POR: Naudy Henrique Lucena
En
memoria al pastor Isidro Suarez
El shofar o cuerno de carnero es un
instrumento litúrgico de la
cultura milenaria hebrea usado para anunciar la llegada de un peligro
inminente, una guerra o alguna de
las pestes que azotan de repente, pero
pasadas estas pruebas, el pueblo de los elegidos;, listo y sagaz, conmemoró
esas victorias sobre lo desconocido en altas fiestas rituales y las transformó en experiencias religiosas y éstas,
una vez procesadas, filtradas y condensadas las convirtió en símbolos
y mitos universales, es decir otra cosa; convencidos de que en la
medida que sus intérpretes-receptores asimilaran estos símbolos y señales; verían
su imagen
ante el espejo y los reconocerían a ellos. Todo el mundo sabe
que la historia humana está basada en la
lucha por el reconocimiento; un deseo obsesivo de establecer
dominio y para poder manejar semejante misterio, tan exclusivo pusieron cercos, reglas de entendimiento, normas, leyes y señales de advertencia, prohibiciones manifiestas,
castigos y recompensas como un campo minado que separa lo sagrado y profano. Pero estos procesos iniciados por ellos se filtraron como el agua en la arena, del
perdón a la culpa, y fueron diluidos en consejos,
exhortaciones, súplicas, halagos, reprensiones, amenazas, juicios, sentencias
y condenas. De no haber sido por uno de ellos mismos que trajo la posibilidad de la gracia Divina y abrió las puertas, casi nadie; ningún
pueblo a
excepción de ellos;
sería salvo del anuncia del
shofar.
Es indudable que el sonido fuerte de un cuerno de
carnero puede despertar el terror al primitivo y borroso Yo que nos habita pero para que éste comprenda sus errores, y se prepare para enfrentar
cualquier ataque de lo imprevisto; debe fortalecer su espíritu; domarlo como a
un caballo salvaje; en términos actuales; debe reconfigurarse,
hacerse otro siendo el mismo.
Su avance cultural o retroceso, es pues, la disolución de cualquier fantasma que lo haya
atemorizado y su despertar obviamente será cuando pueda zafarse de la idea de primacía
de una cultura sobre otra.
Cuando los errores son espirituales y por
lo tanto sobrenaturales, difusos y complejos, sabe sin saber, porque el corazón
le avisa; que es
por causa de alguna
transgresión o irreverencia cometida, y debe; en términos antiguos; “arrepentirse”; verbo pesado
y en desuso que sugiere la idea de un ser interno fragmentado, imagen
ante un espejo quebrado, aquel que ha perdido su unidad y sabe
que para curarse debe reconstruirse; descubrir las causa, ir al punto de su contradicción interna
y tratar de corregirla.
Los místicos antiguos lo llamaban arrepentimiento,
un deseo de enmienda, borrar el error, arrepentirse, verbo recíproco,
sinónimo de pesar, contrición, remordimiento, pero los errores(pecados en otras
traducciones) son trampas sutiles, tentaciones, deseos ocultos, Freud, Lacan,
sólo que pueden ser también deseos falsos,
obsesiones, paranoias (desconfianzas), sensación de ser perseguido, unas veces
víctima y otras depredador.
Pero como lo dice el proverbio, nada permanece oculto para
siempre; la
ansiedad los delata;
el Tik Tok los descubre; el whatsApp los ubica. ¿Cómo saberlo? Tomado por una ansiedad
aquel yo trata de deshacer
su personalidad, ser otro, pero su pensamiento se ciega, y su
entendimiento se le nubla; no sabe cómo hacerlo. ¿Cómo buscar lo que no
sabe?,
de allí su entrega
mística, su búsqueda de
un espacio sagrado que intuye que está muy cerca de él, quizá a su alrededor; un espacio que puede
estar pisando a ciegas y ésta puede ser la causa de los males que le agobian.
El
sonido sanador del cuerno. Tal
vez este misterioso sonido del cuerno como el de las guaruras o los que se hacen con el cuenco de la mano, sea algo tan
natural y sencillo que conserva la rustiquez
del objeto de donde procede pero su ejecución no deja de ser trascendente porque es una búsqueda de la
porción sagrada en el mundo y revela algo que ha permanecido oculto, quizá desde mucho antes del antes y existe por encima o por debajo del mundo real en sus tres dimensiones. Las cuales se
condensan en un punto sobre el pensamiento absoluto que se eleva y se hunde a
la vez en la inmensidad y se expande sobre el horizonte, de derecha a izquierda hasta perderse en el
infinito. Con razón el matemático francés Blas Pascal solía decir que por más
que “nuestras imaginación se infle no
alcanzará a ver algo tan grande que es como una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y su
circunferencia en ninguna parte”. Sin embargo, las dimensiones
se simplifican en símbolos y estos en la señal de una cruz.(Las coordenadas son
líneas que se cruzan). Por eso o debido
a esa mágica transformación de la realidad, el sonido es el aliento sobrenatural, un soplo prendido al objeto de donde sale con todas sus fuerzas como una manifestación
de lo sagrado, pero a su
ejecutante, de una manera sutil pero
imperiosa no le es permitido cesar en su
empeño hasta tanto no vacíe el último aire de sus pulmones. El sonido de la vida sale a pedacitos, retorcido y espeso, denso y oscuro como un
gemido; es un grito primitivo que se
esparce igual a una semilla y cae o se seca
fuera del tiempo porque es vida y
también su contrario; su intención es crear muchos mundos posibles. Julio Cortázar en su cuento “El perseguidor” nos
habla de un trompetista que tomado por la inspiración decía: “Esto lo estoy tocando mañana” y se
explica porque el tiempo tampoco es algo homogéneo o quizá tampoco sea algo, sino nada,
pero aun así, fluye entre las agujas de los relojes y se extiende sobre las
piedras. De allí que el tiempo y el sonido mezclan su cuerpo etéreo en vibraciones
armoniosas, algunas veces caóticas hasta
convertirse en música; dicen que Louis
Armstrong mientras tocaba: “What A
Wonderful world” su rostro se
transformaba en un ángel negro sonriente porque sabía que su música iba llegar al corazón de multitudes. En el fondo de la conciencia, antes dicha, se sabe que es el
caprichoso viento quien hace sonar el cuerno y quien da las diversas notas
y espanta los mosquitos.
La
danza de la Turas.
En aquellos tiempos había una comunidad Larense de origen ayamán/jirarara llamada Cauderales; que igual a la hebrea, porque si no hay acepción de persona mucho menos de pueblos, que buscaba con todo el derecho, estar ellos también a
salvo de lo que anunciaba el cuerno; celebraba anualmente y aun lo hace, una ceremonia ritual en agradecimiento por sus
cosechas de maíz y por el nacimiento de los nuevos niños, en eso el viento
trajo a un joven comerciante guajiro de los lados del Zulia quien se enamoró
perdidamente de una jovencita del lugar y de una vez se la llevó; no se sabe mucho de los detalles de sus
vidas juntos, que fue indudablemente corta; él tenía un carácter fuerte pero no
mayor al de ella; era como si se hubieran casado el hacha y el machete; un día ella huyó y regresó
a su aldea pero el amor encuentra atajos que reducen las distancias; así que él vino a buscarla para
llevársela, halándola por los cabellos, pero entre aquellos
desolados matorrales pasaba un anciano, seguramente
de los Suarez porque casi toda la comunidad de allí lleva ese apellido; y le dijo
amablemente que dejara quieta a la muchacha
pero el guajiro no estaba dispuesto a perderla; así que le respondió con irrespeto y hasta trató de pegarle; el
anciano dio varios pasos
y sonó un cuerno de carnero que
llevaba colgado del pecho y de inmediato bajaron sus hijos de los cerros, le
dieron su merecido y lo expulsaron de la
comunidad. Pero el relato no culmina aquí, la población de Cauderales quedó aterrorizada con el sonido del cuerno, la
lluvia se alejó del lugar, ni una sola nube gorda pasó más por su cielo, el riachuelo se convirtió
en un hilo de agua, los árboles y los
pastos empezaron a secarse y los
rebaños de ovejas se redujeron misteriosamente y en ese año nacieron muy pocos
niños.
La población entera empezó a
gemir y llorar porque le llegaron
juntas el hambre y la sed; todos
empezaron a enflaquecer a la vez, lo que dicen, a perder la masa corporal, y a secarse
como los árboles y se vieron en la necesidad de convocar a los ancianos a una
reunión para tratar el asunto porque no había dudas que era un maleficio que
les había caído por alguna injusticia
oculta; aun no
aclarada que todos ellos habían cometido. Eso sí tienen los pueblos puros, se congregan
como un rebaño de ovejas; forman
una unidad compacta y guardan silencio hasta tanto no se les revele el
asunto; ese día llegaron a la conclusión que todo lo que les estaba pasando era
por causa de meterse en pleito ajeno y que nadie debe entremeterse en las batallas amorosas de las parejas. Quizá
este caso se pueda materializar o graficar en símbolos y señales como las del tránsito; encerrar en un círculo de fuego la silueta en negro de una
pareja cruzadas por líneas rojas; señal
de prohibición,
implícita; nadie debe ser entremetido. Estamos seguros que si los
incircuncisos Filisteos no hubieran sido
aniquilados; sus calles tendrían a la
manera de señales de tránsito; quijadas de asnos
encerradas en círculos y trazadas por líneas rojas.
Pero el maleficio que cayó
sobre los cauderalenses no amainó, por
el contrario la sequía arreció saltando
a otro mal y de este a otro; el pueblo
languidecía como el pasto seco hasta que la joven
reaccionó y empezó a suspirar por su
guajiro. Un día cavó un hueco profundo porque decía que por ahí él iba a venir, pero no vino sino una agua fresca y clara con sabor a agua de coco; hizo otro pozo y volvió a salir agua
pero él no volvía; así que se puso a danzar sin cesar alrededor de
aquellos ojos de agua y por las noches seguía danzando alrededor de una fogata y a sonar su cuerno de venada; el pueblo
agradecido por el agua danzó con ella y también empezó a sonar sus cuernos y
las maracas o sonajas de piedras hasta que el guajiro apareció; regresó la nube
gorda y el pasto reverdeció; desde
ese tiempo este festival se conoce como “el baile de las turas”*
Solo
para niños. Quizá
haya entre los lectores algún niño de ayer, de esos que han vivido más allá de sus días, que recuerde como al entrecruzar los dedos; uniendo ambas cuencas de las manos queda al descubierto una abertura a manera de
boquilla entre los dedos pulgares; y el aire comprimido en aquel espacio o bolso
casual como el odre del vino trata de
escaparse o derramarse entre los dedos pero
es regulado hábilmente y al hacerlo crea
una resonancia arcaica y cruda muy
hermosa que fue usada por los perdidos
en las selvas; en las tumultuosas calles o cuando se pasa por los cementerios
desolados; no es música propiamente dicha porque puede estar más allá de ella, de su alcance, pero el niño ejecutante se transforma en un héroe; no había
en ese momento del recuerdo ningún remiendo oculto en su pantalón; ni ningún
agujero de hambre en su estómago; porque había creado un
instrumentos mágico; wonderful(maravilloso),
con un mínimo soplido; sabía que podía brillar
tres veces para apagar las sombras del camino; podía ser, hacer y estar
en la esperanza aunque esta ni siquiera estuviera dibujada en su
horizonte.
*Danza de las Turas_ Siquisiqui-Lara-V.enezuela
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