Tortura y trauma en la novela "El carnicero de Lyon"





por Miguel Ángel de Boer
         
A lo largo de la excelente novela El carnicero de Lyon (Amazon.com. 2012.) que da lugar al título del presente, su autor – Manuel Lasso –, despliega con una singular maestría no sólo la historia de Klaus Barbie y las atrocidades por él cometidas como uno de los principales ejecutores del nazismo hitleriano, sino también que en su desarrollo van surgiendo las condiciones ideológicas,  históricas y socioculturales que posibilitaron la emergencia de protagonistas de tales características racistas y genocidas, dispuestos a realizar las más crueles conductas en pos de sus objetivos. Algo que ha ocurrido reiteradamente a lo largo de la historia humana pero que, al decir de Bejla Rubin en su tesis sobre Auschwitz, trasciende el acontecimiento para adquirir en el nazismo el valor de paradigma.
          
 Porque no sólo su génesis sino también las consecuencias posteriores, tales como la incursión de las dictaduras de todo el mundo así como diversos genocidios, que aplicaron despiadadamente el modelo nazi, donde no en pocos casos, personajes como Barbie volvieron a ser protagonistas amparados por los gobiernos e instituciones que los cobijaron; como asimismo los efectos traumáticos subjetivos que se patentizan en las vivencias de las víctimas de los distintos personajes de la novela.
           
Si lo traumático está referido a las consecuencias de padecer o presenciar experiencias imprevisibles, inéditas, amenazantes para la vida, o bien a aquello que no debió acontecer nunca pero ominosamente ocurrió, por lo que su elaboración, significación y representación psíquica se torna casi imposible, no caben dudas que la tortura – en tanto daño infligido por un ser humano a otro ser humano – se constituye en uno de los eventos traumáticos más graves,  por lo que sus efectos a corto, mediano y largo plazo, se proyectan en el tiempo no solo en las víctimas directas sino en su entorno y la humanidad toda, traumatizando al conjunto por varias generaciones.
          Y del mismo modo en que las sociedades y las culturas deben lidiar con los hechos traumáticos históricos (el libro de Manuel Lasso es un ejemplo en este sentido), a nivel subjetivo a las víctimas de los verdugos no les queda sino afrontar las secuelas físicas, emocionales y psicológicas los efectos de la siniestra experiencia, lo cual es vivenciado y se pone en evidencia a través de distintos síntomas cuasi patognomónicos, que implican también el modo de hacerlo tolerable para seguir sobreviviendo.
          
 Es una de las encrucijadas más tremendas para el ser humano: reexperimentar una experiencia siniestra y abominable, una pesadilla infausta, luego de que la experiencia ya ha acontecido. Y en El Carnicero de Lyon el talento literario de su autor, nos brinda en distintas escenas y personajes precisamente la puesta en palabras e imágenes, algunas de sus características.
          
 Así a la sesión de tortura con que nos introduce en la novela, transmitiendo la infinita e imperturbable maldad de Klaus para con su víctima, le suceden otras como aquella en la cual, mientras sus colaboradores atormentan al interrogado, él mantiene una relación sexual en su presencia, describiendo aquello que caracteriza invariablemente a todo perverso: su disposición a transgredir los límites de un modo concreto, real, con una naturalidad asombrosa. Pero ya en el Capítulo 7 (“Jean-Yves”) la víctima, que es literalmente “clavada” al suelo con clavos en los pies, y que posteriormente se le hace atacar por un perro doberman, refiere que “Hasta hoy tengo pesadillas en las que sueño que me está pasando lo mismo, monsieur”. Porque en la revivencia de lo traumático no se trata sólo de lo que pasó, sino de lo que pudo haber ocurrido, muchas veces mucho más angustiante e insoportable para el psiquismo, que lo que verdaderamente sucedió. Siendo este aspecto uno de los efectos más insoportables que sufren los sobrevivientes.
          
 En el Capítulo 12 donde las tropas rusas, siguiendo las instrucciones del general Zhukov (“Al que pierde la guerra se le viola”), se vuelcan sobre Berlín  violando mujeres, niñas, ancianas, embarazadas, se lee en la novela que “durante los días siguientes”… (las mujeres) Se despertaron continuamente por las noches evocando con mucha nitidez los rostros de los soldados que las habían mancillado. Trajeron a su memoria con imprevista lucidez, los sonidos, las voces y los malos olores de los perpetradores del delito. Detestaron todo lo que era ruso.” Y sigue más adelante: “Estas escenas se volverían a repetir incesantemente durante el resto de sus vidas. Después de las violaciones (...) se sintieron devastadas”. Tenemos aquí los síntomas postraumáticos propios del horror vivido: recuerdos recurrentes (en imágenes, pensamientos y percepciones), sueños reiterativos, evitación de estímulos asociados al trauma, entre los más frecuentes. Cabe agregar el infaltable sentimiento de culpa del sobreviviente, en este caso de los anteriormente victimarios ahora  convertidos en víctimas. “Ya nada tiene razón de ser. Mi crimen es ser mujer. Mi delito es ser alemana”.
         
 Otro de los personajes, Iván González, republicano español que sobrevive a la guerra civil española, padece en sus sucesivas escenas las consecuencias de los efectos traumáticos de lo acontecido. Aquí el flashback, es decir la vivencia de que el episodio sigue ocurriendo, a través de alucinaciones (predominantemente visuales y auditivas en este caso) persistentes, que al regresar a su pueblo de origen en busca de venganza, refiere que: ”Fue entonces que le pareció ver al general Francisco Franco caminando agazapado detrás de la vivienda, con un revólver en la mano, seguido por tres de sus soldados. ¿Cómo podría ser el general Franco? ¿Aquí?”, se preguntó para sus adentros”. O más adelante, ya en Lima, “… ( en ciertas ocasiones)... cuando estaba almorzando con su esposa a Iván le parecía que estaban cantando en coro por la calle con voz muy potente una canción falangista, Cara al sol, que había escuchado durante la guerra”. Y también cuando soñaba que le estaban disparando y despertándose cubierto de sudores le decía a su esposa. “Sabes, Alicia, que me había quedado sin balas…”, o, a punto de ser ahogado por Klaus –sometido nuevamente a una situación límite -  “sintió que no podía percibir bien la imagen de Klaus ni podía escuchar su voz. Más bien vio al general Franco y a los nacionalistas con mucha claridad”. Es decir, la retraumatización ante una nueva situación traumática.
           
Pero ya para terminar este breve comentario, no quiero dejar de mencionar al coronel de la Gestapo, Fritz Harteck, obsesionado con aniquilar la resistencia de los maquis de Oyonnax, quien también padece pesadillas recurrentes, en donde es perseguido por espíritus y emperadores romanos, instándolo, con severas amenazas, a irse de la ciudad, y donde se despierta, en una de las pesadillas, “extremadamente angustiado”…diciendo: “¡La sangre del león! ¡Limpien mis manos!¡Límpienme las piernas y las sentaderas! Estoy sucio. ¡El león me ha pasado por sus tripas!”. Es decir, el genocida, torturador y victimario, padeciendo traumáticamente las consecuencias de sus inhumanas conductas. Y que en la novela se “resuelve”, por así decirlo, magistralmente.
           
Bajo ningún aspecto pretendo agotar con el presente mi impresión y análisis de la novela. Cosa que ya he realizado, sucintamente, con motivo de la publicación de la misma, que por supuesto, trasciende los aspectos que aquí, también brevemente he abordado.

Dr. Miguel Angel de Boer
         


BIOBIBLIOGRAFIA

Miguel Ángel de Boer nació en 1950 en la patagónica y costera ciudad de
Comodoro Rivadavia, [Argentina], lugar donde reside y ejerce como Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta luego de obtener su título en Córdoba, ciudad que lo tuvo también como protagonista de su intensa historia.

De vasta trayectoria en el campo profesional, social y cultural, es miembro
fundador del Capitulo Salud Mental, DDHH y Tortura de la Asociación de
Psiquiatras Argentinos [APSA] del cual es presidente honorario.
Entre algunas de las numerosas instituciones en las que participó, presidió la filial de la Sociedad Argentina de Escritores [SADE], la Comisión de Colectividades Extranjeras del Chubut, y la Asociación de la Colectividad Sudafricana. También condujo programas propios de radio y televisión.

Ensayista, narrador y poeta, sus textos, tanto literarios como académicos,
se han publicado en medios nacionales e internacionales y en distintas
traducciones, como asimismo en diversas páginas del Internet.

Publicó en versión impresa:

- «Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia [y otros textos]-»
Ed. Ediciones - Comodoro Rivadavia. 1993. Agotado. Chubut. Argentina
- «Anuario sobre Latinoamérica - Latin - Amerikaarboka 2002 - Latin-
Aamerikagrupenne i Norge 2002» - Publicado por el Comité Noruego de
Solidaridad con Latinoamérica - Oslo. Noruega.
- «Poemas y Canciones» - Ed. Ultimo Reino - 2003 - Ciudad de Buenos Aires – Argentina.
- «Pace e Libertá la battaglia delle idee - Antología de poesía» - Ed. La
Comune - 2005 - Roma. Italia.


         

         

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