Nathan Zuckerman: Inventar el futuro




Por Eva Feld

Nada como suplir las falencias con argucias, con cascadas de palabras que las oculten y que, además, sometidas a las quebraduras de luz, a través de los prismas que las multiplican, adquieran el esplendor de todos los colores del arcoíris. Así, con esta advertencia avant la lettre, invito a los lectores a rendirle homenaje a Nathan Zuckerman.

De haber leído en profundidad a Sholem Aleichem, Isaac Babel, Amos Oz por citar solo a tres, podría acaso dedicarle este aniversario 5771 del pueblo judío a sus emblemáticos escritores sin dejar por fuera tampoco a los nuestros, a Elisa Lerner a Isaac Chocrón y a los cientos de escritores anónimos que plasman en sus relatos, escritos y orales, la esencia judaica. Pero ¡helas! he de cubrir mis buenas intenciones con un entuerto urdido en la caldera de la vanidad, de la empatía y de la admiración: He aquí que acabo de terminar de leer Carnovsky, la novela más famosa de Zuckerman, cuyas más de quinientas páginas dicen y callan simultáneamente todo aquello que marcó durante el siglo veinte de la era cristiana, el signo de la diáspora eskenazi. El legado de Galitzia. El sufrimiento de Ana Frank, el Proceso de Kafka, la brillantez de Einstein, la dialéctica de Marx, las penetraciones de Freud. Sólo que para Zuckerman todo ello ha resultado en una carga, preciosa, sí, pero pesada y abultada, tanto como lo es el ser intelectual, escritor, pensador, autófago (neologismo inventado por mi padre, Juan Feld para referirse a aquel que se come a sí mismo) pues ¿de qué otro alimento se nutre el narrador? Unamuno, que no era judío sino vasco, también lo decía: “Todas los personajes que crea un autor, si los crea con vida…aun las más contradictorias en sí mismas- son hijas legítimas de su autor ¡feliz si el autor de sus siglos! Son partes de él”. Es como parte de Zuckerman de quien he leído Carnovsky, un libro escrito por él, pero que en realidad solo existe como “personaje” de. Zuckerman encadenado (Debolsillo2007) indiscutible parte de su autor, Philip Roth, el eterno postulado al premio Nobel, el Pulitzer 1997 por Pastoral americana, portador de la Medalla Nacional de las Artes en la Casa Blanca y varias veces honrado por el Círculo Nacional de Críticos de Libros, entre otras distinciones, sin que por ello deje de fustigarse a si mismo en primer lugar, como corresponde a su idiosincrasia, ni de lapidar a los críticos, ni a la sociedad norteamericana, ni, por cierto, a los judíos, como solo corresponde hacerlo a un judío.

Zuckerman encadenado consta de cuatro novelas atravesadas magistralmente por el mismo personaje; en la primera, La visita al maestro, el aprendiz de brujo visita a su mentor en Nueva Inglaterra y se enamora de una mujer que identifica con Ana Frank. El alter ego de Roth, Zuckerman ha roto una primera barrera, al hacerse escritor en América, pero desde el inicio del libro advierte que llevará a cuestas el “precioso” peso de su cultura, un fardo que acabará dándole triunfos en la segunda, en la que huyendo de la fama solo logra coronarse, hasta que en la tercera, harto de sí mismo y de todos los personajes que lo habitan y acosado por dolencias querría comenzar la carrera de medicina a los cuarenta años para ayudar a personas reales y olvidarse de sí mismo, no sin antes liarse a puños con un anciano, cuyo excesivo amor hacia su nieto adoptivo de sangre gentil, le desquicia por conmiserativo. En la reyerta, que por cierto ocurre en el cementerio judío, queda malherido precisamente en la boca. Por un buen tiempo no podrá pronunciar palabra alguna ni interpretar a sus posibles personajes. No se llamen a engaño… No queda curado, el final dice: “…vagó por los pasillos del hospital universitario, llenos de gente… como si aun se considerara capaz de evitar su futuro de hombre aparte y escapar de la obra que era suya”

La última parte del libro transcurre en una Praga asolada por el comunismo y poblada por informes personajes hipererotizados, como única forma posible de resistencia. De allí que el libro, en su totalidad esté dedicado a Milan Kundera
Al cerrar el libro, supe que en 2007, Philip Roth produjo la saga: Zuckerman desencadenado, pero como lo advertí avant la lettre de haber leído más, incluso del mismo Philip Roth, podría afirmar con toda propiedad lo que infiero del título y lo que intuyo: en el siglo XXI Zuckerman se aleja de Carnosky y sin olvidar a Galitzia ni su propio ombligo, ha de inventar el futuro, un futuro.

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