El lector, un lenguaje. (Presentación del libro de cuentos: “La falsa ciudadela del recuerdo”, de Alejo Urdaneta)






Por Alberto Hernández
I

Hay un texto que suscita un irse hasta las imágenes silenciosas, solitarias: posturas del lector frente a una ritualidad cultural, territorio que desata un narrador también solitario, abarcante en su intento por contar las historias de un libro extraño. La falsa ciudadela del recuerdo, suerte de revisión interior, sintagma de un objeto que define el lenguaje artístico de Alejo Urdaneta (un lector omnívoro que escribe desde las voces que lo guían), en esta obra cuya ficción esta afincada en esa tentación que el discurrir del tiempo hace personaje universal, redondo y misterioso.


II

El lector es un lenguaje. El escritor, traductor de la soledad que acompaña al riesgo, una expresión deambulante. Génesis de contradicciones el lector es su propia lectura cuando personaliza las imágenes. Vestigio de aquellas sombras que lo atrapan. Alejo Urdaneta nos brinda la posibilidad de rehacer las anécdotas, porque estas son a veces asomos partiendo de voces aleatorias, sinuosas. Personajes que en la densidad de la trama desaparecen y se convierten en susurros, invocaciones, sonidos fértiles que nos dan un final, un indicio. Podría ser la perdida de la memoria de quien se enfrenta a estos trabajos del narrador Alejo Urdaneta, mientras la imagen poética vuelve a aquellos instantes fragmentados, asistidos por un vago sopor, por una fuerza que después nos entrega a un espejo perdido.

III

Son quince los textos de este libro de Alejo Urdaneta, textos que desembocan en una constante: el mito, el pasado, una luz opaca que cae lentamente sobre el ahora: la cotidiana vuelta a las palabras que nos aturden, a las historias que sobreviven después de salir a la calle.

Se desencadenan visiones múltiples, simulacros convulsivos, miradas que interiorizan la simulación y el encanto de un discurso que a veces nos convierte en ambiguos, lectores-personajes que asimilan la escenografía de espejos contrarios, rotos, inmersos en una corriente de silencio, porque los personajes que angustian y persiguen en la Falsa Ciudadela..... a Alejo Urdaneta, son espacios que sacralizan la inacción, y frecuentan una teoría de la trasmigración: lo que vendrá, un después que se queda atado a otro tiempo desconocido, aunque este tiempo haya sido olvidado.


IV


Este relatorio Alejo Urdaneta, porque relata y se inventa, roza sus anteriores trabajos. Una fuerte tendencia a hacer del lenguaje fuente de creación, lugar de asombros. Sin intentos o afanes experimentales, pero tentando al lector a experimentar partiendo de una rasgo que intimida: los laberínticos desplazamientos de un entonación mitológica, cuyo fondo se establece mediante la referencia a otros personajes paralelos: la Grecia antigua, los nombres que no se han evaporado por la acción de la intemperie, la sombra de una escritura que es otra, la íntima, la avasallante: una escritura otra, como yo del narrador. Todos los referentes son uno, la cultura, justificación de la memoria que se anuda a la presencia de un hombre que se distancia solo en algunos espacios que desarticulan la actividad de imágenes y acciones colaterales. Eso que suelen llamar competencia, eso que los semiólogos denominan espacios sígnicos, refundan un tiempo metaficcional; un narrador que se olvida de las realidades ya tocadas para crear otras, partiendo de los vacíos dejados por otros, en un juego de espejos que inundan las páginas.

V


Contar también podría ser una vía para que nos repitamos en las palabras desechadas. Que nos repitamos para morir en el nombre del otro, en el recuerdo apresado en las miradas de todos los habitantes.

La falsa Ciudadela.......es, pues, el recuento, finamente relatado, de los extravíos, de las mareantes pérdidas del sentido en el transcurrir de la historia, porque cada segmento del tiempo es un relato, un estado que implica volver al pasado, a los hechos que lo rehacen, para destacar los espacios que, de alguna manera, se han difuminado atrás, en los nombres transformados en cultura, en el depósito de pesadillas, sin olvidar los lugares por donde deambula el sueño, la voz oculta que nos cuenta, trajeado y seguro de sí mismo, el escritor Alejo Urdaneta.

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