Entrevista en Cuervo TV www.worldtv.com/cuervo_tv
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Horas antes de sufrir el accidente que lo llevó a la muerte, ocurrida
ayer alrededor del 18:20 horas y producto de un paro cardiorespiratorio, José
Emilio Pacheco había puesto punto final al que se convirtió en su último
Inventario, una columna con la que dijo adiós a su gran amigo: “‘Argentino
hasta la muerte’, Juan Gelman por sus veinte años de vida y de trabajo aquí,
deja también en la poesía mexicana una huella radiante que no se borrará”.
La despedida al poeta argentino Juan Gelman, fallecido el pasado 14 de
enero, fue también su despedida, pues tras la escritura de esa colaboración que
envió al semanario Proceso, Pacheco Berny sufrió el accidente donde se golpeó
la cabeza, lo que motivó su ingreso, el sábado pasado por la mañana, al
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
“Con enorme pesar tengo que decirles que mi padre murió hace unos 20
minutos. Se fue muy tranquilo, se fue en paz, murió en la raya como él hubiera
querido. El viernes terminó de escribir su ‘Inventario´, un inventario que
escribió para un amigo querido, que era Juan Gelman. Eso es lo que hacía todas
las noches. Se acostó a dormir y ya no despertó”, informó Laura Emilia Pacheco
a las puertas del hospital público.
Una fuente médica del nosocomio aseguró a este diario que el autor de
Las batallas en el desierto llegó en estado de coma con un hematoma cerebral
que los médicos valoraron intervenir pero ya no fue posible.
Visiblemente afectada y siempre flanqueada por su esposo Fernando García
Ramírez y por el editor de Era Marcelo Uribe -la casa editorial de toda la vida
de José Emilio Pacheco- Laura Emilia informó que los restos de su padre serían
velados a partir de las 12:00 horas de hoy en El Colegio Nacional, del que el
intelectual nacido el 30 de junio de 1939, fue miembro desde 1986 y hasta su
muerte.
José Emilio Pacheco, quien era considerado uno de poetas mexicanos más
importantes del siglo XX, murió acompañado de su esposa, la periodista Cristina
Pacheco, y de sus hijas Cecilia y Laura Emilia. Amigos como Vicente Rojo,
Bárbara Jacobs, Enrique Krauze, Elena Poniatowska, Coral Bracho y Stasia de la
Garza acudieron al hospital a lo largo de los dos días que estuvo allí.
“No creo que nadie recuerde mi obra”
El 21 de abril de 2010 al depositar, como es tradición, una serie de
objetos en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes para que se abra en
100 , en 2110, José Emilio Pacheco dijo: “Lo dejo para que quien abra esto en
cien años sepa quién fui, porque no creo que nadie recuerde mi obra”.
La modestia, humildad y generosidad fueron siempre características del
poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista que perteneció a la llamada
“Generación del Medio siglo”, junto con Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Eduardo
Lizalde, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Vicente Leñero y Juan Vicente
Melo.
También lo caracterizó su mirada crítica al poder y la política, el gran
sentido del humor, la confianza en los jóvenes, la amistad y la vitalidad. La
mañana del 30 de junio, cuando recibió la llamada del Instituto Cervantes para
informarle que era el ganador del Premio Cervantes de Literatura 2009, apenas
unos meses después de que le habían concedido el Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana, José Emilio sólo pensó, dijo entonces, en “palabras ya
muertas”:
“Estoy zorimbo, turulato o patidifuso. Esa me parece una palabra muy
precisa: ¿Cómo se siente?: Patidifuso”, señaló el hijo de Carmen Berny Abreu y
José María Pacheco.
Él no tuvo que acudir al diccionario, era un escritor enciclopédico
aunque siempre pecaba de modestia; lo sabía casi todo y tenía la opinión
precisa para todo, pero siempre hacía saber que aún le faltaba mucho por
aprender, por leer y escribir. Sabía que patidifuso significa “que se queda
parado de asombro”, que zorimbo equivale a “falto de entendimiento o razón” y
que turulato es lo mismo que “alelado, estupefacto”.
Pacheco, quien en 2014 cumpliría 75 años, fue uno de los más importantes
poetas e intelectuales mexicanos del Siglo XX. Autor de una obra con amplios
registros desde su ingreso a la literatura en 1958 con su libro de relatos La
sangre de Medusa.
Carlos Monsiváis –fallecido en 2010-, uno de sus grandes amigos destacó
en José Emilio “la pasión por la metáfora, la concentración en unas cuantas
líneas de un relato casi siempre pesaroso, el gusto por los relatos
inesperados, el despliegue del poder de síntesis, el ejercicio múltiple de la
metáfora, el juego de analogías como espejos de la devastación, la alabanza
jubilosa del paisaje. En poesía, ajusta sus dones melancólicos, su pesimismo
que es resistencia al autoengaño, su fijación del sitio de la crueldad en el
mundo, su poderío aforístico”.
Esa valoración absoluta a su prosa y a su poesía le valieron los premios
más importantes: José Donoso en 2001, Octavio Paz en 2003, Premio Internacional
Alfonso Reyes en 2004, Pablo Neruda en 2004, Federico García Lorca en 2005 y el
Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de la lingüística y literatura
en 1992, entre muchos otros.
Su obra poética se caracteriza por la depuración extrema de elementos
ornamentales y su compromiso social con México. Es abundante en temas como el
paso del tiempo, la vida o la muerte, lo confirman poemarios como Los elementos
de la noche (1963), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969) y Ciudad de la
memoria (1989). Su poema “Alta traición” es muy leído entre los jóvenes.
Su obra narrativa destaca por la experimentación en nuevas estructuras y
técnicas narrativas a través de temas como la niñez, las relaciones afectivas y
su preocupación social e histórica de México y el mundo. Ahí está El principio del
placer (1972), Morirás lejos (1967) y el long seller mexicano Las batallas en
el desierto (1981).
José Emilio Pacheco Berny fue un lector y escritor incansable. Ejercía
puntual el periodismo cultural con artículos y ensayos en diferentes medios;
dedicaba buena parte de su tiempo a la traducción de poetas y narradores. Entre
sus traducciones destacan Cómo es de Samuel Beckett, De profundis de Oscar
Wilde, Un tranvía llamado deseo de Tennesee Williams, Vidas imaginarias de
Marcel Schwob y su acariciada Cuatro cuartetos de T. S. Eliot, que quedó lista.
Pacheco era consciente de la corta vida frente a sus inmensas ganas de
leer y escribir. “Es muy dramática la cuestión. No sé si podré seguir
escribiendo, pero tengo muchas ideas de cosas, muchos libros que quisiera
escribir; es muy desesperante veo tantas cosas que quisiera leer, pero ya no
voy a alcanzar a hacerlo. Mis proyectos son infinitos, pero no los cuento”,
dijo en noviembre de 2009.
Fue miembro de El Colegio Nacional desde 1986 y miembro honorario de la
Academia Mexicana de la Lengua desde 2006. Una de sus últimas apariciones fue
en la celebración de los 70 años de El Colegio Nacional; pero una de las más
entrañables fue su presencia en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca de
2011, allí departió con jóvenes y bebió mezcal para celebrar la vida.
La fortaleza y la vitalidad siempre acompañaron a Pacheco. La literatura
como motor y puerto de arribo, era su oasis y su isla, su vida casi entera y su
pasión por la libertad. Anhelaba escribir y descubrirse a sí mismo igual que
anhelaba encontrarse en los otros, sus pares.
“Yo no me asumo como nada, yo escribo nada más; no puedo tener un
propósito delineado. Lo que sale es realmente lo que pienso, pero que no sabía
que pensaba”, señaló el autor de Tarde o temprano, la antología publicada por
el FCE, que contiene todos sus poemas escritos hasta 2009
He leído su poesía a lo largo de mi vida, siempre de a poemas con los que daba aquí o allá (la primera vez siendo yo un adolescente, coincidiendo ambos con textos de nuestra autoría en una enorme página de poesía que traían las ediciones de un "políticamente comprometido" periódico de un pueblo (Vedia) de la provincia de Buenos Aires, cuyo nombre era "Alberdi", y que llegó a constituirse para muchos en una página de gran vitalidad, y que albergaba también a Marcos Silber, Eduardo Dalter, Enrique Puccia, a más de uno de los poetas "desaparecidos" por la dictadura del '76: por ejemplo, Roberto Santoro, y a tantísimos extranjeros, como Pacheco.
ResponderEliminarDesde la ciudad autónoma de Buenos Aires, este recuerdo.
RRevagliatti
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