“Dardos” de Emilio Lledó

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Ilustración: Francis Bourdouxhe (Bélgica)


Emilio Lledó, filósofo, recibió el premio Lázaro Carreter, que rinde homenaje al lingüista que hizo tan popular su serie El dardo en la palabra, cuya última etapa escribió en EL PAÍS. A punto de cumplir 80 años, Lledó ultima su tratado sobre la amistad, pero ayer nos regaló un poco de un tiempo, que considera acosado y precioso, para poner sus propios dardos en las palabras que considera esenciales en el diccionario de la actualidad.

- Dardos. “Sirven para reflexionar sobre las palabras, para descubrir lo que ocultan o encierran como tesoros; hay demasiados medios haciéndonos creer que las palabras significan unas cosas cuando dicen otras. El dardo -como lo quería Lá-zaro- es esa mirada hacia el espejo de la lengua en la que nos descubrimos, porque el lenguaje nos mira”.

- Fanatismo. “Es la capacidad de ‘no fluir’ mentalmente… Algún ‘nacionalista de izquierdas’ (una pura contradicción en sus términos) decía hace un par de días que la política del PSOE era ’salvaje’… La verdadera izquierda tiene que ver con los principios que unen a la humanidad, como la libertad, la justicia, la honradez, la piedad, la concordia, la lucha por la igualdad, la eliminación de las mitologías y el fanatismo… ¿Cómo se puede utilizar ese adjetivo, salvaje, por parte de quienes no condenan de una vez por todas los asesinatos, los secuestros (esa refinada forma de tortura), las extorsiones, que corrompen cualquier posibilidad de verdadera libertad? ¿Cómo se puede utilizar esa palabra? Todos de alguna manera somos víctimas del terrorismo. Por poner un ejemplo, yo perdí a un amigo, Francisco Tomás y Valiente. ¿No era un mentecato salvaje el individuo que lo asesinó? ¿No era un salvaje el cabecilla -y nunca mejor dicho- que lo condenó? ¿Desde qué extrañas mitologías, frases hechas, cegueras, fanatismos inquisitoriales ‘vengan de donde vinieren’ se puede aprobar la muerte del otro, la de aquel que han ‘convertido’ en enemigo?”.

- Lectura. “Es la posibilidad de dialogar con el pasado, y por lo tanto de enriquecernos en ese monólogo a veces vacío que llevamos con nosotros mismos… Es de los grandes regalos de la humanidad: dialogar con otros seres que ya no son de nuestro tiempo. Ese diálogo lo tenemos gracias al surco de la escritura”.

- Alumno. “Su etimología es ‘alimentar’. El profesor tiene que dar alimento, pero para que el alumno crezca en sí, y por eso, aunque la etimología es ésa, a mí me gusta añadir otra: la luz, la claridad, el antidogmatismo”.


- Libertad, mentira, verdad.
“No tiene sentido la libertad de expresión si no buscamos la verdad de lo que expresamos. La verdad es una búsqueda, una posibilidad, y por tanto se presenta como alternativa, como elección. De ahí viene lo que dijo Antonio Machado, tu verdad no, la verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdala… La tuya: sobre todo si no es verdad, si es un conglomerado de intereses, de ignorancias, de fanatismos, si responde al lenguaje de la vaciedad y el fanatismo que se escuda en las frases hechas para justificar la agresividad que mantienen los profesionales del engaño”.

- Corrupción. “Degeneración de la mente. La especulación sobre lo público. No sólo habría que declarar patrimonio de la humanidad a la Alhambra: habría que hacerlo con toda la costa española, asesinada por una especulación ignorante, avariciosa, insolidaria, egoísta. Y lo peor es la corrupción de la mente, ésa es la que lo corrompe todo”.


- Miseria.
“La que viven seres humanos relegados a la exclusiva búsqueda del sustento, dominados por una ansiedad de supervivencia que les impide todo desarrollo, toda educación, toda creatividad. ¿Cómo vas a crear si tienes hambre?”.

- Ciudadanía. “La construcción de un ser humano libre, fuera de manipulaciones irracionales, alimentado por los principios que constituyen la esencia de la vida, la capacidad de entender, de amar, de sentir; esa capacidad implica la educación de la sensibilidad para el arte, para la historia, para la ciencia… Walter Benjamin decía que esa tendencia a obligar a los jóvenes a ganarse la vida mientras se están educando termina por hacer que los chicos pierdan la vida”.


- Identidad.
“Lo que uno es consigo mismo. Para eso tenemos que saber qué nos constituye, quiénes somos; tenemos que ser libres para podernos mirar a nosotros mismos. Una identidad llena de vaciedades colectivas es una falsificación de la identidad. La verdadera identidad de los seres humanos es la que se basa en los principios de justicia, solidaridad, filantropía; es la identidad que permite sentirte parte del universo. Ésa es la verdadera identidad de la democracia”.

- Pueblo, nacionalismo, nación. Patria. Palabras respetables sobre las que pueden construirse mitologías excluyentes, egoístas, plagadas de miedo y con las que paradójicamente se engaña y atonta a la propia gente. Bajo palabras así se ocultan intereses de los que manipulan la ignorancia de los demás. Sobre esas supuestas banderas siempre se oculta un cadáver, el de los intereses de quienes manipulan”.

- Periodismo. “Expresión escrita del latido de lo real. Pero hay que saber cuál es la realidad que expresamos y de qué dependemos cuando escribimos. Hay un periodismo independiente, al menos eso se dice, pero el gran periodismo tiene que depender de lo que constituye la verdadera información, que es la ilustración, la búsqueda de lo que por encima de nuestros intereses es verdadero y responde a ciertos ideales de progreso, de justicia, de solidaridad; ésos son los principios sobre los que tiene sentido la vida”.

- Enemistad. “Violencia que en la sociedad moderna se ejerce solapadamente, demonizando, calumniando, deteriorando y falsificando la imagen de los otros. Una forma de aniquilación y eliminación de quienes pudieran competir. Quizá tenga su origen en ese carácter ‘indigente’ de los seres humanos. Precisamente la política surgió para organizar esas tensiones sobre el egoísmo, el concepto del lobo para el hombre y la necesidad de solidaridad con el prójimo”.

- Memoria y olvido. “Estoy leyendo el libro de Adelina Sarrión sobre médicos e inquisición en el siglo XVII… Impresionante. ¿Cómo se pudo pensar que el miedo era el instrumento para acallar las conciencias? El miedo, la tortura, ese cirujano que dice ‘ya no le peguen más, que se nos muere…’. ¿Cómo se puede pensar que el terror es el final de la libertad? El terror, la tortura, la traición, la deshumanización de las víctimas y por tanto la invalidez de sus confesiones. No pueden decir ya ni verdad ni mentira; lo que se quiere oír, entonces, es la claudicación, ver la degeneración que provoca el terror…”.

Enviado por Dina Piera Di Donato (Nueva York)

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