Por Eva Feld
Aunque todo el que tuvo que ver con Tomás Eloy en vida sepa que fue un excepcional periodista, un brillante escritor y un gran amigo, en verdad su gran pasión radicó siempre en conciliar a sus dos cabezas y a una tercera, no menos exigente, llamada corazón. No resulta, pues, advenediza la razón de su muerte. Ora Anfisbena ora Quimera, fue su cabeza.
Dos eran, pues, sus razones: La Argentina y la escritura (ya sea por la vía del periodismo o de la literatura) y a ellas dedicó todo su ahínco y su entusiasmo, su pedagogía ( a través del llamado Nuevo periodismo) y su devoción . Los asuntos de su corazón abarcaban un amplio universo: los hijos, los amigos, los colegas, los ciudadanos del mundo, sus lectores, sus editores, sus críticos, sus discípulos, todos fueron abrazados a través de su palabra.
Tomás Eloy Martínez fue uno de los principales exponentes del Nuevo Periodismo en castellano. El resultado de su influencia en el ejercicio periodístico en Venezuela, fue la proliferación de noveles escritores que atravesaron el umbral de la realidad con las técnicas aprendidas en el laboratorio que significó “El Diario de Caracas”. Fue él quien implanto la técnica de escribir en cada línea una información y en cada párrafo una reflexión, pero también fue el quien dio Licencia de Corso para que cada quien soltara a sus fantasmas en una escritura libre de prejuicios, en la que cupieran personajes de carne y hueso con sus debilidades y conflictos y no sólo las sempiternas respuestas a las cinco preguntas de Laswell, que signaban la objetividad (Qué, quién, cuando, donde y por qué). Así, pues, quienes aprendimos a ejercer la profesión a la vera de TEM, quisimos, como mínimo, elevar el periodismo a genero literario. En “El Diario de Caracas”, cada día hubo pathos, nunca faltó un llanto desenfrenado por el tamaño del desafío y para más INRI, incluso la vida de los escribientes que allí fortalecíamos las alas se vio salpicada por la tragicómica condición humana. Salieron a flote las pasiones: el amor, los celos, las intrigas: complicidades, infidencias, rivalidades, pero también lealtades a toda prueba, amistades puestas a prueba. En fin, El Diario de Caracas” fue durante sus primeros dos años, una novela. Una con protagonistas de carne y hueso. Una en la que el propio Tomás Eloy Martínez, interpretaba un rol, inolvidable, inobjetable. Era una novela abierta, inconclusa, por lo cual mas temprano que tarde habría de convertirse en obra de teatro primero, luego en guión de cine y, al final de los dos primeros años, en telenovela.
Quienes participamos en el guión y en la interpretación de todos esos personajes, llevamos, aún hoy, después de tres décadas, la impronta de haberlo vivido. Sin embargo, 30 años no pasan en balde y menos en el periodismo, donde la inmediatez es el factor predominante. No en vano dice el pensador franco-italiano Paul Virilio que la velocidad con que llega la información es la noticia misma. No es sin razón que el pensador venezolano Teódulo López Meléndez afirma que la noticia murió para dejar paso al show, a la apariencia. Para él, incluso la realidad desapareció (pero esto es harina de otro costal).
Lo cierto es que si el nuevo periodismo se apoyaba en humanizar la información aportando ejemplos de la vida real para narrar los hechos acaecidos, la aparición del chateo, de los blogs, de facebook, de los innumerables reality shows y de Twitter, ha producido una saturación de información y de ejemplos “arrancados de la vida misma” de lo que la gente hace, dice, piensa o de como actúa en vivo y en directo, que debería desatar una alarma aguda en el oído de los periodistas. Se trata ahora de reinventar el oficio. El periodista del siglo XXI tendría que ser capaz de sintetizar, analizar, interpretar los hechos, no simplemente de narrarlos con maestría. El periodismo del siglo exige más cultura, más estudios, más formación política, filosófica, histórica, geográfica, más visión de mundo, más capacidad de instantaneidad. Pues, aunque paradójicamente se han multiplicado las fuentes de información a través de Internet, es en la capacidad de raciocinio, en la experiencia política, en el desempeño redaccional, en la formación profesional donde radican las posibilidades para integrar las fuentes y para desmenuzar los hechos. Como si cada noticia fuese una novela, el que la escribe debe tener un dominio temático, manejar los tiempos, los antecedentes, las proyecciones y las subtramas. Además todo ello debe poder ocurrir con la rapidez que exigen los medios y en consecuencia los usuarios.
En conclusión, en un momento histórico en el que todo el mundo se cree escritor y periodista (por tener acceso directo a los medios de difusión), los profesionales deben exigirse más, en definitiva deben ser mas periodistas y escritores que todos los demás. Tomas Eloy dixit en sus libros, en sus charlas, en la prensa y como muestra un botón en http://www.worldtv.com/cuervo_tv/.
Comentarios
Publicar un comentario