alguien que se puso a contar mal. Hay
malos y buenos narradores, a nosotros nos tocó uno malo.
El protagonista de "la hora sin sombra"
afirma (pág. 189) que el narrador siempre busca esconderse. Sin embargo
pareciera que en su caso no ha sido tan verosímil, porque al hablar de un
escritor que busca a su padre, da la impresión que esta novela es una especie
de biografía oblicua y metafísica de usted mismo.
Sin embargo; no. Uno trampea...
Sustento esta afirmación en un aspecto en particular
en la descripción del "Gordini", auto que tenía su padre en la vida
real, en la descripción que se hace del Torino del padre del narrador, es como
si fuese la de un Gordini.
No. Sin embargo acepto esas lecturas, puesto que el
lector tiene derecho a las aproximaciones. Mi idea de la narración es que el
escritor debe escribir de forma más o menos abierta para dejar que el lector me
cuente a mí, como autor, sus narraciones a partir de mi narración.
Hay gente que me cuenta cosas, a partir de mis
narraciones, que yo jamás escribí.
Mi interpretación primera: ¿por qué un Torino? Yo me pasé mucho tiempo
mirando todos los coches para elegir qué coche. Puedo asegurar que hoy soy un
experto en coches. Yo no quería que hubiese mayúsculas o números en todas las
páginas. De manera que quedaban descartados el Renault 12 o 19. Por eso hay un
Dacia, y que es el colmo de lo malo, auto con el cual no se puede llegar a
ningun lado. No podía tener números porque es gráficamente mal...
Yo avalo las posibilidades inconscientes de un
narrador. ¿Usted no cree en las conexiones subyacentes en el hecho de
describir, como en este caso, un auto como otro que probablemente no se parece,
más que una trampa sea la manera en la cual un novelista dejar su impronta a
través de un guiño biográfico?...Disculpe, no quiero forzar la cuestión,
pero...
Puede ser. Vamos a llegar a eso. Por qué elegí un
Torino. Este es un auto que se dejó de fabricar en el año 80, cuando yo ya no
estaba en el país. Es el único coche en la historia de la Argentina, que es
argentino ciento por ciento. No una copia de un coche extranjero. Es, repito,
un coche completamente argentino.
Eso como concepto, de qué manera se manifiesta en el
discurso narrativo de esta novela.
Es muy sutil. El Torino es la prueba de que hace
muchos años en un lugar tan alejado del mundo como lo es la Argentina, se
pudiese decir, "Voy a intentar algo que valga la pena. Voy a luchar contra
la Ford y la Volkswagen, y lo voy a hacer mejor".
Hubo una fábrica de capitales mixtos. Fue de un
ingeniero argentino que resultó un genio y que diseñó el auto pieza por pieza.
Era un auto cuyas partes no se parecían a ninguna. Era hecho como a mano, en su
propia fábrica. Era una pequeña obra maestra. Era un coche caro, pero fue
durante quince años el emblema del país. A tal punto de que las embajadas
argentinas no tenían Cadillac, ni Mercedes, sino Torinos. Para mí esto es muy
trascendente en lo personal. Hace muchos años me perdí en Estambul, y de pronto
caminando vi un Torino. Y me dije estoy salvado, porque sabía que ese carro no
podía ser de un turco, sino de un argentino. Y en efecto, el carro resultó ser
de la embajada argentina.
Por eso al elegir el coche de mi novela escogí al
Torino, porque es un emblema que ya no existe. Y que, además, el personaje de
mi padre, en la novela, pudiese reconstruir, aunque fuese algo de las utopías
derrumbadas a través de un paradigma íntimo, en el transcurso del relato.
Escribí la historia del Torino, un capítulo entero de aspectos muy técnicos y
precisos, pero la saqué de la novela. Dicho brevemente el Torino en la novela
es un paradigma con el cual el personaje reconstruye identidades.
Así que…debo admitir, hasta cierto punto, que en ese
sentido usted tiene razón: hay una asimilación del Gordini en el relato del
Torino, entre otras cosas el coche de mi padre -en la realidad- el me lo
prestaba para que yo sacara a mi novia a pasear. Me acuerdo siempre del día que
con el cigarrillo le quemé el asiento. El drama el presentarme ante mi padre y
darle explicaciones sobre el daño que le había ocasionado al único coche que
había tenido en su vida. Mi padre un funcionario público que con mucho
sacrificio compró su coche, y que lo pagaba humildemente en cuotas.
Entonces, sin duda, puede ser que sí, de una manera inconsciente, ese
Gordini se haya involucrado en el relato. Además también puede haber otra
razón: me encariño con las maquinas inertes. Yo soy de los que se encariñan con
las cosas, y les cuesta desprenderse de ellas. No soy de los que las tiran a la
basura. Puede ser que compre aparatos más modernos, pero los que ya compré son
un pedazo de mi vida.
Desde la primera Olivetti, con la cual escribí
"Triste, solitario y final". Esa máquina no la he podido vender, ni tirar.
Es sagrada. Es como una suerte de museo personal. Lo mismo me pasa con las
computadoras portátiles que he ido teniendo a largo de mi vida, me da no sé qué
venderlas; con ellas pasen horas terribles, horas divertidas.
Esta novela se conecta con otras narraciones suyas
como el caso de "Una sombra ya pronto serás", "Cuarteles de
invierno" en la manera en la cual los personajes asumen las
incertidumbres, los enigmas y el destino de participar en una historia en la
que sin embargo no deciden ni pueden incidir en ella de manera eficaz...
Sí, hay una escenografía común que recorro en todas
mis novelas. Y que al aspecto más sobresaliente que las une a todas es la
soledad. El cantante y el boxeador de "Cuarteles de invierno" son dos
soledades que se juntan con el pretexto de que no les alcanza la plata, van a
compartir la pensión, y a partir de ahí van a compartir destino.
Tenemos dificultades culturales para compartir las
cosas nuestras. Cuando se hizo una película alemana con "Cuarteles de
invierno", el director alemán me dijo que le costaba entender lo que para
todos nosotros era obvio. "Necesito saber por qué el cantante, cuando
cancela, vuelve al pueblo y se pone del lado del boxeador”. Es una cuestión de
tiempo la empatía, la amistad. Y de pronto uno se encuentra en una situación
fuera de lo normal extraordinaria se conoce y se conecta con ese alguien y ya
no podrá abandonarlo nunca. Entonces ese boxeador que es un ingenuo, un pobre
tipo, al que van a usar y ese otro cantante que lo ha conocido y que parece
haber tenido una experiencia política aunque no sea muy importante, vuelve y se
pone a su lado y comparte con él la aventura. Y esto es muy difícil comprender
para una persona educada en la cultura de Goethe, de Nietzsche. Es una cultura
tan distinta a la nuestra en la que esas pequeñas cosas que para nosotros están
sobrentendidas son las mismas que explican las batallas heroicas de la
Independencia.
II
Literatura argentina
Su narrativa se diferencia de los narradores
argentinos de su generación en que asume la nitidez, más que la complejidad en
el modo en que usted cuenta las historias. A diferencia de otros de sus colegas
argentinos en los que la historia es secundaria y localizar el enigma o claves
es la verdadera razón de la narración. El caso de Ricardo Piglia y de, quizá,
Puig en una que otra novela.
Puig pertenece a otra familia. Admirable por otros
motivos. Pero cuando usted habla de enigma el primero que me vino a la mente
fue Ricardo Piglia escritor que yo admiro mucho.
En el caso de Piglia el siempre plantea un enigma a
dilucidar. En un artículo que alguna vez publiqué, decía que uno de los grandes
comienzos de novela es uno que tiene Piglia en una de
sus narraciones: "¿Hay una historia?, Si la hay, ésta es
así..." En el fondo el "Hay una historia" la pregunta encierra
algo que luego se agranda muchísimo y que una infinita posibilidad al lector.
La pregunta de Piglia contiene enigmas literarios. Piglia es quizá el hombre
más enamorado y estudioso de la literatura latinoamericana, particularmente la
argentina. Es uno de los que ha rescatado del olvido a uno de los grandes
escritores argentinos de todos los tiempos que es Roberto Arlt. Sin duda el más
grande de los escritores nacidos en Buenos Aires. Esta ciudad dio solo dos
escritores de la ciudad: Roberto Arlt y Adolfo Bioy Casares que son los que la
conocen realmente bien.
Yo, sobre todo en "La hora sin sombra" me
planteo todo el tiempo muchos enigmas. El enigma de la cultura de la historia;
el enigma de la verdad, de cuando la decimos. Y podría agregar, ¿cuándo
respondemos un reportaje, decimos la verdad o decimos otra cosa? ¿Podría haber
dicho otra cosa, o lo contrario? Qué lugar, si es que hay algún lugar, ocupa la
verdad, y luego dilucidar cuál es la verdad. O qué es la verdad en este tiempo
en el que nadie dice la verdad. Y agregando más complicaciones: en lo
intelectual, ¿dónde está la honestidad intelectual? Todo esto es una suerte de
enigma gigantesco.
Sin embargo la posibilidad literaria del enigma como
forma en sí misma de hacer literatura, ha chocado con su escritura; su
narrativa no ha sido del agrado de las nuevas -por decirlo en alguna forma-
vanguardias literarias.
Yo he propiciado sin querer muchos adversarios a la
idea de narrar. Aunque esas enemistades, quizá también tenga que ver con el
éxito de mis novelas, que los aspectos narrativos propiamente hablando. Esto se
ha generado en una generación que vino hace una década y que, por elevación,
atacaba la idea de narrar. Y decían: "miren qué tonto, este tipo que
cuenta una historia, como si aún hoy día se podría contar una historia".
Qué estupidez, que idiotez en el peor de los sentidos, ¿no? Yo creo que con el
tiempo, debido al fracaso de las alternativas o las propuestas diferentes a la
narración, la narración ha demostrado tener mucha mayor solidez.
En esto no estoy incluyendo a Piglia, obviamente,
porque él es alguien que entiende muy bien la narración, y puede descomponerla
y componerla cuando quiera. Como Picasso, que para descomponer una manzana,
antes aprendió a pintar bien una manzana. Y cuando supo pintarla ya nunca más
la pintó. Pero primero estaba obligado a pintarla.
Esto es más fácil demostrarlo en pintura, pero en
literatura todo es más difícil. Componer y descomponer una narración es asunto
bastante más complejo. Escribir un cuento de cinco páginas lleno de
circunstancias y personajes, y sus respectivas emociones, no es tan obvio en
literatura.
La emoción, el argumentos, los sentimientos, una
técnica de narrar como la de hace 50 años, apelar al lector, etc. Alguna gente
piensa que esto es justamente opuesto a la literatura. Esto es un poco el
argumento de esos otros escritores. Como si la literatura fuese algo frío y
aséptico.
Yo no puedo afirmar o negar una afirmación de esta
naturaleza como lo haría un teórico. Pero justamente los teóricos y las
escuelas de letras en Argentina tienen una idea contraria a lo que yo escribo.
De hecho no soy santo de su devoción, mis libros no se estudian, no están
de las facultades de letras de las universidades argentinas, sobre todo
de las de Buenos Aires. Si se me menciona es para mal, porque soy “un
narrador”, casi con la misma poca importancia que en las universidades y los
círculos literarios, le dan un narrador de pueblo, a un narrador oral.
La única vez que me invitaron a la Universidad de
Buenos Aires, hace mucho tiempo, ante setecientos alumnos. Cuando empezaron a
cuestionarme, les dije que yo era el menos indicado para hablar de la
narración, porque yo mismo era la narración.
¿Qué es el no narrar?
No lo sé. No sé si alguna vez ha tenido nombre. Creo
que ha sido una generación de gente que quiso creer que la narrativa estaba
agotada. Pero si usted pregunta a mis enemigos, seguro le darán un sustento
sólido de sus argumentos.
Hoy día florece mucho el escritor que al mismo tiempo
es profesor de literatura. Y eso a mí me parece casi incompatible. Yo prefiero
un escritor que sea mecánico, porque allí sí que no hay un conflicto de
intereses.
En mis conversaciones con escritores argentinos
siempre surge espontánea la presencia de Borges. La literatura argentina ha
tenido el peso de Borges a tal punto que todo aquello que no sea borgiano, se
le descalifica de una u otra forma. Hay un peso enorme en hacer y ver la
literatura a través de Borges. De hecho, por en cada feria del libro hay una
actividad que se llama “Cómo sobrevivir a Borges” o algo similar.
Esa es una de las claves. Yo como cualquier lector inteligente,
soy un ferviente admirador de Borges, hay cuentos de él que casi me conozco de
memoria. Tuve la fortuna que jamás se me ocurrió que uno pudiera ser escritor,
y emparentarse con Borges. Creo que eso es imposible. Sería exactamente igual a
esa gente que hace el ridículo imitando a García Márquez. Y cuando dije en la
universidad que "yo soy la narración", lo mismo digo para todos de
los grandes narradores que amo: García Márquez es la literatura. Yo digo, la
literatura española es Cervantes y García Márquez. Borges, tiene un gran peso
teórico.
Muerto Borges y terminada la dictadura, es que se ha
podido hablar de otras cosas que antes estaban prohibidas. En literatura la
gente no podía debatir en la facultad o donde fuera, no se podían hablar de los
autores exiliados, ni de Walsh, ni de Conti. Cortazar estaba prohibido. En el
exilio tuvo encuentros muy fuertes de personas que desde acá que lo acusaban de
cosas horribles. Yo creo que la dictadura con su silencio tan prolongado apago
la intelectualidad de este país. Es una historia de la literatura argentina que
nadie ha querido ventilar. Y cuando se menciona algo sobre el tema, todo el
mundo se encrespa.
¿Cómo afecto eso en la literatura argentina
propiamente hablando?
En el año 76 hubo acá una gran quema de libros de la
que se habla muy poco. Era una quema, una pira como en la edad media, y en el
que alrededor cantaban el himno nacional. Y ese mismo día, y casi a la misma
hora, la dictadura designo a un filósofo, como embajador de la UNESCO. La pregunta
es ¿cómo es posible que en el mismo momento que se están quemando libros se
nombre a un filósofo de embajador? Y así, por extensión, comemos con el
dictador; también por extensión se puede establecer una teoría de la literatura
argentina
bajo una dictadura, y que esa dictadura mañana pueda sobrevivir, siendo
libre de su pasado porque se preocupó, desde la literatura y la intelectualidad
de entonces, de dar una única narración de país.
Tengo la impresión que esa narración fomentada por la
dictadura se prolongó hasta los primeros años de la democracia. Sobre todo
porque el presidente Alfonsín tomó mucha gente de la dictadura que la incorporó
a la cultura. Esta no fue una dictadura más de sólo censurar periódicos o
allanar revistas. No, esta fue una dictadura que entraba a su casa y se llevaba
a sus familiares y usted no los veía nunca más. Ese terror aún pervive. La
actual indiferencia y el silencio que existen actualmente tiene su explicación:
el terror.
La pregunta era sobre Borges y nos hemos dado un paseo
por la dictadura. ¿Qué relación hay entre una cosa y la otra?
Pues porque Borges se prestó, me parece sin saber por
qué, a la dictadura. Quizá por curiosidad, porque le ocurría al final de su
vida. Borges fue víctima de la pelea izquierda-derecha. Entonces para la
izquierda era un amanuense que sí, que escribía bien, pero... y se le colgaron
todos los sambenitos por todos los disparates que dijo en su vida.
Lo empezaron a mostrar por televisión. Nuestro ciego
más famoso, era genial, decía cosas realmente muy divertidas,… era muy
divertido Borges ¿eh?, Su inteligencia dejaba a uno patitieso.
Lo llevaron a la televisión y tuvo un gran éxito en
televisión. Incluso hablando de Melville de Stevenson, porque hablaba muy bien.
Ya su literatura era genial desde hace cuarenta años.
Borges fue a Chile y le dijo a Pinochet:
"Nuestros países merecen doscientos años de dictadura". Y entonces la
gente de buena voluntad, la que lo queríamos mucho, no hizo otra cosa que
pensar que aquello era un gran chiste de Borges. Chistes que ayudaron a que su
imagen quedara trastocada.
Es verdad que luego escribió contra la dictadura.
Saludo la llegada de Alfonsín con un poema. Borges quedaba con su inmenso
genio, pero al mismo tiempo como uno de los pocos intelectuales ligados a la
dictadura.
Pero no se crea, ahora las vanguardias anti narración
también han abierto una injusta moda contraria a Borges. Es triste porque él
jamás excluyó de su universo a nadie, a no ser que fuera un mediocre.
Y en sus textos citaba a los más obvios, a los que
todos queremos Conrad, Melville, Stevenson, hablaba de la "Isla del
tesoro" y de otras obras fundamentales de los autores mencionados. Si uno
ve el prólogo en la biblioteca de Borges, cada libro elegido por Borges llevaba
un prólogo de él. Allí uno observa el perfil de lo que Borges quería. Él
siempre dijo que era mejor lector que escritor, una frase muy linda y coqueta.
Me parece que como a todo muerto (como a Perón que luego lo hicieron socialista,
maoísta etc.), le dieron demasiados calificativos.
Esa influencia o actitud también se refleja en la
opinión bastante negativa que en general tienen los narradores argentinos hacia
el realismo mágico o, por ejemplo, hacia Vargas Llosa o García Márquez. Cosa
realmente curiosa por demás, porque fue una
editorial argentina, de Buenos Aires, Sudamericana (después de ser
rechazada por muchas editoriales latinoamericanas más cercanas a ese tipo de
literatura que las editoriales argentinas), que dio a conocer al mundo ese
paradigma del realismo mágico que es "Cien años de soledad", novela
fundamental que, según los expertos, es por la cual llega a la Academia Sueca a
retirar el premio Nobel de Literatura.
En ésta, su última novela, hay una parte en la que un
predicador evangélico hace levitar ("levitar" es, obviamente, un
verbo garciamarquiano) a una niña y la salva de morir ahogada. El protagonista
del relato se muestra frente a esa historia, sarcástico y mordaz, como si fuese
algo muy lejos del talante literario del argentino. ¿Es un guiño escéptico e
irónico o reivindicador del realismo mágico?
No. Claro que no. En todo caso es un homenaje porque
soy gran admirador de García Márquez. Lo que pasa es que usted seguramente ha
hablado con gente resentida.
Porque, claro, usted sabe lo que pasa es que hay una
gran envidia. No es fácil, debe ser muy duro saber que uno jamás podrá escribir
una obra de la magnitud de la del Gabo. "El coronel no tiene quien le
escriba", no es una novela más. No es una obra más.
La lengua castellana tiene un ciclo muy corto:
Cervantes, García Márquez y Borges, en el cuadro de colosos, de gigantes de la
literatura. Esto crea para tanto mediocre una animadversión natural. Yo he
escuchado decir: "No. Yo no voy a publicar hasta que pase la moda
garciamarquez". Qué moda es de la que están hablando. Treinta años
escribiendo grandes novelas que tienen muchos lectores, y esto no está atado a
que las novelas sean buenas o malas. Sino a una obra que se defiende por sí
misma.
Lo que pasa es, primero, de una gran soberbia porteña,
del intelectual mediocre, oscuro (y lo digo así porque usted no me ha querido
mencionar nombres). Antes de hablar mal del realismo mágico hay que aportar
otra cosa, hay que tener una obra de una solidez muy grande y no, apenas, dos
libritos. Perdone, pero yo me ofusco cuando escucho estas cosas.
Los verdaderos escritores sabemos lo que significa
enfrentarse ante una narración compleja. Esto me lleva a pensar que si
Cervantes fuera contemporáneo dirían que es un "escritor cómico", que
es una mierda. Cervantes es el fundador de la literatura castellana, por el
hecho de que pasó hace cuatrocientos años, pero si se apareciera en la
Argentina hoy, eso es lo que dirían de él. Y en este tiempo en que Cervantes no
es posible por razones de hecho, socioculturales, económicas. El Cervantes de
hoy es García Márquez. Puede ser antipático decirlo; pero es la verdad.
Esas cosas me causan bronca porque cuando van
dirigidas a un grande tienen que ser por otro grande, y no producto de la
envidia. El escritor porteño es muy narcisista, en una ciudad como Buenos Aires
que es lamentablemente narcisista. Donde todo el mundo se cree mejor.
Mientras sea doméstico, que se diga el pelotudo de
Bioy Casares, el pelotudo de Borges está bien; estamos en familia. Pero llevar
esto a la obra de García Márquez…. La única explicación posible es la
envidia…la envidia de ver un tipo que dura tanto tiempo en las librerías y no
me da una oportunidad a mí. Pero nunca se plantean que el Gabo es divertido, es
entretenido, que te hace pasar grandes días de lectura; y que lo otro que se ofrece,
no le interesa más que a cinco personas
Usted me decía hace poco que existía una especie de lucha permanente en
que el libro sea dado a conocer, en que hay crisis de lectores -o de venta de
libros- en América Latina. ¿Qué responsabilidad tiene el autor en esas crisis?
No quiero hablar por hablar. Me cuesta hablar de la
literatura latinoamericana más allá de las figuras que ya conocemos, de las
figuras consulares. Sobre todo los mexicanos que son campeones para escribir en
la mañana y a hacer divulgación o propaganda política en la tarde y viceversa.
Octavio Paz es un campeón de eso, lo único que ha hecho Paz en su vida es
ideología de derecha, ha sido el mayor campeón en la lucha contra el comunismo.
Yo creo que debe tener hasta un monumento en algún lugar.
Sin dejar de reconocer que es un poeta colosal. El
pasó su vida luchando contra el socialismo. Pero otros también sin querer ser
con ellos peyorativo: es una tradición, Fuentes, Castañeda, Monsiváis, Fernando
del Paso. Y esto ha afectado, de alguna forma al libro y los lectores, porque
empiezan a ver en los autores a voceros ideológicos y no a autores dedicados a
la literatura.
Pero más allá de eso, México es uno de los países que
juntos tiene la mayor cantidad de buenos escritores con el cual Argentina no
pude compararse...Si se hiciera un campeonato mundial de escritores lo ganaría
México.
Y los cubanos…hace poco leí en un reportaje donde
Cabrera Infante aseguraba que "Rubén Blades es un Carlos Fuentes de la
música"
No, no he leído ese reportaje; pero desde luego
también los cubanos han pasado, como Cabrera Infante y Sarduy, por razones muy
compresibles buen parte de su vida haciendo propaganda política. De manera que
la política ha sido un punto en común de los escritores de latinoamericanos; y
en el mundo se nos ve, caricaturalmente, como políticos que saben hacer
literatura.
Este año usted estrenó nueva editorial. Su pase, tal
como si fuese un jugador de futbol, fue por medio millón de dólares. ¿Qué
siente un escritor al ser tratado como una mercancía?
Este tema es difícil de resumir en una entrevista.
Pero yo he tenido polémicas muy graves con los editores en general, y he
publicado una serie artículos, hace dos o tres años en Pag/12 de Buenos Aires,
contra los editores, en general, por los cuales no soy muy querido. Los he
tratado de delincuentes, asunto que generó en su momento, mesas redondas,
discusiones, respuestas violentas...
¿Por qué, entonces, llamarlos delincuentes?
Tengo bastante experiencia. Tengo al menos treinta
editores en todo el mundo. Y veintisiete, más o menos, son detestables.
Y diría que la mejor que tengo ahora en español es la
editorial Norma. Porque el trato es cordial, transparente. De los que se
acuerdan de uno, si uno pasa por una ciudad te saludan, te tratan con respeto,
te tratan como un escritor. Tengo un editorial en Brasil que es pequeña, que te
envía una carta de saludo, no para exigirte algo, simplemente te envían un
abrazo.
Tuve que cambiar de editor en Italia, por ejemplo...Voy a escribir un
libro sobre el tema, si la vejez me da el tiempo y fuerza, publicando contratos
y todo. Voy a seguir la línea que tenía Goethe en Alemania cuando decía:
"Los editores son hijos del demonio y morirán en el infierno". No sé
qué le habrán hecho a Goethe, pero supongo que no serían cosas muy diferentes
de las que me hicieron a mí. Usted sabe que Salgari se suicidó, dejándole una
carta a los editores en la cual les decía: "Ustedes me sometieron al
hambre y la miseria...", era una carta patética en vez de a su amante o al
juez, a su editor. Este anecdotario formará parte de ese libro futuro que
pienso escribir.
Sé que no es fácil para todos los editores soportar mi
carácter, tener un quejoso…
Finalmente este cambio llegó en un momento en el cual
el mercado se puso como se puso. Y no soy culpable ni yo, ni los editores.
Hubo momento en el cual el mercado pasó a estar en
primer plano, y mis libros se vendían muy masivamente. Eso incluso está en La
hora sin sombra, en la escena que el que el editor le pega una paliza al
escritor. Se ha llegado a un mundo en el cual el libro no es lo que era antes,
ahora tienen un porcentaje, precios, derechos de autor, en fin, una mercadería
cualquiera.
Yo jamás me he planteado como escritor el asunto tal
cual. Cuando yo cambio de editorial por el monto que usted menciona, yo no
había escrito esta última novela.
Norma compró un paquete de todas mis novelas
anteriores y esta última sin preguntarme nada. Yo sabía que alguna vez tenía
que entregarle alguna novela, era como un pacto de caballeros; pero jamás me
preguntaron siquiera de qué trataba. No sentí más que la presión natural de
todo escritor por terminar su novela, pero nada más.
Yo entregué lo que quise. En cuanto al mercado, es
algo inevitable, no guste o nos guste.
No hay una contradicción de su parte al hablar de
mercado como algo inevitable y al mismo tiempo admitir que…
Dejemos de lado la palabra mercado, porque a mí me
parece que estamos hablando de mercado haciéndonos pasar como ingenuos; como si
no hubiésemos metido en este asunto sin saber que ya antes existía.
Hay otros elementos. Lo nuevo fue cuando empezamos a
tener estabilidad en la moneda argentina. Y es ésa la fuente del disenso con los
editores. Hoy si un editor, por ejemplo debe, 300 USA$ (que en Argentina son
300 pesos) y no los paga al autor hoy, sino dentro de diez días siempre son la
misma cantidad, y esto es un problema para el editor. Si antes me hubiesen
pagado lo que yo produje en ventas, sería millonario. Los editores me pagaban
cada seis meses.
Por ejemplo mi libro más vendido "No habrá penas
y olvido", que duro tres años en la lista de Best sellers. Habré cobrado
por ello, sin exagerarle un equivalente que no daba ni para comprarme dos
trajes. Porque si me pagaban seis meses después, con la hiperinflación, esos
billetes se cambiaban por nada. Y los editores ponían mi propio dinero a ganar
intereses.
El editor, nunca pierde ni en inflación ni en
estabilidad económica. Aunque siempre conviene la inflación cuando uno es
empresario, pero no cuando se es un escritor que intenta vivir de su trabajo.
Por eso es que siempre hay lobbies sobre las economías presionando sobre
las estabilidades financieras. Por eso surgen palabras "nuevas" como
mercado, como si antes no hubiese existido.
Siempre es una incertidumbre, pero mis libros siempre se han vendido
bien. Pasan obviamente a ser objeto de deseo, y ese deseo tiene precio; y no lo
establezco yo.
Pero ¿Sabe usted que sentí con este cambio editorial?
Que ahora tengo suficiente plata en el bolsillo como para poder decir que
no…sin que me doliera tanto (jajaja).
Porque los editores te llaman y te exigen escriba
esto, haz aquello, por qué no me escribes esto por 150 dólares. Ahora puedo
contestar: porque no quiero.
¿Y sabe lo mejor? Puedo comprar algo muy valioso para
un escritor: comprar tiempo.
Vera, soy muy mal trabajador. A mí no me gusta el
trabajo. Desde niño la idea de trabajo era una suerte de castigo divino. Y
entonces, luego del cambio de editorial, me dije que si me la da gana, puedo no
trabajar. No para siempre, pero si me lo propongo hoy puedo estar diez años sin
trabajar.
Eso es un alivio, me traerá felicidad.
La idea de no tener que sufrir los avatares del
Mercado. De este mercado del New Age en el cual la humillación es cotidiana. A
un escritor como cualquier otro hay gente que piensa que le puede dar órdenes
como a un peón o propuesta como "hágame 6 carillas por 600 dólares. Y mi
satisfacción hoy día es decirles: no, no se lo hago desnudo ni dormido. No me
da la gana. Esta posibilidad confiere la libertad; esto es lo que ofrece la
felicidad, a través del dinero honesto. Sin tener éxito en el sentido humano.
Probablemente si yo hubiese sido centro delantero, que era mi puesto como
goleador, hubiese sido mayormente feliz. Siempre que veo a un jugador de San
Lorenzo de Almagro, siento sana envidia, siento emoción, y esa es una emoción
intransferible. Yo tengo la pierna medio deforme típica del futbolista por
pisar de una manera determinada por los golpes. Yo fui jugador profesional de
futbol de primera división pero en el interior del país. Yo ganaba dinero por
jugar. Hablar de futbol es volver a ser joven, a tener veinte años.
Noto dos guiños en "La hora sin sombra".
Uno, es el sordo que busca empleo en el Archivo General de la Nación ¿Metáfora
muy particular que se refiere a Borges? Y el segundo, es en la parte de la
novela en el cual el predicador evangélico repite un lema "Alzate,
hermano", "Alzate" ¿emula un protestante, quizá, ese refrán del
personaje del Nombre de la rosa de Eco, que dice "Penitenciágite")
No, no creo. Mis fuentes de inspiración son lugares
comunes populares.
Para qué le voy a mentir, con El nombre de la rosa me
aburrí; no pude seguir, teniendo al lado otras lecturas más gratificantes.
Nosotros tenemos una tradición cultural. El nombre de la rosa, está lleno de
posmodernidad, de New Age y de milagrerismo snob. Lo que ha hecho Eco es que ha
revestido de seda, de glamour, la curandería de nuestras tribus indígenas y de
los pueblos del campo, para luego venderlo a las clases más altas.
Y en cuanto al predicador evangélico. Yo suelo, por
mis horarios nocturnos, ver a los pastores evangélicos de todo nuestro
continente. Como todo en la vida, hay algunos muy malos, y otros con un talento
inmenso. A mí me dejan enganchado, y me quedo absorto cuando empiezan a narrar
una historia (por lo general son unos mentirosos extraordinarios,
expertos en salirse del libreto) sobre el encuentro de Cristo de gente
con la cual el predicador seguramente nunca vio, pero a parir de eso relatan
una historia maravillosa.
Yo pensé que en esta novela la presencia del pastor
iba a ser más larga. Me acuerdo de una película que trataba de un predicador
norteamericano que va de pueblo en pueblo, que es una suerte de cólera de Dios.
Es en este tipo de tradición en el que está escrito el "Alzate" o
"Levántate”, que aparece en la novela. Es una palabra neutra que utilizan
los pastores para quedar bien en todos los países de América latina.
Algo que me impresionó mucho cuando estaba comenzando
a escribir la novela fue un par de brasileños que escuché mientras iba en el
coche que eran los que quemaban la maldición al pie de la cruz. Y paré el coche
para escucharlos; era un relato brillante porque era como en los mejores
tiempos del radioteatro. Ese que evoca muy bien "La tía Juliá…" de
Vargas Llosa; era como si fue la aparición de Jesucristo, que no hablaba, pero
de algún modo los predicadores evangélicos brasileños lo hacían hablar, hacían
vibrar al que escuchaba con esa historia maravillosa.
Una especie de "Guerra de los Mundos" de H.
Wellls.
Exacto. ¿Pero a que nos lleva eso? A la narración.
Quien narra bien tiene al mundo en sus manos.
Para terminar. En La hora sin sombra (pág. 47) usted
afirma que "Una vida lograda no se mide por el éxito sino por la
felicidad". ¿Cómo, entonces, un escritor exitoso como usted puede ser
feliz?
Cuando afirmé esa frase la dediqué a los que se ocupan
más del éxito que de la literatura; aquellos que realmente han ganado montañas
de dinero escribiendo… como Vargas Llosa, por ejemplo.
Nota del autor:
Un extracto de
esta entrevista fue publicada en el periódico venezolano El Universal, en enero
de 1996
Un pequeño hallazgo esta entrevista, ¿no?...
ResponderEliminarRRevagliatti