Shakespeare: La “dama morena” era de Praga





Teódulo López Meléndez

El historiador norteamericano Vincent Bridges ha puesto sobre el tapete una apasionante referencia a William Shakespeare: vivió en Praga durante muchos años en tiempos en que supuestamente espiaba para Isabel I Tudor. En efecto, desde el momento de su desaparición de su pueblo natal hasta su reaparición en Londres transcurrieron casi diez años que han apasionado a los investigadores. Según esta tesis Shakespeare entró en el servicio de espionaje a las órdenes del secretario sir Francis Walshingham, quien habría reclutado a sus agentes de entre un grupo teatral por tratarse de personas válidas para tareas de propaganda y espionaje. El nombre ficticio de Shakespeare parece haber sido Francis Garlan, un espía inglés que vivió en el condado de Trebon, al sur de Bohemia, propiedad del influyente Vilem de Rosemberg, ex canciller del reino.

Pero lo que nos interesa a los poetas de las revelaciones de Bridges es un asunto siempre intrigante: la identidad de la “dark lady” que aparece en buena parte de los sonetos de Shakespeare.

En efecto, para Bridges la mujer no era otra que Polixena de Lobkowicz, hija de la noble española María Manrique de Lara, y que tenía ese apelativo, al igual que sus damas de compañía. Lo moreno le venía, entonces, de su sangre española. Al parecer sus damas de compañía eran también de esa procedencia, pues al grupo entero se le denominaba “damas morenas”.

Pero, ¿quién era esta mujer? Era una princesa y católica como Shakespeare, entregada a las buenas acciones, dado que, por ejemplo, el nombre del monasterio del Niño Jesús se deriva de la estatua donada a la comunidad de los Carmelitas por la noble princesa Polixena de Lobkowicz en 1628. La madre de Polixema era María Manrique de Lara, duquesa española que en 1556 llegó a Bohemia para casarse con un noble del lugar. La estatua habría sido un regalo de matrimonio que se especula fue hecho por la mismísima Santa Teresa de Jesús. Polixema, a su vez, quedó viuda alrededor de ese año. Dadas las referencias de los sonetos de Shakespeare aún no lo estaba cuando aparentemente tan caritativa y devota princesa al parecer se refocilaba con algún joven en la ya muy bella Praga o quizás la donación fue buscando indulgencias por algún pecado. Pero veamos las referencias de Shakespeare.

II

Los sonetos pueden dividirse en dos partes, aquellos en los que canta a un joven amigo y aquellos en los que lo hace a la “dama morena”.

La dama morena aparece en 26 sonetos. Allí se canta la aventura extraconyugal del autor, aventura meramente sexual que Shakespeare no trata, de ninguna manera, de justificar o espiritualizar, pero que es tan fuerte que le permite el descubrimiento de nuevos secretos humanos. Sobre la identidad de esta “dama morena” se ha discutido a lo largo de estos siglos, habiendo prevalecido hasta ahora la tesis de que se trataba de una mujer que conocía desde la primera juventud.

En cualquier caso en estos sonetos se canta a lo “moreno” como sinónimo de belleza, se cuentan penas de amor, se despliega un fuerte erotismo, se manifiestan celos y, finalmente, el convencimiento del poeta de que dama similar no puede brindar fidelidad.
La “dark lady” va del soneto 127 en adelante y una de las tantas interpretaciones que se han dado es que aquella mujer sirvió, en un preciso momento, a entorpecer las relaciones de Shakespeare con su amigo o amante, si aceptamos la tesis de la bisexualidad del poeta. En cualquier caso, los 126 sonetos anteriores giran torno a este personaje masculino. (1)

Igualmente hay en estos textos ironía y sarcasmo, acusaciones a la “dama morena” de haber roto la fidelidad conyugal y de haberlo inducido a él a hacer lo mismo. Recordemos que en el teatro de Shakespeare hay un tratamiento permanente impregnado de repugnancia hacia el adulterio. Alberto Rossi (2) nos recuerda que existían dos modos diversos y opuestos para definir el amor físico entre un hombre y una mujer. La primera, en torno de burla, que pasa por no atribuir al hecho ninguna importancia o trascendencia, algo así como si se tratara de un episodio de caza. La otra era mirarlo de un modo grave e imperativo, con todas sus consecuencias morales y materiales. Shakespeare se lo toma en ambos sentidos, pues su profunda naturaleza lo impulsa a una escrupulosidad moral, de vez en cuando se deja llevar por el tema con cordialidad y
desenfado.

Los ejemplos son muchos y precisos. En el propio soneto 127 comienza la defensa del color: “In the old age black was not countet fair/Or if were it bore not beauty´s name”. En el soneto 129 expresa con toda la fuerza posible una denuncia contra la sensualidad: “Th’expense of Spirit in a waste of shame/Is lust in action, and till action, lust/ Is perjurd’drous, bloody full of blame,/ Savage, extreme, rude, cruel, not to trust,/ Enjoy’d no sooner but despised straight,/ Past reason hunted, and no sooner had/ Past reason hated as a swallowed bait…”

En el soneto 131 se lamenta de la crueldad de la amada: “Thou art as tyrannous, so as thou art”. En el 133 aparece un triángulo amoroso donde se acusa a la “dark lady” de haber conquistado también a su amigo, a uno al que le había cantado “promesas de inmortalidad”, “borracheras de amor””, “lejanías” “celos” y “retornos de amor”.

III

Nos quedan algunas dudas, no propiamente sobre la teoría de Shakespeare espía en Praga, sino sobre otros aspectos: nos asalta una idea de que el ocultismo y el esoterismo tienen que ver con esta historia y, claro está, en gesto de poeta, sobre Polixena: ¿Era así casquivana la dama o el poeta fantaseó? ¿Cómo era su rostro moreno? ¿Tenía rasgos andaluces? ¿Era de cuerpo fascinante?

Notas:
(1) Benvenuto Cellini en Vita e arti nei sonetti di Shakespeare Studium Urbis, Editrice Tumminelli, Roma, 1943.
(2) Alberto Rossi en Shakespeare sonetti, Einaudi, Torino, 1966

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