Ha fallecido Alfredo Silva Estrada, poeta venezolano fundamental. Su obra puede considerarse una aventura personal, es decir, no dependiente de una influencia determinada, aunque podría pensarse en él como un escritor de la estirpe de Stéphane Mallarmé. Silva Estrada no perteneció a grupo alguno y, aunque representa una experiencia poética singular dentro de la literatura venezolana, pueden reconocerse huellas de su poesía en poetas posteriores. Su labor se funda en el lenguaje, fiel a la concepción de que la escritura es un universo paralelo al cotidiano, que se construye, explica y justifica mediante palabras. El apotegma que escribió en su libro Los moradores (1975), “La poesía desde el amanecer”, parece constituir el signo que ilumina toda su labor literaria. Ello se hizo evidente desde su primer libro, De la casa arraigada (1953). Sus versos pueden explicarse según una imagen del propio poeta la del “enigma andariego”, que permite conciliar la búsqueda de un lenguaje propio con la manifestación de la angustia frente a la existencia, la incertidumbre, la sensación de destierro (como en “Algo I”) y la confusión (como en “Imposibilia”). Ha publicado, además, Cercos (1954); Del traspaso (1962), Integraciones. De la unidad en fuga (1962), Literales (1963), Lo nunca proyectado (1963), Transverbales I (1967), Acercamientos (1969), Transverbales II y Transverbales III (1972), Los quintetos del círculo (1978), Contra el espacio hostil (1979), Dedicación y ofrendas (1986) y el ensayo La palabra transmutada (1989).
Paz a sus restos. Su poesía a la memoria.
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