PALABRAS
FRACTALES (textos de literatura fractal y otras
aproximaciones) de Pablo Paniagua, novedad editorial en Literatura Indie*
¿Qué es la literatura fractal?
es el ensayo con el que inicia el presente libro y que da paso a una serie de
textos cortos, de inspiración existencialista y metafísica, que fueron elaborados
en base a las propuestas conceptuales que se plantean en dicho ensayo, más la
adición de varios cuentos y relatos.
Palabras Fractales
supone una nueva forma de entender el quehacer literario más allá de cualquier
convencionalismo, una búsqueda formal a partir de los patrones recursivos de la
fractalidad matemática, una puerta hacia otra dimensión de la palabra escrita.
Palabras Fractales,
en cierta medida, es la obra que viene a sentar las bases de lo que se conoce
como Literatura Fractal.
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Aquí va una serie de Palabras Fractales:
HACIA
LA COMPRENSIÓN DEL UNIVERSO
DISCUSIÓN
CÓSMICA
En
la sombría llanura iluminada por el sol, el día y la noche se juntaron. Hecho
insólito, sin duda. “Yo quiero esta llanura para mí”, le dijo el día a la
noche. “Ni hablar del asunto, esta llanura es mía”, le respondió la noche al
día. Y en ese forcejeo dialéctico siguieron, sin ponerse de acuerdo, mientras
el planeta se paró.
Siempre
había luchado cada cual por su mitad, la noche persiguiendo al día y el día a
la noche, cada uno por detrás del otro, dando vueltas sin parar; pero ahora,
después de tanto tiempo, ya nada sería igual.
Ante
tal contrariedad, los habitantes del planeta se congregaron en la extensa
llanura para caminar, según sus necesidades, de un lado para otro, y así pasar
del día a la noche o de la noche al día.
Todo
cambió desde entonces, en ese planeta estático, por culpa de una llanura
deseada. Ya no existe el flujo necesario entre el día y la noche, la mutación
de la dualidad, para que la vida recobre su sentido. Ahora los habitantes son
simples espectadores de esa discusión cósmica que trasciende su comprensión,
sobre la verdadera existencia de una sombría llanura iluminada.
PENSAMIENTO
DE ESTRELLAS
Soy
un cuerpo celeste flotando en el espacio. Yo brillo intenso pero a mi alrededor
está todo oscuro, salvo las chispeantes luces de los que son como yo, que ahora
permanecen estáticos en la lejanía. ¿Qué es lo que hago aquí? No lo sé, quizá
adornar la contemplación de un ser muchísimo más pequeño. He ahí el poder de lo
insignificante frente a lo absoluto, de lo finito ante lo inmortal. Os aseguro
que daría todo mi brillo por contemplarme a la distancia, por salir de mí mismo
y acabar con esta interminable monotonía.
LA
GRANDEZA DEL ESCRITOR
No
puedo precisar mi edad ni desde cuándo existo, y aquí estoy ardiendo sin parar.
Algunos planetas giran a mi alrededor y yo sé que tú estás en uno de ellos,
escribiendo ahora sobre mí. Eso nadie lo sabe, sólo tú y yo; los demás se
enterarán cuando lean estas líneas, unos días más tarde, unos años, unos
siglos… Pero ese tiempo nada nos importa, aunque nuestra inmortalidad para el
resto sea comparable. Así son las cosas: tú eres un hombre que escribes sobre
el sol y la existencia, cuando yo siempre existo y no escribo sobre ti, sólo te
doy la luz y el calor para ser la simple excusa, y ahí, entonces, eres superior
a mí.
UN
PARAGUAS Y CUATRO ESTACIONES
La
naturaleza muda con las estaciones, como cuando yo me quedo sin palabras. La
voz ya no me sale, ya sea por falta de ideas o afonía. Lo peor es la afonía
mental que me asalta en las mañanas nada más despertar, laxitud de la memoria
que se extiende hasta tener el desayuno sobre la mesa, para luego mudar desde
ahí hacia mi estómago. En la ducha me despierto de verdad, cuando se levantan
las palabras que mudan en ideas, para que la afonía desaparezca de mi garganta.
En ese transcurso de tiempo, como una muda de estación, pasó una mujer sin
decir una palabra y tomó el tren que realiza su trayecto entre el verano y el
otoño. Ahora las hojas secas mudaron de las ramas para formar una alfombra
sobre el suelo, y ella camina, al llegar a su destino, con un paraguas sin tela
por encima… Pero luego todo cambió de lugar, la señora muda y las estaciones
que mudan, pues al abrir la puerta y salir de la casa me topé con el invierno.
No me gusta el frío porque me deja más que mudo, no lo puedo soportar y regreso
hacia la casa. Entonces, es cuando cierro los ojos y pienso en la primavera,
para que todo mude dentro de mi ser.
NUESTRO
DIOS
Un
universo de centellas sobre mi cabeza. Es el verano, la Vía Láctea y una pareja
de enamorados. Nos preguntamos cuántas estrellas serán, mientras un cigarro de
aquello se consume. Luego todo se multiplica, nuestros besos y mis manos cuando
acarician tus senos, la succión de mis labios en ellos. Los grillos son
millones, tantos como estrellas, haciendo su simple melodía para acompañar el
espectáculo que nos contempla: la nocturnidad entera está al pendiente de lo
que hacemos, espiando nuestra intimidad. Parece que todo fue creado para ese
instante, para que dos enamorados se miren a los ojos. Ahora, con este
recuerdo, todo adquiere otro sentido: “Dios hizo el mundo para nosotros,
mientras el resto de la Humanidad discute o hace la guerra por él.”
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