“Los Mundos de Arcadia Barrios”, de Naudy Henrique Lucena




Alvy Bryce Calles

“Los Mundos de Arcadia Barrios”, en esta primera novela del premiado escritor y ensayista, Naudy Henrique Lucena, nos muestra también sus mundos propios, que definitivamente van más allá de lo simple. Relato elaborado con una agudeza que inteligentemente esboza una creatividad que atrapa tanto al lector como a la realidad misma y que denota un olfato interpretativo de las relaciones asimétricas entre las personas, digno tanto del poeta como del científico social.

En su enteriza lectura, es difícil discernir dónde comienzan los mundos de Naudy y donde terminan los de Arcadia, problema sin solución porque el autor obliga al lector a moverse ávidamente para captar el significado del discurso, es decir, comprender las  caóticas relaciones concretas llenas de apariencias entre los seres humanos de un conglomerado social de acontecimientos tan apurados que termina ocultándose frente a los ojos del lector distraído. La ciudad con sus barrios es el escenario de los encuentros y desencuentros de amor y odio entre sus transhistóricos y simbólicos personajes centrales, Arcadia (Poder pueblo) y el alcalde (Poder gobierno),  que envuelven también a unos otros personajes que giran en torno a éstos, que a veces parecen ser protagónicos, pero a veces no, a veces fieles, a veces traidores. Historia cierta en tiempos que exigen día a día vivir o morir, batalla casi épica, protagonistas reales que entretejidos por un hilo pasional de apariencia ambigua, perfilan la trama de una historia única, que revela desde principio a fin una lectura que mezcla lo lineal con lo tupido y escabroso, mostrando a un autor inencasillable que traslada sus esencias y su pensamiento multidimensional a una profundidad a veces esquiva que se siente desde la primera palabra de su obra.

Múltiples palabras sinérgicas y sintagmáticas exigen una lectura cuidadosa de la obra para entender su totalidad y muy particularmente captar el sentido de un desenlace cierto o incierto entre oponentes de contradicciones insuperables que se la juegan como la noche y el día en el cuadriculado ritmo fatal del jaque mate en el que el empate es un deshonor. En fin, “quedan en aire”  preguntas como ¿es esta novela un desacato a la historia heroica?, ¿un desafío contra los que pregonan, ideologizan y trafican con el culto a la personalidad?, ¿es una travesura destinada a ironizar a los adalides, al estilo nihilista nietzscheano enclavado en la tragedia?, ¿una objetivación de la subjetiva y mitológica libertad?, ¿es una andanada contra los estereotipos?, ¿es una insinuación de lo que ineludible e inexorablemente podría migrar hacia una batalla final entre el bien y el mal (sin saber “a ciencia cierta” cuál es cuál), entre opresor y oprimido, marcada, pero no tan a la vista,  por la pasión entre amantes? ¿Una demostración del estado permanente del sujeto-ser humano, especie que reafirma en su praxis ambigua que para vivir en paz hay que vivir en guerra?

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