cómo engendrar varones
Los
ingeniosos inicios de medicina moderna (V)
Sobre el Examen de ingenios
para las ciencias de Juan Huarte.
por Jorge Majfud
En 1575 el doctor Juan Huarte había reunido en su
famoso libro las certezas científicas y otras opiniones de la época sobre cómo
engendrar hijos, sanos y con ingenio. Se sabía que “los hombres sabios
engendran ordinariamente hijos muy necios porque en el acto carnal se
abstienen, por la honestidad, de algunas diligencias que son importantes para
que el hijo saque la sabiduría del padre” (311). El saber popular también
aceptaba que los sabios engendraban necios porque no se entregaban enteramente
al sexo sino que se distraían (cur plerique stuli liberos prudentísimos
procrearunt): “¿qué es la causa que los más de los hombres necios engendran
hijos sapientísimos?” Huarte afrima que esto es ignorancia, porque el problema
está en el exceso de humedad en padres muy jóvenes (330). El sabio e ingenioso
tiene un hijo contrario cuando predomina la simiente de la mujer. Por eso,
cuando el hombre predomina, aún asiendo bruto y torpe, sale hijo ingenioso
(359).
La mujer sólo era “alimento” de la simiente, y para
que el hombre predomine en la gestación, el padre debía ausentarse y cocinar la
simiente (algo así como cocinar los huevos).
El científico español observa que los hombres
prudentes y sabios son vergonzosos. Por ello recomienda no orinar en presencia
de otro ya que en esto hay riesgo de retener “la urina”, lo que produce la
retención de la “simiento” (esperma) en los vasos “seminarios” (testículos).
Curiosamente, la autoridad filosófica de la Iglesia medieval, Aristóteles,
también había mencionado ciertas enfermedades de los hombres continentes (312).
Galeno, por ejemplo, pensaba que “el hombre,
aunque nos parece de la compostura que vemos, no difiere de la mujer, más que
en tener los miembros genitales fuera del cuerpo” (315). Huarte agrega que en
algunas gestaciones de hembras, a los dos meses el miembro se vuelca hacia
fuera y sale maricón.
La simiente debe ser caliente para procrear varón y
fría para mujer (316). Así como la tierra debe estar fría y húmeda para
sembrar, así debe ser la mujer para tener una buena cosecha, quienes además
tienen una particularidad biológica: “el miembro que
más asido está de las alteraciones del útero, dicen todos los médicos, es el
cerebro, aunque no haya razón en qué fundar esta correspondencia” (319).
Un siglo antes de Sor Juana en México, Huarte resiste
el mandato de San Pablo (que la mujer se mantenga callada) diciendo que si la
mujer tiene algún don sí podía enseñar. Tal vez para no ser acusado de impío,
cita a Judit (320). No obstante, aún las considera por lo común inferior al
hombre.
Probablemente la idea popular, expresión recurrente de
los estadios de fútbol, sobre las virtudes de “tener huevos”
(pobremente contestada con el paralelo femenino de “tener ovarios”) procede de
Galeno, según el cual los testículos afirman el temperamento más que el corazón
(324). La prueba es que los castrados se ablandan. Los vellos en los muslos y
en ombligo son la consecuencia del calor y sequedad de los testículos. Según el
griego Aristóteles, los calientes y secos salen feos, como los de Etiopía
(326), mientras los hombres fríos y húmedos son rubios, tienen el semen aguado
y no son buenos para reproducir (327).
Para saber si la mujer es estéril (según Hipócrates),
debe ponerse humo debajo de la falda y si siente el olor es porque está “conectada”.
Esta conexión se prueba también cuando una mujer se duerme con un ajo en el
útero y amanece con aliento a ajo. Entonces puede engendrar (327).
Ahora, la preocupación universal: “Los padres que
quisieran gozar de hijos sabios y de gran habilidad para las letras, han de
procurar que nazcan varones” (331). Vuelve a citar a Salomón, quien dijo que
entre mil varones hay uno prudente, pero entre todas las mujeres ninguna.
Huarte calcula que por cada varón que se engendra nacen seis o siete niñas
(333).
Pero ¿cómo lograr engendrar hombres? Fácil:
Porque el riñón y el testículo derecho son secos y
calientes, es necesario: (1) comer alimentos calientes y secos; (2) “procurar
que se cuezan bien en el estómago” (digestión); (3) hacer mucho ejercicio; (4)
no llegar al acto de la generación hasta que la simiente esté bien cocida y
sazonada; y (5) hacerlo cuatro o cinco días antes que a la mujer le venga la
regla (lo cual, tal vez, explica tantos embarazos milagrosos en la época)
(334).
Toda prescripción tiene sus riesgos: un exceso de
caliente y húmedo produce varones malignos. No se debe comer en exceso para que
el estómago no se fatigue, razón por la cual los ricos tienen más hembras que
los pobres. El vino hace que la simiente llegue cruda, sin cocer ni sazonar a
los testículos. Por eso también Platón aprobó que los cartagineses prohibieran
el vino para los esposos el día de la unión. (335).
El ejercicio seca la humedad y quita el frío.
Hipócrates decía que los hombres de regiones frías y húmedas tenían hijos afeminados
porque andaban a caballo y comían mucho; nada tenía que ver los sacrificios a
sus dioses, porque lo esclavos que los insultan son más potentes, y ellos se
debía a que hacían ejercicio y comían poco (337).
Ante todo no olvidar: para engendrar varón la simiente
debe salir del testículo derecho y entrar en el lado derecho del útero,
recomendación apoyada en Hipócrates y confirmada también por Galeno (343).
Si además de varón se quería un niño sabio había que poner
cuidado en la gestación. Huarte, como Platón, Aristóteles, Hipócrates y
Galeno, desestima la astrología y afirma que las acciones dependen de la
libertad de los hombres (343). Los filósofos griegos entendían que las
facultades se forman antes de nacer y no el mismo día de nacimiento, tan importante
para los astrólogos (343).
Prescripciones: (1) beber
aguas delicadas (más importante que el aire) y vino moscatel; (2) comer
manjares delicados a temperaturas templadas para hacer buena sangre (345); (3)
comer pan “masado con sal”, porque este es el mineral que mejor entendimiento
hace (la sal tiene “sequedad”); (4) comer cebolla, puerro, ajos, rábanos hace
hijos imaginativos pero faltos de entendimiento (347); (5) consumir leche de
cabra (348).
Según el médico español, este buen comer produce hijos
de buen entendimiento, “que es el ingenio más ordinario en España” (346).
Pero no todo era sexo y comida. Según Aristóteles, la
gran diversidad entre los hermanos se explica por las muchas imaginaciones que
tiene el hombre en el acto carnal; las bestias no, por eso se parecen a sus
padres (349). Huarte discrepa, porque el engendrar depende más del “ánima
vegetativa y no de la sensitiva y racional” (350).
Lo nuevo en Huarte es su independencia de lo
metafísico, aún cuando toma a la Biblia como autoridad científica: la causa es
un hecho natural y sus explicaciones son rigurosamente materialistas.
Lo nuevo en nosotros no es la ausencia de
supersticiones que harán reír a los habitantes del siglo XXV.
Jorge Majfud
majfud.org
último
libro: Crisis (novel,
2012)
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