LA CUCARACHITA MARTINEZ Y MARIO BROS

 

 

 


Por Naudy  Henrique Lucena

 




La afición a la filatelia  es un extraño impulso  espiritual  desarrollado en o por  algún  coleccionista de  estampillas o sellos  cuyos contenidos  artísticos   trascienden  los  escenarios de vida  y desbordan   límites simbólicos  como si  emergieran más bien de algún  pozo del subconsciente colectivo.  Esta afición forma  parte de una gran variedad de  hobby que han configurado la mentalidad occidental y  seguramente  otras mentalidades del vasto mundo  y  hasta de otras dimensiones llegado el caso y  de acuerdo a la variedad de la selección y el gusto ;  su estética  y los inexplicables alcances del interés.   Algunos les da por  coleccionar  insectos, otros automóviles, franelas, zapatos, esposas; otros son aficionados a  adiestrar  pulgas, miniaturistas de dibujos en uñas femeninas  y largas, coleccionistas de fotografías de ovnis, de perros callejeros,  de cuernos  y  animales embalsamados, los que tienen pezuña hundida y los demás  y tantas otras curiosidades mediante las cuales muchos buscan  tapar el vacío del ocio.  Las aficiones, como los delirios y manías son encantadoramente imprevisibles y hasta pueden cesar o disminuir su potencia de repente, como  los instintos elementales y primarios; ésta condición aunque haya sido   explicada  hasta la saciedad por la ciencia siempre tendrá un lado borroso, una  zona oculta, una área  subterránea inexplorada que empuja  a lo nuevo, a aquello que no tenía previsto ni el mismo conocimiento de los Inteli-burros tanques del pensamiento.    Tampoco se puede decir que los filatelistas  constituyan alguna sociedad secreta exclusiva, una hermandad o cofradía porque tengan  una venita reptileana como la reina aquella,   pero es indudable que permanecen ocultos en la simplicidad de su exquisita  afición  compartida por pocos, a la que han dedicado mucho tiempo personal y a la que quisieran traspasar a algún sagaz, inquieto y  curioso heredero.  Erase pues, un  filatelistas que revisaba   unas hermosas estampillas de  una colección filatélica  organizada por  el Instituto Postal Telegráfico de Venezuela del  año 1998    cuyo eje temático tenía que ver con la Ora-Literatura tradicional Venezolana basada en el  relato: La cucarachita Martínez  y el ratón Pérez, del admirado  escritor  Antonio Arráiz*, hojeaba el catalogo tocado quizá en ese instante por un idealismo romántico un poquito  objetivo cuando  oyó la pregunta:  ¿Cuéntame quien es ella?  La estampilla tenía la bella  imagen de la Cucarachita  Martínez y  el filatelista se vio obligado o desempolvar de la vieja memoria una parte de aquel hermoso relato:     Una mañana la  cucarachita  barría  su casa muy alegre cuando  se encontró una monedita de oro, esto la hizo muy feliz y atractiva; el cocuyo la iluminó, el doctor burro le aconsejó lo que tenía que  hacer con esta riqueza, la cotorra le recomendó comprarse un vestido nuevo  y el  comején   la enamoró pero vinieron muchos pretendientes, el  coco, el pica y huye, el cigarrón con su voz ronca, hasta el siete cueros  pero ella sólo quedó encantada con el ratoncito Pérez quien de inmediato  se hizo su novio; así que hicieron todos los preparativo para la fiesta de bodas  pero llegado el  día, el ratoncito se había tomada alguna copita de más y como estaba  distraído,  cayó en la olla de la sopa y los invitados  tuvieron que sacarlo un poco salado y lastimados así que   la boda se suspendió.  Hasta ese momento el oyente había permanecido en silencio y cuando el narrador pensaba que había  llegado al  colorín colorado, viene y le  pide que pase al segundo  nivel del cuento, el narrador entendió que quería que se lo contara otra vez; tomó aire y empezó de nuevo pero el contenido del cuento  tenía esta vez  que engordar un poco, desfigurarse mejor por el cambio; ahora la cucarachita  con su moneda de oro en el bolsillo se encontraba  pintando sus sietes bocas y esperaba verse bien en los sietes espejos, mientras su amiga comején le limaba sus innumerables uñas y  se oía  un valse viejito  de Pablo Canela que animaba el ambiente,  esta era  la música más movida de ese entonces, …ahora me lo cuentas en otro nivel,…insistió el oyente y aquel cansado narrador apenas pudo  llegar al tercer nivel de dificultad o de mundos ante aquel experimentado  jugador del  video   Super Mario Collection (スーパーマリオコレクション  ,el tal Mario  da saltos giratorios y vuela,  llega a un castillo infinito, busca una princesa, se enfrenta a un dragón que trata de devorarlo y recibe monedas  Bitcoin ,  sumergido en una music technical  y así  llega a traspasar 72 niveles de dificultades.

__ Yo voy en el nivel ocho__ dijo a manera de consuelo  y se puso a jugar en  su tables.

¡AY! Shigeru Miyamoto con tu Mario Bros de Nintendo , tus monedas de oro y tu infancia lastimada  por la luz atómica; si hubieras tenido  cerca  a Don Antonio Arráíz  o al Caimán de Sanare, si alguna vez hubieras hablado con Don Julio Garmendia, con  Adelis Freites  o  Sixto Sarmiento, seguro que hubieras sido  un niño feliz del Quibuu  y no necesitarías que estos sabios te dieran tu garrotazo metafísico  desde el más allá  para acomodarte.

  * Antonio Arráiz.  Tio Tigre y Tio Conejo. (1940)

                  Naudy Henrique Lucena

                               nhlucena@hotmail.com

Comentarios